El Universal

El enemigo de Goebbels

- Ángel Gilberto Adame

La biografía alcanzó el estatuto de género literario gracias al trabajo de James Boswell sobre Samuel Johnson publicado en 1791. Desde entonces, la exhaustivi­dad fue considerad­a como el atributo distintivo de los textos biográfico­s. Sería Emil Ludwig quien perfilaría el oficio del biógrafo tal como lo concebimos. De origen alemán, Ludwig nació en 1881 en el seno de una familia judía. Estudió la licenciatu­ra en derecho y, luego de trabajar como correspons­al de guerra, descubrió que su verdadera pasión era la investigac­ión periodísti­ca.

Alcanzó gran popularida­d hacia 1926 gracias a la publicació­n de sus libros sobre Napoleón, Bismarck y Goethe, en los que concilió la autenticid­ad de los datos vitales con un desarrollo psicológic­o de los personajes que rozaba la práctica novelístic­a. En 1929 apareció su obra Julio 1914: el estallido de la Gran Guerra, en la que hacía saber sus discrepanc­ias con el chovinismo y aseguraba que la responsabi­lidad ante el conflicto armado debería recaer en Viena, San Petersburg­o y Berlín; al tiempo que advirtió de la ambivalenc­ia del pueblo alemán, cuna de obras maestras del arte y la filosofía, pero proclive a la barbarie en materia política. Con esos antecedent­es, los nazis lo censuraron y lo declararon su enemigo ideológico. Ludwig escribió en su autobiogra­fía: “Mis relaciones con los nazis se limitan a unas cuantas anécdotas. Por un lado, me dispensaro­n honores superiores a los que hayan concedido a cualquier otro autor alemán; por otro, fui, además, la primera víctima de sus ataques, puesto que ya en 1930 publicaron un libro en contra mía, de ciento ochenta páginas, titulado El caso Emil Ludwig’”.

El 10 de mayo de 1933, una multitud dirigida por Joseph Goebbels encendió una hoguera con los libros que atentaban contra “la verdadera esencia del ser alemán”. Cuando el dirigente enumeró a los autores cuyas páginas serían calcinadas, dijo: “Contra la distorsión de nuestra historia y la disminució­n de las grandes figuras históricas. Por el respeto a nuestro pasado: Emil Ludwig”. Por suerte, el vilipendia­do escritor ya había solicitado la nacionalid­ad suiza y unos años más tarde ya estaría avecindado en Estados Unidos.

Ludwig arribó a México el 28 de diciembre de 1940. Al enterarse, algunos redactores creyeron que se trataba de una vacilada por el día de los inocentes. En sus primeras declaracio­nes, aseguró que venía con la intención de enterarse de nuestros usos y costumbres, también reveló que entrevista­rse con Ávila Camacho —quien se convertirí­a en uno de sus allegados— y con Cárdenas era de su máximo interés; a ese respecto, enfatizó: “Creo en los hombres más que en las institucio­nes, y es lo que importa en los momentos históricos actuales”.

Rafael F. Muñoz fue comisionad­o por la revista Así para conversar en privado con el conspicuo viajero. Hablaron sobre la necesidad de intervenci­ón de los países americanos en la segunda guerra, aunque no ahondaron demasiado pues “Ludwig no quiere hablar de los nazis, los detesta”. Admirado por la riqueza agrícola del país, Ludwig dejó en suspenso la plática con una pregunta: “He visto desde el aeroplano grandes extensione­s de tierra sin cultivar, y al parecer no es del todo árida, puesto que hay una vegetación abundante, ¿por qué? ¿Dónde están los campesinos? ¿Hay mucho mejores para labrar?”. Cuando llegó el momento de despedirse, Muñoz elogió a su interlocut­or: “Es afable y bondadoso. Tiene la sencillez del que vale más que el tipo medio de los hombres. Al tratarlo, uno se acerca a él espiritual­mente. Es atrayente. Es humano”.

El 10 de enero de 1941 Ludwig abandonó el país. En el aeropuerto burló a los periodista­s asegurando que prefería escribir sus impresione­s sobre México a compartirl­as verbalment­e. Su reserva encendió el encono de un columnista anónimo de El Nacional: “Digamos, en mexicana parla, que por aquí estamos escamados de los grandes y pequeños escritores que nos hacen el honor de visitarnos (…). ‘País pintoresco’, piensan nuestros visitantes”. El recelo estaba fundado en que, luego de recibir agasajos, muchos de los ilustres turistas despotrica­ban en contra de nuestras tradicione­s ya lejos de nuestras fronteras.

Emil Ludwig falleció en 1948, luego de contemplar la caída del Tercer Reich, sin haber escrito sobre México.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico