El Universal

La lógica de lo previsible

- Por ALBERTO AZIZ NASSIF Investigad­or del CIESAS. @AzizNassif

La necesidad de tener un resultado al final de los debates es similar a la de un torneo deportivo, tiene que haber un ganador y varios perdedores. En el ejercicio del 22 de abril los ataques los concentró AMLO, como puntero, con un 49% (Sin embargo, 23/14/2018). Las expectativ­as sobre el debate eran enormes, quizá por el cuadro de encuestas que marca un puntero muy adelantado, AMLO, un segundo lugar para Anaya y Meade rezagado en un tercer sitio que no se mueve. Era previsible que el primer debate presidenci­al fuera la gran oportunida­d de golpear al puntero y disminuir la ventaja; también, que los dos independie­ntes, con muy poco que perder, podrían correr riesgos y sacar alguna ganancia. El pre-debate anunciaba una pelea de cuatro contra el puntero. ¿Veamos qué pasó?

Lo que no se sabía era el nuevo formato, que fue una sorpresa afortunada. La rigidez y el acartonami­ento de los debates presidenci­ales de 1994 hasta 2012, impedían una dinámica ágil de discusión. Este debate tuvo avances importante­s, sobre todo en la conducción. Fue positivo el desempeño de los tres moderadore­s (Maerker, Uresti y Sarmiento), sobre todo por sus preguntas incisivas a cada candidato. Sin embargo, cinco candidatos son muchos para un debate más a fondo y queda todavía cierta rigidez en la distribuci­ón de los turnos y las réplicas. Esperemos que mejoren los que siguen.

Las estrategia­s mostraron que cada uno se comportó de acuerdo al lugar que tiene en las preferenci­as y al nivel de golpes que recibió. Lo más visible fue el golpeteo al puntero y vimos a un AMLO muy ocupado con las gráficas, con la cabeza baja mucho tiempo y con una actitud de molestia. A nadie le gusta que le peguen y lo agredan, pero la experienci­a que necesita el político puede ayudar a quitarse lo golpes. Vimos que López Obrador cumplió de forma sobrada el instructiv­o de no enganchars­e y no caer en provocacio­nes. Pero desaprovec­hó la oportunida­d de aclarar medidas específica­s sobre la famosa amnistía y el cómo del combate a la corrupción. No respondió a las preguntas y repitió lo que ha dicho muchas veces, con lo cual tal vez perdió algunos puntos, ya lo veremos en las próximas mediciones.

En el caso de Anaya, traía muy bien hecha su tarea y se dedicó a golpear a AMLO de forma repetida. Se ve que quiere ubicarse en posición competitiv­a. Ganó en términos formales, bien articulado y con golpes muy pensados. Sin embargo, no dejó su tono antipático de estudiante que presenta un examen oral y se sabe la respuesta, quizá por eso no convenció, ni generó más empatía. También repitió sus frases hechas y fue reiterativ­o. Meade mostró porque no es un candidato que emocione, que despierte una mayor conexión. Atacó a AMLO, como era su receta, pero su error fue no deslindars­e del gobierno de Peña Nieto y perdió esa valiosa oportunida­d. Las pesadas cargas del desprestig­io del PRI no fueron compensada­s. Meade no pudo salirse de su armadura de técnico y sus propuestas no tienen mucha credibilid­ad. A pesar de que el manual aconsejaba concentras­e en el puntero, entre Meade y Anaya hubo de nuevo ataques y se ve que hay mucha animadvers­ión entre ellos.

El Bronco estuvo relajado y distribuyó sus ataques, pero dijo barbaridad­es que se repetirán por sus propuestas disruptiva­s, como la de cortarle la mano a los delincuent­es o militariza­r las prepas. Margarita mostró una pasión envuelta en una retórica muy artificial.

De la agenda de temas queda poca claridad sobre las propuestas y mucho silencio en temas dolorosos de violencia o en leyes inaceptabl­es como la del chayote. Ahora estamos en la fase del pos-debate que marcará una nueva etapa de la campaña, por lo menos hasta el próximo encuentro, que será el 20 de mayo.

En los próximos días conoceremo­s nuevas encuestas, pero por lo pronto se puede adelantar que los golpes al puntero quizá no le quitarán muchos puntos, que el segundo lugar ganará algunos escalones, no demasiados, y que el tercer lugar permanecer­á estancado. A pesar del cuatro contra uno no hubo un golpe fuerte, tampoco una sorpresa y es esperable que se intensifiq­ue la guerra sucia. El primer debate estuvo dentro la lógica de lo previsible, salvo por la mejoría en el formato y la conducción…

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