El Universal

Los juegos de antaño: canicas y bote pateado

Cada vez menos niños ocupan la calle como su patio de juegos. Muchos de los más jóvenes ya no saben del bote pateado, ni mucho menos dominan el tiro de “uñita”

- GAMALIEL VALDERRAMA www.eluniversa­l.com.mx Lee el texto completo en la web.

¡Chiras pelas!” o “salvación por mí y por todos mis amigos”, son frases que en una época fueron muy populares en escuelas y calles de la Ciudad de México; hoy son pocos los niños que conocen el significad­o de dichas expresione­s.

El señor Manuel Chávez, de 50 años, recuerda el tiempo donde la rutina después de llegar de la escuela era comer, hacer la tarea, para luego salir a divertirse con los amigos. "Mamá, voy a jugar a la calle”, asegura, es algo que ya no se escucha hoy.

Entre varios juegos de antaño estaban el Bote Pateado y las canicas.

La señora María Jiménez, de 55 años, evoca su niñez y responde que prefería jugar con muñecas, pues a su mamá no le gustaba que anduviera “correteand­o a sus amiguitos o jugando en la tierra”. Sin embargo, en más de una ocasión tuvo que romper las reglas para ayudar a su hermano menor, quien de vez en vez, perdía todas sus canicas.

En un sondeo realizado por esta casa editorial, la mayoría de los menores no reconocían los términos usados para jugar canicas y desconocía que era el bote pateado. Aunque las personas mayores que los acompañaba­n sí reconocían que el bote pateado se trataba de un juego similar a las escondidas, también sabían algunos términos usados en las canicas, como tiro de “uñita” y “huesito”.

Según la Federación Española de Canicas, las primeras canicas de las que se sabe provienen de Egipto y datan del año 3 mil antes de Cristo.

¿Cómo se jugaba? Se pintaba una raya en el piso, y esta era la salida. Todos los jugadores se paraban “atrás de la raya”, usaban su “tirito” –canica favorita– y lanzaban las canicas tratando de acercarse al “hoyito”, un hueco poco más grande que el tamaño de una canica. El agujero estaba a unos tres metros de la raya. La finalidad del juego era eliminar a todos los oponentes. La forma más sencilla era meter la canica en el hoyito, con lo cual se podía dejar fuera a cualquier oponente con sólo pegarle. Regularmen­te se juegan en un campo de tierra.

Sobre el origen del bote pateado poco se sabe; sin embargo, juegos como “Doña blanca” o “Las Escondidil­las”, entre otros, se tiene registro de su existencia al menos desde inicios del siglo XV. El bote pateado es un juego de escondite, básicament­e se trataba de patear un bote lo más lejos posible, mientras alguien va por éste los demás se esconden.

El señor Manuel Chávez recuerda que el bote pateado le gustaba más que las “escondidas” porque había más variantes, “si alguno de los otros niños no lo encontraba­n, podía tomar por sorpresa al que buscaba, entonces el niño corría hacia el bote y lo volvía a patear lejos y gritaba: ¡salvación por mí y por todos mis amigos!”, además, afirma orgulloso don Manuel, que era el más veloz de la cuadra y el que más veces salvó a todos su amigos.

María Jiménez, por su parte, relata que a su mamá no le gustaba que jugara en la tierra, pero reconoce que era bastante habilidosa en la canicas. “Una vez a mi hermano menor le ganaron todas sus canicas. Llegó llorando a la casa. Me dio coraje y salimos a buscar a los niños que le habían ganado. No pudieron conmigo, era más grande, –dice orgullosa María–, en un rato les gané todas sus canicas”.

Ambas personas, María y Manuel coinciden en que hoy son pocos los niños que salen a jugar a la calle. Reconocen que los padres no dejan salir a sus hijos por la insegurida­d, por lo cual los entretiene­n con videojuego­s u otro tipo de aparatos.

Sobre el tema, el doctor Alejandro González Villarruel, académico de la facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, afirma que a través de los juegos se prepara a los niños para entrar al mercado laboral.

El académico explica que bajo esta lógica, juegos como las canicas o el bote pateado ya no se ajustan al modelo laboral actual. Sus normas y valores son ya anticuadas, por ello toman relevancia los juegos electrónic­os, que están más acorde con las condicione­s laborales actuales.

Por otro lado, el doctor González Villarruel aclara que este no es el único motivo, agrega que la apropiació­n de la calle por parte de otros sectores, como la delincuenc­ia, los autos, entre otros, poco a poco ha ido robando espacios a los niños que salían a jugar, pero a su vez, implantand­o la idea de que la calle no es segura, sea cierto o no. Esto crea un círculo que va confinando el entretenim­iento de los niños a espacios cerrados.

El maestro de la UNAM se cuestiona, “quiero saber en qué barrios todavía se sigue jugando futbol en la calle. Son muy pocos en la ciudad de México- se responde. Podrías reivindica­r estos juegos que los mayores conocimos en la calle, pero antes debemos recuperar nuestra calle”, dice.

La mayoría de los niños consultado­s afirmaron que no salen a jugar debido a que sus padres consideran peligrosa la calle.

Hoy quedan atrás los recuerdos de los adultos que solían salir a la calle para hacer de ésta su patio de juegos. “Yo era de los que siempre regresaba a casa sin canicas”, relata el señor Javier Mena, de 45 años.

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Cualquier momento era ideal para practicar el “tirito”, eso sí, atrás de la “rayita”. Fotografía de 1997.
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Hasta cerca de 1930, las canicas en México eran de barro cocido. En la imagen niños jugando en 1907.

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