¿Qué quiere Kim?
¿E stamos presenciando finalmente el inicio de negociaciones serias para pacificar el conflicto coreano? La pregunta es legítima porque no se trata del primer esfuerzo multilateral de negociaciones con Pyongyang y, lamentablemente, ninguno de esos esfuerzos ha sido capaz de impedir el deterioro de la situación. Además, venimos de una grave dinámica de escalamiento en las tensiones en 2017. Un fracaso de las conversaciones actuales no nos colocaría en el punto en el que esta dinámica se detuvo, sino, probablemente, en un punto más peligroso. Ahora bien, hace unas semanas, hablábamos de dos teorías bajo las cuales diversos analistas estaban intentando interpretar sus señales de Kim. Hoy tendríamos que agregar una tercera.
Un análisis optimista indicaba que Kim sí estaría verdaderamente dispuesto a negociar. Sus motivaciones descansarían en sus importantes avances nucleares, la pertinencia de responder ante las señales positivas del presidente Moon y su necesidad de aliviar la presión de las sanciones. Esta visión, sin embargo, afirmaba que el objetivo último de Pyongyang era ser reconocida de facto como una potencia nuclear, dispuesta a efectuar concesiones, pero bajo nuevos términos. No se contemplaba, o no al menos tan pronto, la posibilidad de que Corea del Norte colocara su desnuclearización sobre la mesa. Ahora, la desnuclearización ha sido ya incluida en la agenda. Pyongyang también ha retirado la exigencia de la salida “total” de las tropas estadounidenses de la península, ha anunciado que detendría sus ensayos y que “desmantelaría” un sitio de pruebas nucleares.
Estas señales han propiciado una segunda visión aún más optimista. Bajo esta óptica, Kim ha comprendido que su supervivencia y la de su régimen en el largo plazo son imposibles de lograr por la ruta del conflicto. Adicionalmente, China ha estado cada vez más dispuesta a aplicar las sanciones a Pyongyang. Por otro lado, Corea del Norte tiene, finalmente, algo tangible con lo cual puede negociar esa supervivencia: un programa nuclear suficientemente avanzado.
Desde otra visión más escéptica, Kim sólo está buscando ganar tiempo para progresar en su programa nuclear. Bajo esta óptica, Pyongyang no ha concedido nada. Kim ha dicho, efectivamente, que está dispuesto a negociar la desnuclearización de la península, pero eso no significa que esto ya haya sucedido.
Además, si bien Kim parece abierto a aceptar la presencia militar estadounidense en la península, eso no implica una concesión, puesto que Washington no ha señalado que esa presencia fuese negociable. Por último, científicos chinos han confirmado que el sitio de ensayos nucleares que Kim había dicho que iba a “desmantelar”, en realidad ya había colapsado desde una detonación en 2017.
En suma, es imposible saber lo que realmente está pasando por la cabeza de Kim, pero podemos asumir que el avance de los programas norcoreanos nuclear y de misiles es real e histórico. Esto significa que Kim sí cuenta, de hecho, con una importantísima baraja de cambio, en caso de que se le ofrezca lo que realmente está buscando. La gran pregunta es si sólo está buscando la supervivencia de su país y su régimen, o si busca algo más. El impacto de las sanciones en Corea del Norte también es real, pero sobre todo lo es debido a que China, el mayor socio comercial de Pyongyang, ha estado dispuesta a aplicarlas. Por ello, el adecuado involucramiento de Beijing en las conversaciones es indispensable. Mientras tanto, queda esperar que las partes aprovechen esta oportunidad con toda seriedad y comprendan los riesgos que implica el no hacerlo.
Norcorea tiene algo tangible con lo cual puede negociar su supervivencia: un programa nuclear suficientemente avanzado