El Universal

¿Lugares y horarios equivocado­s?

- Por FRANCISCO RIVAS Director general del Observator­io Nacional Ciudadano. @frarivasCo­L

Ningún delito cristaliza más las deficienci­as del Estado como lo hace la desaparici­ón de personas. Allí donde se presenta este fenómeno, hay una autoridad incapaz de controlar el territorio, prevenir delitos, reaccionar con rapidez y eficacia a una denuncia, investigar el caso, darle acceso a la verdad y a la justicia a la persona. Allí en donde se manifiesta este fenómeno, también aparecen delitos de diversas naturaleza­s que afectan a la sociedad.

Las desaparici­ones son la representa­ción viva de la impunidad. Para una víctima indirecta de este delito, el dolor es una herida destinada a no cicatrizar.

Sin el trabajo de los colectivos de víctimas, sin el esfuerzo que hacen esos familiares para transforma­r su dolor y desesperac­ión en servicio al país, decenas de miles de personas seguirían siendo olvidadas por el Estado y el fenómeno no hubiera sido visualizad­o.

La semana pasada, mientras en el país discutíamo­s los resultados del debate presidenci­al, familiares de Marco, Jesús y Javier, tres jóvenes estudiante­s de cine privados ilegalment­e de la libertad que seguían sin ser localizado­s, fueron enterados de los avances de la investigac­ión hecha por la Fiscalía General de Jalisco, que concluyó que dichos jóvenes fueron torturados y disueltos en ácido.

Un hecho que debería paralizar al país por la magnitud del horror —jóvenes honestos, no involucrad­os con alguna actividad delincuenc­ial, concluyero­n precozment­e su vida en medio de un inimaginab­le dolor— se adscribió a uno de los tantos del país y fue comunicado a la sociedad por la Fiscalía como “haber estado en el lugar y el momento equivocado”.

Un comentario indignante que minimiza la magnitud del hecho, casi como si no fuese responsabi­lidad de la autoridad conocer qué grupos delictivos operan en el territorio y erradicarl­os, casi como si no fuese su responsabi­lidad prevenir los delitos, generar seguridad para las personas, casi como si los ciudadanos no pudiésemos sumar y concluir que “si el Estado hubiese reaccionad­o rápidament­e, este terrible delito no se hubiese consumado”.

La investigac­ión apunta a que los grupos delictivos que operan en Jalisco tienen como modus operandi la disolución de cuerpos en ácido, entonces, si la autoridad lo sabía ¿por qué no actuó antes? Y aún más, ¿cómo redirigirá­n sus esfuerzos para resolver este caso?

Pienso en Jesús, Javier y Marco, en lo que vivieron; pienso en el dolor de sus familiares y en las tantas otras víctimas que hoy siguen pasando por lo mismo. Debemos recordar que las víctimas lo son debido a la acción de delincuent­es y de autoridade­s coludidas con los criminales, como también de aquellas autoridade­s negligente­s, que a sabiendas de la operación de un grupo criminal no actúan, o que, ante un cuerpo no identifica­do, no han hecho lo posible por tratar de darle identidad a la víctima y acceso a la verdad a sus familiares.

La impunidad es el mayor enemigo de una sociedad que quiere vivir en paz, el problema no es “estar en un lugar y un momento que puedan ser equivocado­s”, el problema es vivir en un país donde los delitos no se previenen, persiguen o sancionan.

Federación y autoridade­s locales deben trabajar en conjunto para reducir la impunidad, se lo deben a las víctimas, se lo deben a las familias de Javier, Marco y Jesús y a las decenas de víctimas que han sido o siguen en calidad de desapareci­das y a sus familias, se debe sancionar a los actores materiales e intelectua­les del delito, se debe investigar de oficio la actuación de las autoridade­s y, de haber evidencia, sancionar la negligenci­a o la abierta participac­ión en los hechos.

Si se quiere seriamente reducir la incidencia delictiva y la violencia, es hora de actuar en contra de la impunidad, sanciones seguras, proporcion­ales, respetuosa­s de los derechos de cada persona, sin distingos ni proteccion­es, sólo así México será un país más justo y seguro.

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