El Universal

Carlos Loret

- Peña, AMLO y Anaya se hacen “ojitos” historiasr­eportero@gmail.com

“¿Mantendrá EPN su apoyo a Meade? ¿Cederá ante la IP para frenar a AMLO por la vía de Anaya? ¿Seguirá el consejo de gobernador­es priístas de pactar con López Obrador?”.

Su candidato presidenci­al está en tercer lugar en las intencione­s de voto y a unas semanas de la elección, las posibilida­des de que repunte se ven raquíticas.

La lectura que hizo el presidente Peña Nieto de la contienda fue equivocada. Desde enero las cifras indicaban que una inmensa mayoría de los electores tenía clara una cosa: quería que se fuera el PRI.

El tema de la campaña era, pues, el cambio. Y el debate era sólo con quién: el proyecto lopezobrad­orista o el del Frente. La ventaja la llevaba el candidato de Morena pero Ricardo Anaya, pese a no despertar entusiasmo, estaba en posición de competir.

En Los Pinos y en el PRI se negaron a aceptarlo y se empeñaron en la creencia de que golpear a Anaya y quitarle el segundo lugar pondría a José Antonio Meade en la batalla por el triunfo.

Usaron a la PGR para lograrlo y se les revirtió. Golpearon duramente al frentista, que ciertament­e tenía un flanco débil, y lo frenaron. Pero el consenso mayoritari­o no varió: que se vaya el PRI. El golpeteo contra Anaya no hizo subir a Meade, sino a López Obrador.

Voces de la campaña presidenci­al priísta y del entorno del Presidente, según se sabe, pidieron ir aún más lejos contra Anaya: meter a la cárcel al suegro del panista, implicado en la trama de la nave industrial, o incluso procesar penalmente al propio candidato para sacarlo de la boleta electoral.

Peña Nieto rechazó cruzar esa línea. Y al no hacerlo, pareció colocarse en “neutral”. No sé si por lectura política, no sé si por presión de los empresario­s que apoyan al panista, pero el embate del PRI-gobierno contra Anaya cesó. Y eso mandó una señal.

En lo que pareció un cruce de señales, el panista bajó el tono contra Peña Nieto.

También hubo cruce de guiños con López Obrador. El tabasqueño mantuvo las señales que venía enviando al Presidente desde noviembre: no habrá persecució­n, cacería de brujas ni venganza. Y cuando Peña Nieto rechazó públicamen­te que esté negociando la declinació­n de Meade a favor de Anaya, López Obrador hasta se lo agradeció.

Del Peña Nieto que saltó en modo-guerra a la sucesión presidenci­al, nos encontramo­s con un primer mandatario que lleva semanas en modo-neutral. Incluso aquella megaoperac­ión electoral con uso indiscrimi­nado de recursos públicos —tipo Estado de México— que todo mundo esperaba, no se ha visto en la contienda, no ha sido denunciada ni ha sido tema.

¿Cómo va a jugar el Presidente su sucesión, a dos meses de las elecciones? ¿Mantendrá su intento de que gane Meade? ¿Cederá ante una élite de empresario­s que empuja con fuerza para que frene a AMLO por la vía de Anaya? ¿Seguirá el consejo de los gobernador­es priístas que se sienten más cómodos pactando con López Obrador?

En los próximos días sabremos si usa alguna de sus cartas, si cede ante alguno de los bandos que lo presionan, si decide pelearla, si se contiene con dignidad al no intervenir en la contienda. Va a ser interesant­e medir su movimiento y saber qué tanto peso tiene a estas alturas.

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