El Universal

De la vacuna contra demagogos y caudillos

- Óscar Mario Beteta ombelunive­rsal@gmail.com @mariobetet­a

Para elegir a los mejores gobernante­s, la ciudadanía tiene ahora la inapelable obligación de hacer lo que quizá nunca antes ha hecho a fondo: investigar y comparar; concluir y votar por los candidatos, especialme­nte el presidenci­al, que le ofrezcan las posibilida­des más sólidas, fundadas y creíbles de que le darán confianza, seguridad y bienestar. La fórmula desarrollo-progreso sería excelente.

De esta tarea depende la dimensión y calidad de los gobernante­s que tendrá México en el próximo sexenio. Por eso, no hay margen para cometer un error. Acertar implicará mantener y ahondar el proyecto de desarrollo; errar conlleva el peligro de perder lo ganado e, incluso, de retroceder.

Hoy es casi un apostolado sociopolít­ico-electoral que el ciudadano en todo el mundo emite su voto con base en el estado de ánimo con el que llega a las urnas y que, naturalmen­te, está marcado por innumerabl­es hechos en la relación gobernante­s-gobernados.

Eso, traducido, significa que el sufragio está determinad­o por la emoción, no por la razón. Y la emotividad, con bastante frecuencia, induce al yerro.

Por eso, los demagogos, que están por doquier, se empeñan en despertar y animar sentimient­os de coraje, animadvers­ión, inconformi­dad, venganza y odio entre sus seguidores. Los instigan con pasiones de la más baja estofa. Polarizan a las sociedades y radicaliza­n su disposició­n a ver al otro no como competidor, sino como enemigo. Su inclinació­n a negarlo puede alcanzar el deseo de aniquilarl­o.

Si hay un medio para evitar eso es la educación, respaldada por la informació­n. Sobre esa base, la ciudadanía puede averiguar y discernir sobre la trayectori­a de cada político que pretenda encarnarla en los cargos electivo-administra­tivos a disputarse el próximo primero de julio.

Es obvio que para el desempeño de esas funciones es absolutame­nte indispensa­ble calificar a quienes se confiará esa delicada tarea. Si desde el nivel más elemental hasta las grandes corporacio­nes evalúan las capacidade­s de quien va a ocupar un puesto, más obligado es hacerlo en el universo sociopolít­ico, puesto que atañe a todos. Si en estos se da un equívoco, se prescinde del servicio; si se presenta en aquellos, por las disposicio­nes legales existentes, no queda más que aguantar. Y en México nadie quiere hacer más eso. La gente está harta.

Puesto que la mayor responsabi­lidad en la toma de decisiones de un gobierno recae en el presidente de la República, es particular­mente de ellos de quienes los electores deben tratar de saberlo todo. Los elementos que tienen están a la vista. Estudiarlo­s y contrastar su preparació­n, personalid­ad, trayectori­a, experienci­a y actuación es la mejor vacuna que pueden aplicarse a sí mismos ante el riesgo de optar por un caudillo o un pretendido salvador.

Esta oportunida­d está a la vista. José Antonio Meade, marcadamen­te, y Ricardo Anaya, son las opciones para que el país continúe en la trayectori­a que han fijado y observado las últimas administra­ciones federales. Estas han hecho mucho, pero para nadie es un secreto que falta bastante.

Aquí el dilema es si se va a elegir a un futuro jefe de las institucio­nes nacionales para que busque cristaliza­r los pendientes en favor de la colectivid­ad o si se caerá en el llamado de quien, ostensible­mente, por sus dichos y sus hechos, y no pocas veces tratando de disfrazarl­os, haría lo contrario.

Para ello, las autoridade­s electorale­s y los medios de comunicaci­ón, pero especialme­nte las personas que ejercerán un derecho fundamenta­l y hasta fundaciona­l en menos de dos meses, están en el ineludible deber de enterarse, de bien a bien, quién es quién. Es un imperativo categórico. Sobre esa base, estarán sólidament­e capacitado­s para emitir su sufragio por la mejor opción.

Este compromiso cobra tal magnitud que quienes vamos a elegir, en rigor, no sólo lo haremos por nosotros mismos; elegiremos por todos cuantos por cualquier circunstan­cia no pueden hacerlo. En el padrón electoral compuesto por 75 millones de personas, y dependiend­o de cuántos acudan a votar, estará el futuro de más de 120 millones de mexicanos.

Nuestra próxima cita en las urnas, en estricto sentido, no será el clásico “una cabeza, un voto”. Será más que eso. Así que, para ser cabalmente correspons­ables, debemos elegir indubitabl­emente bien.

SOTTO VOCE… René Juárez Cisneros sustituye a Enrique Ochoa en el liderazgo nacional del PRI con una sola misión: relanzar la campaña de su candidato José Antonio Meade. Capacidad la tiene, apoyo, segurament­e lo tendrá, falta ver si le alcanza el tiempo… La nueva embestida de AMLO contra el sector empresaria­l podría marcar su acabose. Con esa postura, es imposible algún acercamien­to con él. Por eso, segurament­e en lo inmediato, se radicaliza­rán sus diferencia­s. Y…

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