Un movimiento “sin legado político”
• Expertos señalan que aunque las revueltas de 1968 generaron cambios, existe frustración
Lieja, Bélgica.— En Lieja, una urbe en el corazón de la francófona Valonia y que vive en la nostalgia de la época dorada de la industria metalúrgica, Jean Luc Degee intenta mantener vivo el espíritu de Mayo de 1968.
Canaliza sus esfuerzos a través de conferencias, cine, debates y lecturas, y acompañado de antropólogos, historiadores y sociólogos de Pueblo y Cultura Valonia-Bruselas, una asociación fundada tras la revuelta estudiantil.
“Antes pensábamos que todo era cerrado, la burocracia, la tecnocracia; no había imaginación ni utopía; 1968 reinventó el posible, de allí la importancia de mantener vigente ese cambio imaginario”, dice a EL UNIVERSAL.
“La sociedad actual se queja, desconfía de las instituciones, pero al mismo tiempo está resignada, dice que no se puede hacer nada. El 68 demostró que sí se puede, que hay alternativa”, precisa, y advierte que de olvidar aquel pasaje, con sus logros, fracasos y errores, la derecha radical y xenófoba continuará ganando terreno en Europa, explotando la “rabia social” hacia la clase política y manteniendo el debate sobre identidad, migración y seguridad.
“Muchos miembros del movimiento no hicimos carrera política, nos dedicamos a la academia, al periodismo, el cine, el arte y los negocios. Cada uno trató de cambiar las cosas a su nivel, como los Zapatistas [en México], pensando que era posible cambiar la sociedad sin tomar el poder. El cambio fue poquito. Hay frustración”, dice rodeado de libros y suplementos periodísticos de la época.
En 1968 estudiantes de todo el mundo tomaron las calles desafiando el poder, desde Ámsterdam y Praga hasta Berkeley y Tokio.
El movimiento llegó un año después a Bélgica, donde los estudiantes se levantaron en oposición a una sociedad cerrada y sus instituciones asfixiantes. Aunque a diferencia de la lucha encabezada en Francia por el anarquista Daniel Cohn-Bendit, el maoísta Alain Geismar y el trotskista Alain Krivine, la flama estudiantil no contaminó a los trabajadores.
En España la batalla fue doble, contra la policía que atizaba y el régimen opresor del general Francisco Franco, recuerda el eurodiputado José Maria Terricabras, protagonista en la lucha librada desde la atrincherada Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona.
Afirma que Mayo del 68 representó la llegada de una luz de esperanza, poniendo de manifiesto la gravedad de los problemas sociales, de justicia, igualdad y libertad que había no sólo en Francia, sino en Europa.
“Lo que ocurre es que después el poder es el poder. El legado de este movimiento no ha sido desgraciadamente uno político, en aquellos momentos hubo un tipo de movimiento más izquierdista, pero si ahora se mira no sólo a Europa, también a América Latina, vamos hacia una derecha que me asusta porque es una señal hacia más desigualdad”, dice Terricabras.
“Políticamente todo siguió relativamente igual, pero socialmente, el sentido de libertad y de participación ciudadana viene de allí y este es el legado básico del 68”, agrega.
El eurodiputado señala que 50 años después, la herencia de las protestas se manifiesta en las universidades, en donde la jerarquía académica cedió frente a las presiones de los estudiantes. Igualmente percibe el sentimiento del movimiento del 68 en la mayor participación ciudadana a través de las ONG.
“Algunos movimientos recibieron un empujón y hoy se han consolidado, la libertad sexual y la igualdad de las mujeres”.
Por su parte, el sociólogo Bernard Duterme, director del Centro Tricontinental en Lovaina la Nueva (CETRI), reconoce que el levantamiento no condujo a transformaciones específicas y su invocación, cinco décadas después, resulta “artificial” y “hasta cierto punto forzada”; sin embargo, afirma que la resistencia, la agitación rebelde y la lucha contra el orden sigue teniendo vigencia ante el aumento generalizado de la desigualdad, la degradación acelerada del medio ambiente, la extracción indiscriminada de materias primas, entre otros desafíos sociales, políticos y culturales.
Ante la opresión de las libertades, Terricabras cree que habrá una nueva explosión de movimientos. Sin embargo, afirma, “uno significativo, como el de Mayo del 68, no creo que se vaya a producir, aunque podría equivocarme”.