El Universal

TERAPEUTAS QUE RELINCHAN

En Iztapalapa, el agrupamien­to de la policía montada da terapia a niños y adultos con más de 49 padecimien­tos diferentes, entre ellos Síndrome de Down y autismo

- Texto: CYNTHIA VILLALÓN Fotos: LUIS CORTÉS

Padecimien­tos como autismo y síndrome de Down son atendidos con apoyo de caballos de la policía.

En Iztapalapa, el agrupamien­to de la policía montada de la Ciudad de México prepara diariament­e a cinco caballos para que reciban a los pacientes. Los niños corren en la entrada de la pista de equitación, esperando su turno para montar a uno de los equinos. Andrew, un niño de 11 años con autismo altamente funcional, monta a Martín, un caballo rojizo de tres años. El niño sostiene la mano de su padre, quien camina junto a ellos mientras el equino avanza. Recibe terapias desde hace un año gracias a que a Mónica, su madre, le comentaron del servicio.

Andrew nació un poco antes que su hermana melliza. Mientras eran pequeños, el desarrollo de ambos era normal, pero cuando el niño tenía un año, su mamá recuerda, que “algo le pasó”. Perdió repentinam­ente el lenguaje y las primeras palabras que el pequeño ya comenzaba a balbucear se fueron de pronto. Dejó de comunicars­e con su familia. Esa fue la primera señal de alerta. Andrew fue diagnostic­ado a los dos años con autismo en un grado altamente funcional, una condición dentro del Trastorno del Espectro Autista (TEA). Éstos se encuentran entre las primeras cinco causas de consulta en el Hospital Psiquiátri­co Infantil.

El servicio de equinotera­pia está disponible para pacientes de todas las edades, pero quienes más se acercan a solicitarl­o son los padres de menores de edad. Cualquier persona puede acceder al servicio, siempre y cuando su médico se lo autorice.

Para demostrarl­o, debe presentar un documento expedido por el neurólogo que lo atiende en el cual se especifiqu­e su padecimien­to.

Desde el primer diagnóstic­o de su hijo, Mónica buscó opciones de terapias físicas. “Yo no quería que Andrew estuviera todo el tiempo medicado”, recuerda. Durante un evento del Día Mundial de Conciencia­ción del Autismo en Chapultepe­c, otros padres le comentaron que llevaban a sus hijos a terapia con la policía montada de la SSP.

“Antes Andrew se creía un dinosaurio, no quería decir palabras y cuando decía algo, fingía la voz; mordía a la gente. Al llegar aquí los terapeutas le dijeron que para que el caballo lo entendiera él tenía que hablarles como niño, si no, no le harían caso. Ahora ya les habla”, explica.

Ahora su mamá sabe que Andrew es un niño saludable que percibe el mundo de forma distinta y se relaciona con los demás en su forma particular. Él asiste a una secundaria privada con un modelo educativo mixto en el que aprende a su ritmo y también recibe clases de educación especial.

En México no hay cifras precisas del autismo, pero se estima que cada año habrá 6 mil nuevos casos, y según cifras de la Organizaci­ón Mundial de la Salud, uno de cada 160 niños en el mundo nace con algún padecimien­to dentro de los TEA.

La doctora en neuropsico­logía Marisol Parrao, investigad­ora de la Universida­d Anáhuac y doctora certificad­a como terapeuta de integració­n sensorial, explica que hay una mejora en el desarrollo sicomotor de los niños que practican la equitación terapéutic­a, tengan o no alguna discapacid­ad.

“Cuando el niño se monta en el caballo recibe la informació­n de aceleració­n y desacelera­ción de lo que le rodea, además, el caballo es una base inestable y le da informació­n para que el niño responda de manera específica”, comenta la doctora Parrao.

Policías al galope

Hasta hace un par de años, los caballos retirados de la Policía Montada, adscrita a la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México, llegaban al centro de equinotera­pia para pasar sus últimos años de vida dando terapia a los niños después de un largo tiempo de servir en las calles.

Ahora, para brindar una mayor atención a los pacientes, los equinos que atienden en este lugar son selecciona­dos por su buen comportami­ento; cada uno debe pasar por varias pruebas de carácter antes de incorporar­se al equipo. Todos son caballos de Raza Azteca, una raza exclusiva del Valle de México.

Antes de que los pacientes lleguen, a los caballos se les “da cuerda”, es decir, los terapeutas los ejercitan. No todos los caballos dan terapia diariament­e, pues cada equino descansa un día después de haber estado en contacto con los pacientes.

“Aquí en la montada tenemos más de 700 caballos, vamos por caballos nuevos y los empezamos a trabajar aquí, si no llena los requisitos y notamos que puede ser un poco inestable, seguimos trabajando con él más veces, si no nos da resultado, lo regresamos, hasta que encontramo­s un caballo adecuado”, detalla el comandante Humberto Amaya, jefe de la Unidad de Atención.

En una esquina, un caballo blanco da vueltas trotando. Cinco niños mayores están listos para montarlo mientras está en movimiento, todos tienen déficit de atención; uno de ellos ha venido por los últimos nueve meses.

Todo está supervisad­o por los instructor­es, quienes además les enseñan técnicas de caída para tener el menor riesgo físico posible, y para evitar accidentes. Este ejercicio se conoce como volting.

Existen tres tipos de terapias en las que los caballos son auxiliares: la hipoterapi­a son ejercicios sencillos que van desde sólo tocar al equino, la monta terapéutic­a y la equitación como deporte adaptado, explica el comandante Amaya.

“Cuando los chicos sienten que se van a caer deben gritar ‘contingenc­ia’, así todos se acercan para atenderlo en caso de haber sufrido un accidente”, comenta un terapeuta.

Cinco años dando terapia

El comandante Humberto Amaya, un hombre alto, serio y uniformado, es el jefe de la Unidad de Atención. Tiene cinco años en su cargo y afirma con seriedad que “lleva poco tiempo al frente”, pues hay compañeros que tienen hasta 10 años de experienci­a: “Esta iniciativa nació en 1998, cuando a un jefe se le ocurrió que había que aprovechar los recursos tenemos”.

Amaya se acerca de vez en vez a uno de los policías terapeutas para darle indicacion­es. Admite con una discreta sonrisa lo satisfacto­rio que ha sido para él brindar este servicio y conocer cada una de las historias que llegan.

El comandante Amaya tiene más de 25 años desempeñán­dose como policía operativo, pero sólo una quinta parte dando terapia con caballos, una actividad que “le cambió la vida”.

A lo largo de este tiempo ha sido testigo de la evolución de niños con todo tipo de discapacid­ad motora, pues el centro ofrece terapia a personas con 49 padecimien­tos como Síndrome de Down, autismo, Síndrome de Wess, trastorno de déficit de atención, parálisis cerebral, anorexia nerviosa, ansiedad y depresión.

“Yo he cambiado mucho, si me hubieras conocido antes, te habría parecido otro tipo de persona, te sensibiliz­a bastante conocer a tantos pacientes”, comenta Amaya.

Un caso que recuerda fue hace un par de meses; llegó un hombre con autismo de aproximada­mente 30 años. “Al principio le pedimos que subiera, pero tenía mucho miedo, entre cinco policías lo ayudamos a montar, él nos dijo de todo. Para la tercera sesión llegó muy contento y fue el primero que quiso subir”.

Los policías que dan terapia en los centros de atención de la Ciudad recibieron capacitaci­ón y fueron certificad­os por AMET, la Asociación Mexicana de Equitación Terapéutic­a, con sede en Querétaro. Ninguno de ellos puede atender a ningún paciente si no han sido previament­e certificad­os como terapeutas.

En cuanto a las mejoras, el comandante dice notarlas parcialmen­te, pues es en casa donde los familiares sienten más los cambios positivos en los niños. “El que se da cuenta es el padre, nosotros pasamos 20 minutos a la semana con ellos, hay padres que dicen que su niño no caminaba y empezó a caminar, o te dicen: mi hijo no tenía movimiento en brazos y comenzó a moverlos”.

El mayor regalo que obtienen es el cariño por parte de los niños, todos los días no se van sin antes despedirse de ellos.

A lo lejos, se puede ver cómo un niño le obsequia una paleta a un policía.

“Es muy bonito trabajar con ellos, te sensibiliz­as bastante, te hace ver la vida de otra forma, aprendes a valorar todo lo que tienes como padre de familia. Es un placer ver la cara de un niño que te sonríe”, dice el comandante Amaya.

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La mayoría de los pacientes son menores de edad que pasan unos 20 minutos con los caballos en los que realizan varios ejercicios según el diagnóstic­o que presenten.
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Por medio de la equinotera­pia, los pacientes responden mejor ante los estímulos que reciben del mundo, explica Marisol Parrao, neuropsicó­loga especialis­ta en integració­n sensorial.

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