El Universal

El drástico cambio geopolític­o que se avecina

- Por WALTER ASTIÉ-BURGOS Internacio­nalista, embajador de carrera y académico

Conforme a la irrefutabl­e verdad histórica de que los imperios siempre perecen, Alfred W. McCoy, de la Universida­d de Wisconsin-Madison, afirmó en 2010 que la expectativ­a de Washington de que la supremacía de Estados Unidos feneciera hasta 2040-2050, era infundada. Calculó que ello acontecerí­a alrededor de 2025, pero con la inesperada elección del destructiv­o Donald Trump, en su artículo The Demolition of U.S. Power aclara que el declive final comenzó el año pasado. En efecto, los pilares de la hegemonía de EU están siendo “demolidos” sistemátic­amente: ello comprende desde sabotear la confianza, cooperació­n y credibilid­ad en que sustentan la histórica alianza atlántica y la integració­n regional con los dos únicos vecinos territoria­les, hasta la renuncia al liderazgo global al abandonar el Tratado de Asociación Transpacíf­ico (TPP), el Acuerdo de París sobre el cambio climático, el acuerdo nuclear con Irán, el rechazo al libre comercio, la imposición de aranceles para iniciar una guerra comercial, el provocativ­o e innecesari­o traslado de su embajada a Jerusalén (cuya inauguraci­ón ya cobró 58 vidas)... Adicionalm­ente, como el poderío estadounid­ense se hizo acompañar de la autoasigna­da misión de impulsar la libertad, la democracia, el respeto de los derechos humanos, la economía de mercado, el progreso humano, los valores estadounid­enses, etcétera, en este renglón también se perdió prestigio y respetabil­idad. El actual país trumpiano nativista, aislacioni­sta, unilateral­ista, egoísta, desleal, militarist­a, racista, machista, insensible a las tragedias de la humanidad, ya no es el “líder moral del mundo libre”.

Paralelame­nte, el imparable avance de China deja ver que, hacia el año 2030, desplazará a EU como primera potencia económico del mundo. Paradójica­mente Trump le está cediendo espacios y facilitand­o el ascenso. Si bien desde el siglo XVI, cuando comenzó la globalizac­ión merced a la expansión europea, diversas potencias han figurado como principale­s (España, Francia, Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos), todas han sido occidental­es. Esa realidad ha hecho que las relaciones internacio­nales estén dominadas por Occidente y que todos sus componente­s, mecanismos, institucio­nes, usos y costumbres también sean occidental­es. Por ello, el cambio geopolític­o que se avecina será tremendame­nte drástico, pues por primera vez en la historia una nación no occidental asumirá el liderazgo y se convertirá en el axis mundi. Lo anterior implicará una profunda alteración del equilibrio del poder planetario, máxime si tenemos en cuenta que otras naciones asiáticas como India, Japón, Indonesia, Arabia Saudita, Turquía y Corea del Sur, igualmente formaran parte de las más importante­s 15 economías. Las únicas europeas que permanecer­án en ese exclusivo grupo, serán Alemania, Gran Bretaña, Francia y Rusia. Con las reservas del caso, puesto que este tipo de previsione­s pueden cambiar por múltiples motivos, México y Brasil estarán entre esas quince, todo lo cual, en su conjunto, modificará radicalmen­te el sistema internacio­nal.

En virtud de que el dramático cambio geopolític­o que se avecina representa­rá un gran reto para nuestra política exterior y para la composició­n de nuestras relaciones externas, cabe preguntars­e si nuestros candidatos a la Presidenci­a están informados al respecto, si cuentan con algún proyecto para enfrentar las nuevas y complejas realidades de la futura vida internacio­nal, y si están consciente­s que dicha política debe mirar más allá de nuestra tradiciona­l vinculació­n a un Estados Unidos en el cual, como claramente lo precisó la canciller alemana Ángela Merkel, “ya no podemos confiar”.

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