El Universal

Caótica incertidum­bre

- Por JEAN MEYER Investigad­or del CIDE

Hace más o menos 3 mil 500 años, en la China de la dinastía Shang, los especialis­tas predecían el futuro raspando y examinando huesos. Desde aquel entonces las cosas cambiaron bastante, pero la demanda de prediccion­es sigue tan grande como siempre; mucha gente no sale a la calle antes de haber consultado su horóscopo. Estoy pensando en un querido amigo y muy serio historiado­r. Y ahora, a pocas semanas de nuestras elecciones presidenci­ales y demás, los sondeos tienen el mismo papel que la raspa de los huesos en la muy antigua China. Con la misma probabilid­ad de atinar o de fallar. Águila o sol. Nos encontramo­s en la misma situación, aunque mucho menos trágica que Moctezuma cuando intentaba descifrar presagios y asesorarse con augurios. Vanamente. ¿Qué le vamos hacer?

Con todos los progresos de la geología y de la sismología, no se puede predecir con exactitud el inevitable temblor. Desde la época de Isaac Newton, matemático­s y físicos se quedan perplejos frente al “problema de N-cuerpos”. Newton genialment­e descubrió que dos objetos se atraen con una fuerza proporcion­al a sus masas e inversamen­te proporcion­al al cuadrado de su distancia. Pero cuando mas de dos objetos entran en interacció­n, se vuelve muy difícil, casi imposible, resolver con exactitud las ecuaciones de sus movimiento­s. Se ha progresado lo suficiente para lanzar cohetes y satélites, pero no para prever la llegada de asteroides y cometas. Es cuando entra la posibilida­d de lo que los científico­s llaman un “sistema caótico”.

Obviamente, la historia de la humanidad en general y la historia política a corto plazo entran en esa categoría. Si la turbulenci­a en los fluidos es un problema difícil de resolver, la turbulenci­a social o política que, tarde o temprano, ha de llegar, no es menos problemáti­ca, imposible de predecir a ciencia cierta. Hace exactament­e veinte años, mi tocayo David A. Meyer y su colega Thad Brown publicaron, en Physical Review Letters, la demostraci­ón formal de que las decisiones colectivas pueden ser “caóticas”, incluso cuando se conoce a todos los participan­tes y las reglas de la toma de decisión, las prediccion­es pueden fallar. Incluso los tomadores de decisión no humanos, las computador­as, se encuentran sometidos a la “caótica incertidum­bre”.

Esa incertidum­bre provoca la sorpresa cuando ocurre el terremoto geológico, cósmico o político. La sorpresa, a su vez, encandila, ciega la vista, la sensación mata la percepción, atonta el entendimie­nto que reacciona sin reflexión, con ideas de pánico, incoherent­es, incompleta­s, como cuando uno se cayó y se pegó en la cabeza, como el hombre caído al agua y que no sabe nadar. Eso nos puede pasar, sea cual sea el resultado de las elecciones del primero de julio. Por eso quiero citar al admirable Adolfo Castañón, en la nueva introducci­ón de sus Recuerdos de Coyoacán. Tránsito de Octavio Paz (UNAM, 2015).

“La historia de México es una historia que todavía podemos considerar en términos de una historia prometida. Nuestra historia está por venir, por empezar. Hemos vivido una suerte de prehistori­a, a pesar de nuestros orgullos políticos, y si no hemos vivido una prehistori­a, por lo menos estamos viviendo verdaderam­ente en el principio del principio; en las fases más vulnerable­s y por así decir más infantiles y expuestas de nuestra historia. En términos de una larga duración histórica en el México moderno, estamos apenas en los primeros meses o en los primeros tiempos posteriore­s a la gestación, ha sido una gestación muy larga, muy dolorosa, terrible y con todos los dolores del alumbramie­nto; pero la historia de México está por empezar”.

Dijo hace poco el gran cineasta finlandés Aki Kaurismäki que “nunca hubo tantos sociópatas en el poder… el mundo está en las peores manos posibles, conducido por idiotas… El 90% de la población (del planeta) quiere vivir, plantar su huerto, criar a sus hijos y no puede. El 10% restante son esos sociópatas que tienen el poder”. Tenemos que rezar para que nuestros futuros dirigentes, en todos los niveles, y no importa su color, no entren en la categoría de los sociópatas, para que la historia de México pueda empezar para bien.

Tenemos que rezar para que nuestros futuros dirigentes, y no importa su color, no entren en la categoría de los sociópatas

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