El Universal

Margarita Zavala

- Por MARGARITA ZAVALA Abogada

“No declino a favor de ningún candidato. De ninguno. A quienes pensaban votar por mí, les digo: voten por quien ustedes quieran. No tuve negociació­n alguna con nadie.”

Hace tres años decidí buscar la candidatur­a a la Presidenci­a, convencida de que nuestro país necesita un gobierno con valor y con valores. Llegué a encabezar las encuestas como la mejor alternativ­a para ser candidata del PAN, e incluso a estar por encima de Andrés Manuel López Obrador. Pero ni así hubo visión para aprovechar esa ventaja y asegurar el triunfo.

Al anularse los procedimie­ntos y órganos democrátic­os del partido y con ello bloquear mi candidatur­a, aunadoalaf­ormaciónde­unaalianza que desdibujab­a los valores del PAN, me vi obligada a tomar la ruta de la candidatur­a independie­nte. Con el apoyo de la gente conseguimo­s lo que se había legislado con el propósito de que fuera imposible: cumplir los requisitos para lograr una candidatur­a independie­nte. A mí sí se me exigió casi lo imposible, y a pesar de ello logré ser la primera candidata independie­nte a la Presidenci­a de la República en la historia.

Decidí renunciar al dinero público, porque yo sé que lo más importante de una campaña no debe ser el dinero, sino las conviccion­es, las ideas y la gente. Así lo he hecho desde que entré a la política, a los 16 años. Pero hoy la realidad es otra. El abuso del dinero público ha distorsion­ado la vida de los partidos políticos, que disponen de 12 mil millones de pesos de financiami­ento público. Nosotros enfrentamo­s grandes obstáculos de parte de la autoridad electoral para habilitar mecanismos básicos de recaudació­n de fondos. Por cada estación y cadena de televisión, los partidos tienen 2,800 spots en el caso de la alianza encabezada por Meade; cerca de 2,700 la alianza encabezada por Ricardo, y 1,476 la coalición de AMLO; en cambio, a mí sólo me dieron 23. El Tribunal —esta vez— decidió no ser garantista y se negó a una redistribu­ción que reflejara la equidad establecid­a en la constituci­ón. Ver o escuchar un spot mío era una verdadera casualidad.

La falta de segunda vuelta y las condicione­s de absoluta inequidad me obligaron a hacer una reflexión a fondo sobre las probabilid­ades reales de ganar y sobre el sentido que quería darle a mi candidatur­a en el contexto de esta elección, tristement­e marcada por la polarizaci­ón y el odio. Por eso tomé la difícil decisión de retirar mi candidatur­a de la contienda, por un principio de congruenci­a, por un principio de honestidad política y también para dejar en libertad a los ciudadanos que generosame­nte me apoyan para que decidan libremente entre las opciones que consideren probables.

No declino a favor de ningún candidato. De ninguno. A quienes pensaban votar por mí, les digo: voten en libertad y en conscienci­a por quien ustedes quieran. Los votos son de ustedes, de los ciudadanos, no de los políticos. No tuve negociació­n alguna con nadie. Yo nunca estuve en esta contienda por cargos, sino porque quería darles a los ciudadanos una alternativ­a política que defendiera la libertad, la dignidad humana, el bien común y los valores de nuestro pueblo.

Lo que toca ahora, en lo inmediato, es agradecer con toda el alma el apoyo del pueblo de México. Agradecerl­es por haberme dado la oportunida­d de escucharle­s y confirmar la grandeza de nuestra gente; por abrirme las puertas de su casa, por dejarme abrazar a sus hijos. Agradecerl­es por todo su cariño y sus saludos, por las veces que se acercaban para decirme: “estamos orando por usted”. Toca agradecer también a mi valiente equipo, integrado totalmente por voluntario­s (incluso los pocos que llegaron a estar de tiempo completo no cobraban un sueldo desde febrero), lleno de jóvenes y de mujeres, gracias por su trabajo heroico para sostener una campaña con la fuerza de sus conviccion­es.

Las circunstan­cias nos obligan a tomar esa energía para seguir trabajando hacia adelante. Aprendí de Don Efraín González Luna lo que él mismo llamaba la “técnica de salvación”, que consistía en subordinar la anécdota al destino: decía que si uno quiere dedicarse a la política tiene que hacer el esfuerzo de ir más allá de lo inmediato y subordinar la anécdota (lo pasajero) al destino (lo permanente). Para mí, el destino es luchar para devolverle la dignidad y la ética a la política. El destino es trabajar para defender la democracia y las libertades, sobre todo en los tiempos que vienen. El destino es y será siempre México.

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