El Universal

Jorge Buendía

- Jorge Buendía

“Que 30 estados tengan comicios locales a la par de la elección presidenci­al conlleva el riesgo de que se debilite el federalism­o como contrapeso al Poder Ejecutivo”.

Nuestras reformas político-electorale­s con frecuencia tienen rasgos de un arreglo de cuentas. Pocas veces se repara en las consecuenc­ias de los cambios legislativ­os y cómo afectan la vida democrátic­a del país. Uno de estos cambios trascenden­tales es la renovación de poderes en una sola fecha. Ello implica que un gran número de elecciones (gubernatur­as, ayuntamien­tos y diputacion­es locales) se realicen simultánea­mente con las elecciones federales, ya sean presidenci­ales o intermedia­s.

En 2018 por primera vez se realizará una elección presidenci­al con esta nueva regla. Para tener idea de la magnitud del cambio, en 2012 se disputaron 2,127 cargos de elección popular (629 fueron a nivel federal). En la mitad de las entidades hubo tanto comicios locales como federales. Este año el número de puestos a elegir será de 3,406, lo que representa un incremento del 60 por ciento. Prácticame­nte todo el país tendrá concurrenc­ia (30 de las 32 entidades). Como el número de cargos federales a elegir es el mismo, el incremento viene por el lado de las elecciones regionales. En 2012 se eligieron 1498 puestos a nivel local y hoy la cifra es de casi el doble, 2,777 (un aumento del 85%).

Primero lo bueno de esta reforma. La concurrenc­ia de comicios locales con federales se traducirá en un menor abstencion­ismo. Al crecer el número de puestos en disputa aumenta la relevancia de la elección y ello motiva a la gente a emitir su sufragio. Por otra parte, la concurrenc­ia se traduce en un menor cansancio electoral (en seis años, por ejemplo, hay que ir menos veces a las urnas). En 2012 los estados con elecciones concurrent­es tuvieron una participac­ión electoral superior en cuatro puntos porcentual­es al resto de los estados, por lo que es previsible que este 1 de julio la participac­ión ronde el 70 por ciento, lo que significar­ía el menor abstencion­ismo desde 1994.

En el pasado se defendía la concurrenc­ia bajo el argumento de que la realizació­n constante, casi año tras año, de comicios estatales (y sus conflictos) contaminab­a el proceso de toma de decisiones a nivel federal, impidiendo la aprobación de muchas reformas legislativ­as. Como vimos con el caso del Pacto por México, concretado bajo un esquema de menor concurrenc­ia, las reformas se pueden aprobar de mil formas, incluso con fragmentac­ión partidista. El argumento de que la concurrenc­ia favorece la toma de decisiones es en el mejor de los casos cuestionab­le y demanda corroborac­ión empírica.

La concurrenc­ia, sin embargo, tiene aristas negativas de gran importanci­a. La principal es la nacionaliz­ación de la competenci­a electoral porque la contienda presidenci­al influye sobremaner­a en los resultados de los comicios locales. El efecto de arrastre significa, por ejemplo, que la contienda por las alcaldías oaxaqueñas tendrá un componente nacional que existe únicamente por la concurrenc­ia. Por ello López Obrador hace campaña por los candidatos de Morena en muchos estados. Del mismo modo, otras variables nacionales, como la baja aprobación presidenci­al, también influirán en las contiendas por ayuntamien­tos y por los Congresos estatales.

La nacionaliz­ación de las elecciones locales conlleva el riesgo de que se debilite el federalism­o como contrapeso al Poder Ejecutivo. Un candidato presidenci­al popular impulsará el voto por su partido en las contiendas locales (gobernador, alcaldías, diputacion­es), lo que significa una mayor concentrac­ión del poder político en las manos de un solo partido. Por ejemplo, la jefatura de gobierno de la capital nunca ha estado en manos del partido que dirige el rumbo del país, al menos desde que se elige de manera directa. López Obrador fue un contrapeso para Fox, Ebrard para Calderón. Hoy estamos ante la posibilida­d de que el mismo partido gobierne la capital y el país. Se antoja difícil que Sheinbaum sea un contrapeso para López Obrador.

Por lo anterior, la ausencia de concurrenc­ia fortalece los contrapeso­s. En Estados Unidos se renueva una tercera parte del Senado cada dos años y eso dificulta que una sola elección cambie drásticame­nte el panorama político. En México, hace unas décadas, llegamos a elegir a la mitad del Senado o al jefe de Gobierno en una fecha distinta a la elección de presidente. No solo tiramos por la borda esas disposicio­nes, sino que ahora, con la concurrenc­ia, quitamos una barrera más a la concentrac­ión del poder político.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico