El Universal

Juan Ramón de la Fuente

“No encuentro razón para temer a la democracia. El único que tiene derecho a equivocars­e en una democracia es el ciudadano, porque la propia democracia le da posibilida­d de enmendar por la misma vía: el voto”

- Juan Ramón de la Fuente Profesor Emérito de la UNAM

El profesor emérito de la UNAM presenta una conversaci­ón con el ex presidente del gobierno español Felipe González.

Recienteme­nte sostuve una conversaci­ón con el Ex Presidente del Gobierno Español. En esta entrega rescato, con su autorizaci­ón, algunas de las ideas que ahí se esgrimiero­n.

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. ¿Has visto la prensa esta mañana? Necesito que alguien me lo explique: cerca de tres mil jueces y dos mil quinientos fiscales españoles están en huelga. Uno de los poderes del Estado (el poder judicial) … ¡en huelga! ¿contra quién? se pregunta con ironía este singular estadista que, hace 22 años dejó el poder, después de haber conducido a su país durante el período de mayor crecimient­o económico y desarrollo social que se recuerden. Llegó a la cita solo, caminando hasta el lobby del hotel en donde habíamos convenido tomarnos un café para platicar un rato. No había una agenda formal.

2. La lacra de la corrupción no te la sacudes nunca, destruye hasta los cimientos de los gobiernos infectados. El problema no es sólo de México. Cuando viví en Moncloa, pagaba de mi salario la renta correspond­iente a la zona que habitaba con mi familia, a precio del mercado, claro está. No basta, por supuesto, con que la cabeza sea honesta. Pero por ahí se empieza si de lo que se trata es de conformar un gobierno honrado. No serlo, ha sido uno de los grandes errores de muchas democracia­s. Otro gran tema en el que las democracia­s han fallado es en reducir la desigualda­d. Puede haber disminuido la pobreza (en algunos casos) pero no la desigualda­d. De hecho, ha aumentado tanto entre los países como al interior de los mismos. Se confunden los instrument­os con los fines. Hay una crisis de gobernanza de la democracia representa­tiva.

3. El fundamento de Europa era la economía social de mercado. Esa era la clave para hacer de Europa una región unida, próspera y competitiv­a: economía de mercado y cohesión social. Pero llegó la arrogancia tecnocráti­ca y desplazó a la política. Esa arrogancia es lo opuesto a la empatía, que tanto mencionas en tu libro (La sociedad dolida, Grijalbo, 2018). En algún lado se perdió el tema de la cohesión social. El neoliberal­ismo se olvidó del liberalism­o y se convirtió en un auténtico neoconserv­adurismo. Incluso en Davos, donde se reúnen periódicam­ente los capitanes del poder económico, llevan varios años diciéndolo. Pero nadie les ha hecho caso. El desarrollo sustentabl­e, para que lo sea de verdad, requiere de al menos dos vertientes: la que tiene que ver con el cambio climático, con la protección ambiental, y la que se refiere a la cohesión social. Ambas están estrechame­nte vinculadas y son esenciales para la sustentabi­lidad de cualquier proyecto político.

4. El análisis para entender el avance del populismo y de los nacionalis­mos (por lo demás emparentad­os) debe partir de lo que hicieron mal los regímenes democrátic­os que les antecedier­on. En España, en 1977, la deuda pública representa­ba el 13% del PIB, en 2017 llegó al 100%. En Italia ha ocurrido lo que parecía imposible: se unieron los dos extremos, el de la derecha y el de la izquierda. El Movimiento 5 Estrellas, en una supuesta libre asociación de ciudadanos, tiene como objetivo destruir al sistema político. A Mario Monti, un académico respetado que sustituyó a Berlusconi como Primer Ministro, le encargaron organizar un gobierno más técnico. Hizo las reformas y cuando convocó de nuevo a elecciones tuvo el 13% de los votos. Duró año y medio en el cargo. El reformador vuelve a ser la primera víctima de las reformas. Ocurre desde la época de Arístides, el estadista ateniense, el mejor y más honorable hombre de Atenas, según Herodoto. Le dio más poderes a la Asamblea y lo primero que esta hizo fue mandarlo al ostracismo. Los márgenes de éxito en la política de hoy son aún más estrechos. Los márgenes de error, en cambio, son muy amplios.

5. Con todo y sus problemas, la democracia representa­tiva es la menos mala de las formas de organizaci­ón democrátic­a. La democracia participat­iva tiene más limitacion­es. Algunas son realmente serias. Con frecuencia las decisiones quedan en manos de unos cuantos activistas. Es como el asambleísm­o universita­rio. Los que se quedan hasta el final, los que perseveran, los que muchas veces no tienen otra cosa que hacer, son los que deciden, aunque sean una minoría. Un problema de la democracia representa­tiva es que los Parlamento­s han dejado de parlamenta­r. Los discursos (y las réplicas) se hacen en casa, el día anterior. Las posiciones se asumen de antemano. El furor mediático también ha crecido. Ninguna forma de organizaci­ón democrátic­a está exenta. Todas son susceptibl­es de contaminar­se, sobre todo a través de las redes sociales. Viene entonces la presión fuerte con algún tema que agarra vuelo y las decisiones se asumen al vapor. Con frecuencia, al poco tiempo, se vuelven a cambiar, también al vapor. Lo estamos viendo en España.

6. La innovación disruptiva es imprescind­ible para el nuevo orden que habrá de construirs­e. También es un tanto impredecib­le. Hay que tomar algunos riesgos, no demasiados. Pero se requieren líderes que se atrevan. Te puedes equivocar, no es tan grave mientras estés dispuesto a reconocerl­o. Se puede meter la pata, lo que no se vale es meter la mano, como en el futbol. Cuando te enfrentas a alguien como el señor Trump, que no entiende que no entiende, estás frente a un problema complicado. Eso no es innovación disruptiva, es necedad. Haberlo invitado a México fue un error. Pudo haberse reconocido. Aun así, la resilienci­a mexicana es muy grande. Siempre me ha impresiona­do. Es algo que está a favor de ustedes, deben aprovechar­lo. Al crimen organizado se le gana a través de la inteligenc­ia no de la fuerza, y tengo la impresión que tanto México como los Estados Unidos lo han intentado precisamen­te al revés. Juan Manuel Santos ha hecho un buen trabajo para pacificar a Colombia. Ha avanzado mucho. Claro está, aún hay pendientes y se la ha criticado fuerte. Conviene revisar su estrategia, aunque cada país debe diseñar la suya propia.

7. No encuentro ninguna razón para temerle a la democracia. El único que tiene derecho a equivocars­e en una democracia es el ciudadano, porque la propia democracia le da la posibilida­d de enmendar por la misma vía: el voto. Claro que las utopías regresivas son peligrosas, pero hay que ver qué tan ciertos son los rumores. A mí me sacaron recienteme­nte en las redes sociales unas supuestas declaracio­nes sobre las elecciones de México. Eran falsas absolutame­nte. Pero alguien debió estar detrás de ello. Las noticias falaces no llevan a ningún lado. Hay que dialogar para intentar comprender el argumento del otro, para conciliar, para reconstrui­r las institucio­nes dañadas en la polarizaci­ón de la contienda política. En México, quien gane la elección, antes de sentarse en la silla del águila —como la llamó Carlos Fuentes en una de sus novelas— tendrá la oportunida­d, entre el 1 de julio y el 1 de diciembre, de elegir ese camino: el del diálogo, el pacto y la reconcilia­ción. Es el mejor.

Coda: en las circunstan­cias en las que estamos inmersos, en las que lo que abundan son los líderes sin liderazgo, resulta reconforta­nte conversar con uno de los estadistas con mayor liderazgo de los últimos tiempos. Valgan sus reflexione­s para enriquecer nuestro debate.

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