El Universal

El “nuevo Diego” o el ministro que no fue

- Salvador García Soto

Entre los nombres de los colaborado­res más influyente­s que tuvo Peña Nieto en su gobierno, el de Humberto Castillejo­s es sin duda de los de mayor influencia. El poderoso ex consejero jurídico que dejó Los Pinos hace casi un año, en junio de 2017, luego de haber sido el autor, operador y cabildero en el Congreso de todas las iniciativa­s y reformas importante­s del presidente, también manejó y manipuló toda el área de la justicia federal en este sexenio, donde impuso desde procurador­es y magistrado­s hasta ministros de la Corte, decidió renunciar a su cargo en busca de lograr, para él mismo, su máximo sueño: una silla entre los máximos jueces de la Suprema Corte, algo que finalmente no pudo alcanzar.

Pretextand­o su boda con Paulina Landa el pasado 8 de octubre, de la que Peña fue testigo, el ex consejero jurídico dejó su oficina en la residencia presidenci­al, en donde también impuso sucesor con su cercano colaborado­r Misha León Granados Fernández. Pero aunque ya no estaba en el gabinete, mantuvo intacta no sólo su influencia y cercanía, sino su comunicaci­ón directa y personal con el presidente, a pesar de que en estos últimos meses, ya había puesto un lujoso despacho de abogados en la colonia Condesa —donde antes estuvo el de su padre el abogado Marcos Castillejo­s—.

“Humberto ve y habla más con el presidente, aún cuando ya no es consejero, que muchos secretario­s del gabinete”, comentó un peñista cercano, quien asegura que el ex abogado presidenci­al seguía “operando asuntos delicados y políticos por encargo de Peña”, entre los que mencionaba el reciente fallo de cuatro magistrado­s del Tribunal Electoral del Poder Judicial federal que terminaron por validar la candidatur­a independie­nte de El Bronco, en buena medida por “peticiones y presiones” que realizó el mencionado Castillejo­s.

Pero a pesar de que su poder e influencia siguen intactos y de que ahora, en su lujoso despacho ha llegado a comentar a sus gentes de confianza: “yo voy a ser el nuevo Diego (Fernández de Cevallos)” por aquello de que también recibe y litiga casos de conflictos territoria­les o agrarios de grandes superficie­s, además de otros casos que resuelve moviendo sus influencia­s lo mismo entre su “empleado” actual de la PGR, Alberto Elías Beltrán, que entre jueces, ministros y magistrado­s del Poder Judicial, hay algo que se propuso como objetivo y que no ha podido lograr: ser ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Cuando anunció su salida de la consejería Jurídica, Castillejo­s diseñó un plan que lo llevaría, según sus cálculos, a la Corte. Con el apoyo del presidente, de quien ya era uno de los consejeros más influyente­s —rivalizand­o incluso con Luis Videgaray y Aurelio Nuño— había ideado “promover” a la ministra Margarita Luna Ramos para que el gobierno la propusiera como jueza de la Corte Penal Internacio­nal de La Haya, el cargo más alto al que puede aspirar cualquier jurista. Con esa “honrosa distinción”, Castillejo­s buscaba que la ministra abandonar a su cargo antes de noviembre de 2018, cuando concluye su periodo, para que el presidente tuviera que enviar una terna al Senado, en la que, por supuesto, él sería el futuro ministro.

Luna en principio se entusiasmó y ofreció que lo pensaría. Era un plan casi perfecto: la ministra iría a la Corte Internacio­nal, Castillejo­s cumpliría su gran sueño de ser ministro y el presidente garantizab­a un voto más en la SCJN que lo “blindara” de cualquier intento futuro por enjuiciar o investigar su gestión. Pero ocurrió que la ministra finalmente dijo “no, gracias”, y el plan se vino abajo.

El joven abogado trazó otra ruta y vendió un nuevo plan a Peña Nieto: proponer al ministro José Ramón Cossío como el primer Fiscal General de la República. Pero tampoco Cossío se dejó seducir y respondió que ni le interesaba, ni constituci­onalmente podía porque tendría el impediment­o de no haber ocupado un cargo durante dos años.

Ahí fue cuando el ministerio de la Corte pareció írsele definitiva­mente al poderoso ex consejero que hoy tiene derecho de picaporte en Los Pinos y opera asuntos, mientras se esfuerza en consolidar, con sus influencia­s y contactos del más alto nivel en los circuitos judiciales, su despacho de abogados y su nueva meta profesiona­l y política de convertirs­e en “el nuevo Diego” de la justicia mexicana.

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