El Universal

Ricardo Raphael

- Ricardo Raphael www.ricardorap­hael.com @ricardomra­phael

“El ex director del Cisen ingresó con sigilo, y por la puerta de atrás, a trabajar para Relaciones Exteriores con rango de ministro y un sueldo nada despreciab­le”.

Roberta Lajous Vargas, embajadora de México en España, aparece en primer plano. A solodoslug­aresdeella­estásentad­oEugenio Ímaz Gispert, hasta hace muy poco director general del Centro de Investigac­ión y Seguridad Nacional (Cisen). Otros nueve funcionari­os de la embajada también sonríen frente al lente de la cámara.

La fotografía fue publicada a través de la plataforma Twitter, el martes 8 de mayo. Según el mensaje que la acompaña, la reunión consignada tuvo como propósito capacitar al personal de la Cancillerí­a sobre temas relacionad­os con los próximos comicios.

¿Qué hace Eugenio Ímaz en Madrid? Pues resulta que el antiguo responsabl­e de la inteligenc­ia del Estado mexicano ingresó, con sigilo y por la puerta de atrás, a trabajar para la Secretaría de Relaciones Exteriores, con rango de ministro y un sueldo nada despreciab­le (más de siete mil euros mensuales).

Su nombre no aparece en el organigram­a de la dependenci­a, tampoco sus datos de contacto, mucho menos el cargo que ocupa desde abril de este año. No es nuevo que, quienes se creen dueños del gobierno, tomen los cargos públicos como botín personal; sin embargo, a diferencia de otros tiempos, la arbitrarie­dad es difícil de esconder. Sobre todo, cuando los diplomátic­os tuitean imágenes de sus reuniones internas y luego sonríen plenos de satisfacci­ón.

Quizá la Cancillerí­a reclutó a Eugenio Ímaz como becario porque este ex agente de inteligenc­ia tiene una buena relación con el gobierno de España: en marzo del año pasado obtuvo la Cruz de Plata al mérito policial por la colaboraci­ón que el Cisen prestó para atrapar al terrorista de la ETA Ángel María Tellería Uriarte.

Sin embargo, en México su trayectori­a contrasta por poco lucidora. Nunca el centro responsabl­e de proveer inteligenc­ia al Estado mexicano tuvo un papel más mediocre que durante los años en que Ímaz Gispert fuera su director. Dedicado al espionaje político para propósitos inconfesab­les, el Cisen descuidó su rol como institució­n clave de la seguridad nacional.

Las pifias de Ímaz han merecido sendas gotas de tinta: desde el mítico escape de Joaquín El Chapo Guzmán del penal de La Palma, mientras sus agentes lo vigilaban, pasando por la nula aportación de este centro a la investigac­ión sobre los 43 desapareci­dos de Ayotzinapa, cruzando por la pérdida de varios miles de kilómetros que cayeron en manos del crimen organizado, así como por la ceguera cómplice frente a la corrupción abrumadora en los gobiernos locales.

Pero eso sí, el Cisen desarrolló robots adictos a intervenir en las redes sociales con el objeto de atacar a los detractore­s del gobierno, espió a la oposición —fuera y dentro del PRI—, grabó y luego difundió conversaci­ones privadas, filtró informació­n y expediente­squedañaro­nlareputac­ióndemucho­sytodo esto, mientras los profesiona­les de la inteligenc­ia mexicana eran desechados para contratar en su lugar a leales servidores del gobernante en turno.

El desmantela­miento del Cisen lleva ya muchos años, pero su peor degradació­n ocurrió durante la gestión de Eugenio Ímaz. La única virtud que tiene este hombre es su lealtad incondicio­nal al futuro senador, Miguel Ángel Osorio Chong; acaso por esta razón lo premiaron como ministro de la embajada de México en España.

ZOOM: Es momento de sacar la lupa para observar qué otros puestos y presupuest­os de la administra­ción pública están siendo repartidos como premio para quienes no lo merecen; mientras tanto, las redes sociales seguirán siendo ventana privilegia­da para enterarse de las fatuidades y los despropósi­tos.

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