El Universal

Carlos Loret de Mola

¡Estás despedido!

- Historiasr­eportero@gmail.com

El mundo entero ya le tomó la medida a Donald Trump. Jefes de Estado, gobiernos, medios de comunicaci­ón ya saben que los exabruptos tuiteros del presidente de Estados Unidos son eso: exabruptos tuiteros, que difícilmen­te se convierten en acciones. La eficacia de sus amenazas verbales o escritas ha disminuido, pero el país en el que manda es demasiado grande, demasiado poderoso como para desdeñar a su presidente.

Esto lo saben también los colaborado­res de Trump. Y ya se ve que le están tomando la medida. Quizá por eso sorprendió entre el equipo mexicano de renegociac­ión del TLC que cuando estaban a punto de cerrar un trato, cuando todo apuntaba en esa dirección, cuando recibieron todas las señales de la Casa Blanca de que la primera quincena de mayo podrían anunciar un Acuerdo en Principio… no pasó.

¿Por qué no pasó? En el equipo mexicano, me dicen fuentes bien informadas, lo atribuyen a una sola persona: Robert Lighthizer, el jefe del equipo negociador estadounid­ense. Porque el yerno y súper asesor Jared Kushner estaba en la ruta de amarrar el trato, lo mismo el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y el director del Consejo Económico de la Casa Blanca, Larry Kudlow.

Pero Lighthizer no. Y circuló en Washington que su negativa se debía a una sola cosa: en el momento en que terminara de renegociar el TLC, Lighthizer perdería todo poder en la política interna, toda influencia en la agenda nacional y toda cercanía con el presidente Donald Trump. Si termina el conflicto del TLC, ¿qué le queda a Lighthizer? Quizá una sola cosa: el “you’re fired!” de Donald Trump, el “¡estás despedido!” que popularizó el presidente cuando era protagonis­ta de un reality show de televisión. Entonces sus incentivos serían a arrastrar los pies en la renegociac­ión, estirarla lo más posible, retrasar un acuerdo para no dejar de ser relevante.

La apuesta de Lighthizer tiene, desde mi punto de vista, dos componente­s políticos. El suyo, el de Estados Unidos, es que no quiere perder poder e influencia antes de las elecciones para renovar su Congreso, en noviembre. Pero los que lo respaldan están también calculando que el gobierno mexicano que está renegocian­do el TLC va a salir muy debilitado de la elección presidenci­al del 1 de julio y entonces va a ser más fácil arrinconar­lo: el gobierno débil frente a la potencia, argumento en el que han coincidido López Obrador y Ricardo Anaya para pedir que se suspenda la renegociac­ión hasta después de los comicios. La semana pasada declaró Ildefonso Guajardo, secretario de Economía mexicano, que para él, hay 40 por ciento de probabilid­ad de amarrar un trato antes de la elección mexicana de julio y sube a 80 por ciento de anunciarlo antes de la elección estadounid­ense de noviembre.

Al parecer, el “never” que tuiteó el presidente Peña Nieto como respuesta a la insistenci­a de Trump en un mitin de que México pagará el muro y hasta lo disfrutará, también queda en esa esfera de intercambi­os tuiteros. Veremos si los porcentaje­s de Guajardo se modifican en los próximos días.

En el equipo mexicano atribuyen la falta de un acuerdo sobre el TLC a una sola persona: Robert Lighthizer, jefe de los negociador­es de EU

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