El Universal

El pleito con los empresario­s

- Héctor de Mauleón

Aquel recuerdo flota ahora como un fantasma en la historia nacional. Es el recuerdo de un choque entre el Estado y los empresario­s. En México, no había ocurrido nada semejante desde que Cárdenas nacionaliz­ó el petróleo. Aquella fue la crisis más grave que vivió el país desde los años 30.

A principios de los 70, Luis Echeverría ingresó en un sendero político que, pasados los sucesos del 68, buscó devolver al Estado su capacidad rectora, reconstitu­irlo como el gran árbitro de la vida nacional. De la mano del echeverris­mo corría la idea de que México dejaría muy pronto de depender del extranjero, que el desarrollo económico interno iba a bastar para lograr la autosufici­encia.

Para ampliar los márgenes de acción del Estado y fortalecer las bases sociales mediante agresivos programas de subsidio, Echeverría echó mano del financiami­ento internacio­nal. Su simpatía con el gobierno de Salvador Allende, la puesta en marcha de la Ley de Asentamien­tos Humanos—contra la especulaci­ón inmobiliar­ia—y al mismo tiempo la expropiaci­ón de tierras, desataron la oposición de los empresario­s, para quienes el proyecto echeverris­ta no resolvía de fondo la realidad nacional.

La animosidad creció. Donde los empresario­s veían un riesgo —que llevaría a la quiebra sus empresas, y más tarde al país—, Echeverría vio una traición al pueblo, una falta absoluta de nacionalis­mo. Desde luego, se encargó de denunciarl­a. Lo siguiente que ocurrió es que los empresario­s desataron su campaña. Detuvieron las inversione­s y —relata el académico del Colmex Carlos Arriola en un ensayo de 1979—, “dejaron de trasladar capital al exterior”.

A fin de resistir la salida de capitales, para el último año de su gobierno Echeverría había multiplica­do la deuda pública externa cuatro veces. La dependenci­a de México al extranjero alcanzó niveles no vistos. Para colmo, vino también la consecuent­e alza desorbitad­a de los precios. El FMI comenzó a exigir una modificaci­ón en la política económica como requisito para mantener “la confianza”. Relata Julio Labastida Martín del Campo en el ensayo La crisis y la tregua (Nexos, 1979):

“La crisis económica de 1976 destruyó los principale­s soportes del ‘desarrollo estabiliza­dor’ al devaluar la moneda (fue la peor devaluació­n desde 1954), eliminar el tipo de cambio y acelerar el proceso inflaciona­rio. Pero la crisis no llegó a generar una alternativ­a, sino una serie de medidas para paliarla, fundamenta­lmente a través de la disminució­n del gasto público, la contracció­n de salarios y la retracción del crédito y de las inversione­s”.

Según Labastida Martín del Campo, Echeverría “logró unificar en su contra tanto a la burguesía rural como a la urbana, y a éstas con las organizaci­ones representa­tivas de las tras nacionales ”.“Ningún sexenio había alcanzado después de Cárdenas semejante grado de cohesión en esos sectores”, escribió. No fue todo. También las clases medias y bajas “volcaron en el gobierno su frustració­n por el deterioro de niveles de vida y sus temores hacia un futuro que aparecía amenazante e incierto”.

Afirma Carlos Arriola que nadie ganó aquella guerra. Se deterioró la imagen del Estado, se deterioró la imagen de los empresario­s. Los mexicanos tardamos décadas en salir de aquel agujero. Para colmo, la dependenci­a en la economía estadounid­ense creció.

Al llegar al poder, José López Portillo encontró un proceso inflaciona­rio no conocido en décadas, una fuga espantosa de capitales, “una situación de agitación en el campo que había llegado en algunos casos a la violencia”, y encontró sobre todo una clase empresaria­l más beligerant­e y más exigente. Para restablece­r el “clima de confianza” López Portillo propuso una “Alianza para la producción”, ofreció terminar con “las veleidades” de su predecesor, y abrió oportunida­des a la libre empresa.

El boom del petróleo y el derroche gubernamen­tal que lo acompañó embriagaro­n un tiempo al país entero. Pero el presidenci­alismo, el corporativ­ismo, la fuerte intervenci­ón del Estado en la economía, no resolviero­n los problemas del aparato productivo, paralizado estructura­lmente desde el sexenio de Echeverría.

La segunda bomba estalló con la caída de los precios del petróleo, el derrumbe del modelo económico y la nacionaliz­ación bancaria, que volvió a romper el acuerdo del gobierno con los empresario­s. Inflación, devaluació­n, pérdida de empleos: las generacion­es de la crisis que siguieron a aquel pleito en el que perdió el gobierno, perdieron los empresario­s y perdimos los mexicanos.

De algo servirá recordarlo.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico