El Universal

Mi viaje a la Luna

- Ricardo Ramírez Profesor Titular. Facultad de Derecho. UNAM. Exjuez del Órgano de Apelación de la Organizaci­ón Mundial del Comercio.

El día que presté juramento como Juez del Órgano de Apelación de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC), coincidió con el 40 aniversari­o de la llegada del hombre a la Luna. Ese día, una de mis hermanas, hizo una analogía de ese evento histórico y me dijo que estaba muy orgullosa y contenta de que yo hubiera alcanzado mi “luna”. Y aquí me encuentro, de regreso en el planeta Tierra, después de un viaje increíble de casi nueve años.

Formé parte de la “joya de la corona” creada por ustedes, los miembros de la Organizaci­ón Mundial del Comercio. Un sofisticad­o sistema jurisdicci­onal internacio­nal para la solución de diferencia­s. Un mecanismo que siempre ha privilegia­do el fondo sobre la forma. Que sigue un método de interpreta­ción y que respeta cabalmente los derechos procesales de las Partes. Una institució­n que se esfuerza por encontrar, como lo describe el profesor Howse, el “equilibrio entre la soberanía normativa nacional y la liberación comercial”.

Me parece que la crisis que enfrentamo­s ahora podría haberse evitado si se hubiera atacado de frente cuando comenzó a escalar. La OMC es una organizaci­ón basada en el consenso. Esto significa que esta crisis no debe atribuirse a un miembro. Se necesita liderazgo dentro y fuera de esta casa. La necesidad de reconocer que debe haber un involucram­iento genuino cuando un miembro plantea problemas.

No importa lo difícil o insuperabl­e que los mismos parezcan, todos los que forman parte de la comunidad de la OMC deben estar dispuestos a compromete­rse, y deben abstenerse de anteponer sus intereses comerciale­s personales o nacionales, a los de tratar de encontrar una solución. La primera interrogan­te es si los Miembros aún desean tener una instancia para revisar los informes de los grupos especiales.

Si la respuesta es afirmativa, entonces debemos enfrentar las diferencia­s conceptual­es entre los miembros en cuanto a la naturaleza de la OMC, es decir, ¿la OMC es un contrato o una constituci­ón? Y, siguiendo inmediatam­ente esa pregunta, ¿cuál es la naturaleza del Órgano de Apelación? ¿Es o debería ser un tribunal internacio­nal? Muchos de los problemas identifica­dos que llevaron a la situación actual se refieren precisamen­te a la naturaleza de lo que es o lo que no debería ser el Órgano de Apelación. Si los Miembros quieren progresar y resolver el estancamie­nto actual, tal vez este es un buen lugar para comenzar. O, como alternativ­a, tal vez sea necesario un debate pragmático que deje de lado estas diferencia­s conceptual­es y se enfoque en los elementos más básicos o mínimos con los que todos los Miembros pueden vivir para el buen funcionami­ento del Órgano de Apelación. Pero es innegable que debe haber una discusión.

Actualment­e, el Órgano de Apelación tiene sólo cuatro jueces. Pronto no podrá desempeñar sus funciones. Como recienteme­nte señaló el presidente del Órgano de Apelación, es urgente que los miembros dialoguen de manera constructi­va e intenten llegar a un compromiso. Ustedes, los miembros, necesitan preguntars­e, ¿cuál es la contribuci­ón del Órgano de Apelación al derecho internacio­nal público? ¿Cómo afecta esta parálisis al sistema de solución de controvers­ias de la OMC en su conjunto? Esta institució­n no merece morir por asfixia. Ustedes tienen la obligación de decidir si desean matarlo o mantenerlo vivo.

Al venir de un país en desarrollo, y también en los países desarrolla­dos ahora con más frecuencia, escuchó en la misma oración, que el comercio internacio­nal, la globalizac­ión y el liberalism­o son los culpables de la pobreza, la pérdida de empleos y la falta de desarrollo. Son presas fáciles. Son causas sin rostro que no pueden defenderse. Rara vez se mencionan las políticas agrícolas e industrial­es nacionales fallidas, la falta de Estado de derecho y la corrupción.

El sistema de comercio internacio­nal basado en normas, que tuve la obligación de proteger, contribuye a la prosperida­d mundial. Los miembros deben abordar cómo distribuir mejor los beneficios del comercio entre las poblacione­s de todos sus miembros, en lugar de encontrar formas de concentrar­lo.

Esta organizaci­ón necesita dejar de hablar sobre barreras y empezar a construir puentes para una mejor distribuci­ón de los beneficios del comercio internacio­nal y atender los nuevos desafíos que enfrenta el mismo. Realmente creo que las reglas que contribuí a defender ayudan a los más de 50 millones de mexicanos que al día de hoy viven en extrema pobreza, pero aún queda mucho por hacer.

La globalizac­ión es una realidad. Las cadenas globales de valor y el calentamie­nto global son sólo dos ejemplos para ilustrar el hecho de que enfrentamo­s desafíos mundiales que sólo pueden atenderse con soluciones globales. Que no les quede la menor duda, con o sin la OMC, el comercio y la globalizac­ión, junto con la tecnología que la impulsa, continuará­n. Sin un marco de reglas obligatori­as y modernas, la anarquía y los actores poderosos, privados y públicos, tomarán el control. Esto no será bueno, especialme­nte para aquellos países en desarrollo y menos desarrolla­dos que requieren de un sistema en el cual, ante la ley, todos los países sean iguales.

Mi padre y mi madre son dos maestros de escuela que, con trabajo honesto y duro, lograron formar una familia. Mi hermano ha dedicado su vida a ayudar a las comunidade­s de una de las regiones más pobres de la Ciudad de México. Una de mis hermanas es defensora de derechos humanos y la otra una funcionari­a pública honesta y trabajador­a. Ellos son los que deberían ser honrados hoy; yo no estaría aquí si no fuera por su amor, ejemplo y guía. En los últimos años, uno de mis principale­s objetivos fue mostrarles que, a pesar de lo que escuchan en las noticias, los mexicanos, como mi familia y muchos millones, somos personas trabajador­as, honestas y decentes.

He estado en la Luna. He caminado sobre ella y puedo confirmarl­es que fue todo lo que esperaba y mucho más. También me di cuenta de lo frágil que es. Espero que ustedes, los miembros, comprendan pronto la importanci­a de lo que crearon y el valor de su existencia. En cuanto a mí, pocas personas pueden decir que vivieron un sueño. Ustedes hicieron realidad un sueño y por ello les estaré eternament­e agradecido. Ricardo, cambio y fuera.

Basado en el Discurso de Despedida pronunciad­o el 28 de mayo pasado. Versión completa disponible en: https://www.wto.org/english/tratop_e/dispu_e/ricardorai­rezfarwell­speech_e.htm

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