Mexicanos que guían el rumbo
Las casualidades no existen... Todo, mi querido lector, es causa y efecto. Lo digo convencido: el reconocimiento es resultado del esfuerzo, del aprendizaje y de la lucha constante por trascender. La semana pasada se publicaron los premios conseguidos por bodegas mexicanas en la 25a. edición del Concours Mondial de Bruxelles, campeonato mundial de vinos en el que tengo oportunidad de participar. La noticia es relevante en múltiples sentidos: primero, porque este año las vinícolas nacionales se adjudicaron un número récord de medallas: ¡32!; segundo, porque los reconocimientos llegan a estados como Chihuahua, Guanajuato, Querétaro, Coahuila y, por supuesto, Baja California. Nuevamente, los buenos resultados son constantes y compartidos entre los diferentes territorios vínicos del país, algo verdaderamente digno de aplaudir.
Las distinciones incluyen a Bodegas del Viento, Casa Madero, Bodega Los Cedros, Casta de Vinos, Viñedos de la Reina, Viñas del Sol, Hilo Negro, Domecq, Viña de Frannes, Monte Xanic, Vinícola Regional de Ensenada, Bodegas de Santo Tomás, Finca Sala Vivé by Freixenet, Bodegas De Cote, Viñedos Azteca, Paso de Serra, Bodegas Pinesque y Bodegas Vega-Manchón Cuna de Tierra. Es decir, productores grandes, medianos, chicos…
De entre todos los galardonados vale la pena destacar el trabajo de dos productores: Vinícola El Cielo, en Baja California, y Bodega Encinillas, en Chihuahua. El Cielo se adjudicó cinco medallas, por lo que se convirtió en la bodega mexicana con mayor representatividad entre los ganadores del certamen. Por otro lado, Encinillas consiguió la única Gran Medalla de Oro entregada a México por su Hacienda Encinillas 2015. La calidad de ambos proyectos trasciende concursos, guías, puntajes, calificaciones.
Reitero. De ninguna manera me atrevería a decir que se trata de los mejores vinos de México, ¡no!, sino de ejemplares que reflejan el buen momento que vive la industria nacional, caldos con coherencia entre resultado e intención, elegancia a la par de armonía, expresividad y equilibrio.
Vuelvo al inicio diciendo que “las casualidades no existen… Todo es causa y efecto”. La semana pasada también pude asistir a la presentación de Polaris 2012, vino de mezcla bordelesa (75% Merlot, 20% Cabernet Sauvignon y 5% Cabernet Franc) producido por Vinícola El Cielo. Este caldo, también ganador de una medalla de plata en la 25 edición del Concours Mondial de Bruxelles, es claro ejemplo del enfoque cualitativo que hoy marca el rumbo en México.
Decía Gustavo Ortega Joaquín, fundador y director general de la bodega bajacaliforniana, que Polaris 2012 es la “tesis doctoral” de Jesús Rivera, enólogo mexicano formado junto al doctor Víctor Torres Alegre y el mismísimo Michel Rolland. Es cierto, este tinto con 24 meses de crianza en barricas nuevas de roble francés y tres años de estancia en botella, comprueba que la grandeza es resultado del esfuerzo diario, del constante aprendizaje y de la lucha incesante por trascender.