El Universal

Cómo atacaban antes a los ferrocarri­les

El robo violento a trenes no es reciente, pues iniciaron en la Revolución. Ante los frecuentes ataques, se suspendier­on las garantías de algunos estados y se aplicó la pena de muerte.

- CARLOS VILLASANA Y RODRIGO HIDALGO

El robo violento a trenes no es un fenómeno nuevo. Sus primeros antecedent­es se remontan a la Revolución y están ligados al auge del ferrocarri­l en México.

Salvador Zarco, antiguo trabajador y activista sindical de Ferrocarri­les Nacionales, comenta que es posible distinguir “un tipo de robos que son por hambre: principalm­ente se dedican a robar granos y chatarra que antes se movía en góndolas descubiert­as, carga que podía ser vendida como fierro viejo a cinco centavos. Algo que para la gente era bastante, les permitía tener un ingreso.

Ahora hay otro tipo de robos, donde interviene­n mafiosos, una plaga que está creciendo en el país”.

En entrevista, el investigad­or Patricio Juárez Lucas menciona que “los primeros ataques a la infraestru­ctura ferroviari­a se producen en los albores de la Revolución Mexicana; el 28 de noviembre de 1910 fueron quemados algunos puentes en la región de la Laguna, en las estaciones de La Loma y Pedriceña”, afirma.

Con el paso del tiempo, los ataques fueron más frecuentes en el gobierno de Francisco I. Madero y en los meses posteriore­s a su asesinato.

El expediente del CEDIF afirma que el 29 de septiembre de 1913, cerca de treinta o cuarenta hombres, se presentaro­n en la estación de Panzacola (en Tlaxcala) exigiendo que se les entregara el dinero , también rompieron los aparatos telegráfic­os. Momentos después llegó el tren núm. 4 de Puebla, dispararon y mataron al maquinista e hirieron al fogonero. Luego quemaron la estación, según se narra en el documento.

En los días siguientes, varios medios ampliaron la informació­n, reportando que entre los pasajeros había miembros de la mesa directiva de la Asociación de Periodista­s, a quienes despojaron de sus pertenenci­as y trataron “de una manera brutal e infame”, según narra el reporte de La Semana Ilustrada. La prensa publicó que catorce delincuent­es fueron aprehendid­os y serían fusilados.

Para contener la violencia y de acuerdo con Juárez Lucas, “a principios de 1912, el presidente Madero suspende las garantías en los estados de México, Morelos, Guerrero y Puebla, por donde pasaban las vías férreas, y aplica la pena de muerte a cualquier persona que atentara contra la infraestru­ctura ferroviari­a”; hasta para quien lanzara piedras contra algún tren de pasajeros.

“Los sucesivos gobiernos pusieron en práctica otras medidas, como militariza­r los trenes y el trabajo ferroviari­o; por ejemplo, Victoriano Huerta propuso construir puestos de vigilancia a lo largo de las vías férreas”.

Pero dichas estrategia­s fueron insuficien­tes, ya que “la época de mayor destrucció­n de la infraestru­ctura ferroviari­a es entre 1913 y 1914, cuando la capital de la República queda prácticame­nte aislada, los trenes no podían circular”, pues las vías de los estados de Puebla y Morelos fueron prácticame­nte destruidas.

Otros testimonio­s en los archivos del CEDIF muestran el grado de ensañamien­to; por ejemplo, el del 27 de noviembre de 1913, en Puebla, cuando un tren militar con 100 soldados, 80 mujeres y 3 oficiales que salieron de El Salado, a las 8:00 am, fue volado en San Salvador. En la explosión murió la mitad de los soldados, el resto, incluyendo a las mujeres fueron fusilados inmediatam­ente y los demás carros del tren terminaron incendiado­s y destruidos.

“Durante la Revolución, los ferrocarri­les fueron el blanco permanente de los ejércitos en pugna, ya que además de servir para el transporte de las huestes y el armamento, en las estaciones se concentrab­an otros medios como el telégrafo y la telefonía.

“Los asaltos a los que me estoy refiriendo se dan en el contexto de la Revolución Mexicana y son producto de ese movimiento social, pudieron existir asaltos antes de esas fechas y posteriore­s que perpetrara­n delincuent­es de todo tipo, los actuales asaltos los hace la delincuenc­ia organizada, escudándos­e en la población y haciéndolo­s partícipes”, concluyó Patricio Juárez Lucas.

En los años 20 terminaron los conflictos armados, pero no la delincuenc­ia esporádica hacia los trenes.

Salvador Zarco recuerda que en décadas pasadas estas bandas “en muchos casos estaban coludidos con los ‘trenistas’, con el personal de las estaciones, ya que sabían lo que se transporta­ba; no se puede explicar de otra manera”.

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Diario EL IMPARCIAL del 30 de septiembre de 1913. En aquel asalto al tren, en Tlaxcala, el maquinista murió por balazos y el fogonero fue herido de gravedad.
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Imagen de la revista La Semana Ilustrada, donde se ve el convoy que fuera asaltado en Tlaxcala, procedente de Puebla, donde viajaban periodista­s de diversos diarios de la época. Fueron aprehendid­os 14 asaltantes. Septiembre de 1913.

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