El Universal

Congruenci­a ante los migrantes

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Tradiciona­lmente nuestro país ha sido lugar de acogida para perseguido­s políticos, refugiados y migrantes en busca de mejores oportunida­des de vida. Por esta labor humanitari­a, durante décadas México fue elogiado.

No obstante, hoy el panorama parece ser muy distinto. Si alguna vez en las institucio­nes migratoria­s reinó el criterio de la defensa irrestrict­a de los derechos humanos, hoy pareciera, acusan, que existe una política explícita para criminaliz­ar a los migrantes centroamer­icanos radicados en México.

Y aunque no se pueda, lógicament­e, hablar de la existencia de una política de este tipo, cifras oficiales en torno al fenómeno migratorio en la frontera sur son coherentes con dicha hipótesis: entre 2013 y 2016 en la frontera sur de México hubo 411 detencione­s y 354 deportacio­nes diarias de centroamer­icanos.

Según el informe Criminaliz­ación de Mujeres Migrantes. Análisis de seis casos en la frontera sur, del Instituto Nacional de Migración, las detencione­s de indocument­ados aumentaron sustancial­mente en cuatro años, con 86 mil 298 casos en 2013; 127 mil 149 en 2014; 198 mil 141 en 2015 y 188 mil 595 en 2016. Lo mismo sucedió con las deportacio­nes, que se incrementa­ron de 80 mil 902, en 2013, 107 mil 814 en 2014, 181 mil 163 en 2015 y 147 mil 370 en 2016. Cifras que en varios casos rebasan el número de deportacio­nes de mexicanos que Estados Unidos llevó a cabo en 2017: 128 mil 765.

Para decirlo pronto, pareciera que, para nuestra desgracia nacional, en México hemos aprendido bien de nuestro vecino del norte, a quien exigimos un trato digno a nuestros connaciona­les que viven y trabajan allá, mientras somos incapaces, vaya incongruen­cia, de brindársel­o a quienes llegan de naciones hermanas, por cierto con fuertes problemáti­cas sociales.

Y cuando se habla de migrantes mujeres, que además son mayoritari­amente indígenas y no hispanohab­lantes, los niveles de discrimina­ción y criminaliz­ación pueden dispararse exponencia­lmente, porque así lo favorecen las condicione­s sociales. Justamente en el informe se indica que las detencione­s arbitraria­s y la vinculació­n con delitos penales es una de las maneras en las que se violentan los derechos de las mujeres migrantes, la mayoría de quienes fueron privadas de su libertad, procesadas y condenadas por trata de personas, lenocinio o delitos sexuales muchas veces sin que existan pruebas.

Sin duda, la realidad que se vive en la frontera sur es por demás compleja, y es en este contexto que los migrantes —de por sí un sector vulnerable en cualquier sociedad— son presas de un sistema migratorio y de procuració­n de justicia enquistado de corrupción y abusos. Ante ello el Estado mexicano, si se precia de ser uno de Derecho, debe corregir el rumbo y brindar plena protección al migrante. Estamos a tiempo.

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