La época de las carreras en carretera
Estimados aficionados al emperador de los deportes, deben imaginarme ya con mi taza de café correspondiente para contarles algo que los más añejos lectores de esta columna seguro recordarán. Hace unas décadas, muchas competencias de autos se efectuaban sobre carreteras.
Personalmente, yo disfrutaba mucho este tipo de carreras porque ponía a prueba el talento de los pilotos. Su habilidad en el manejo y su precisión para calcular con qué velocidad y fuerza debían aplicar los frenos antes de una curva. Además, esto era aderezado por la naturaleza imprevista de las carreteras que obedece a la orografía de cada lugar. Esto representaba que los pilotos tenían que adaptarse a las subidas y bajadas de cada camino por recorrer.
Por ejemplo, recuerdo que, en 1928, había una carrera en la carretera México-Puebla que se corría sobre terracería y, como podrán imaginar, solo competían autos cerrados que eran conducidos por pilotos con mucho valor para intentar ser los más rápidos. Entre ellos, sobresalió el señor José E. Abed con un Chrysler 1928.
También recuerdo que en la carrera de la México-Puebla corría Moisés Solana, quien siempre implantó récords con distintas marcas de autos a pesar de que se trataba de una competencia muy peligrosa. Específicamente, la curva de “la carbonera” o el puente de San Martín ponían en dificultad a los pilotos. Asimismo, la llegada a México era toda una prueba pues era una secuencia de curvas en bajada donde tenían que aplicar la técnica de frenado “punta-talón” para hacer el cambio de velocidades.
Una de las carreras de este tipo más populares en su momento fue aquella que recorría la carretera federal México-Cuernavaca, donde una ocasión Moisés Solana compitió con varios autos en un mismo día. Su talento era tan grande que cruzaba la meta, dejaba su auto y regresaba a la salida en helicóptero para volver a recorrer el camino a bordo de auto. Todos eran de distintas marcas y de diferentes motores.
Era todo un espectáculo, pues rápidamente se cambiaba de unidad en la salida ubicada en la zona de moteles a las orillas de la Ciudad de México. Además, esta carrera implicaba mucho disfrute como espectador, pues podía ser apreciada en diversas zonas del recorrido como en la típica parada gastronómica de Tres Marías, donde se podía ver pasar a los autos y deleitarse con unas quesadillas de chicharrón con queso al mismo tiempo. También la zona del mirador era excepcional para ver cómo los pilotos acelera sorteaban las curvas que le antecedían y sucedían a la vista del público. Sin embargo, la zona donde los pilotos normalmente perdían el control y se derrapaban con gran facilidad era en la complicada y peligrosa curva de “La Pera”.
Otro recuerdo que tengo de este tipo de carreras involucra a Rubén Novoa, quien llegó con un Porsche 908 y se colocó como el favorito a finales de la década de los sesenta. Sin embargo, decepcionó tremendamente por la descompostura del auto a la mitad de la carrera en 1969.
Era tan emblemática esta carrera que en ella se filmaron diversas escenas de la película “Mecánica Nacional”, que se basaba en competencias de este tipo con pilotos como Daniel Muñiz, Raúl Pérez Gama y Freddy Van Beuren, quien fuera el ganador de la carrera en el filme a bordo de un Ford Mustang modelo 1971.
Muchas otras figuras del automovilismo nacional aparecen en la película y orgullosamente tuve la oportunidad de ser el narrador de la carrera en la trama del filme que me hacen pensar, emitir un suspiro y finalmente decir: “¡qué buenos tiempos aquellos!”
Un piloto en el tintero. La semana pasada quedé de platicarles la historia de un piloto mexicano que corrió las 500 Millas de Indianápolis: Héctor Alonso Rebaque. El capitalino participó en 1992 en esa magnífica carrera con poca fortuna pues, cuando iba en sexta posición pasó a reabastecer combustible a los pits y el vehículo comenzó a incendiarse por lo que tuvo que alejarse del auto y abandonar la carrera.
Un factor de mucho peligro en este tipo de seriales norteamericanos es que el combustible que los autos emplean es una mezcla de nitrometano y alcohol que no genera ninguna clase de flama de color, por lo cual cuando hay un derrame que genera un incendio, el piloto no se da cuenta y tiene que salir del auto y rodar en el suelo para apagar el fuego para después recibir asistencias. El motivo de usar este tipo de mezcla es que es mucho más potente que la gasolina normal.
Cuántas anécdotas e historias existen en el mundo del automovilismo y en próximas entregas profundizaré en el caso de la carrera más famosa de México en el mundo “La Panamericana”. El próximo Gran Premio es en Canadá el fin de semana siguiente, por lo cual nos estaremos leyendo para dar mi punto de vista al respecto. Los dejo no sin antes recordarles: ¡hagan de su auto un deporte, no un peligro!.