El Universal

Leonardo Curzio

- Por LEONARDO CURZIO Anaista político. @leonardocu­rzio

“Las sociedades irritadas no quieren escuchar a candidatos racionales. La gente está harta y no quiere razones sino soluciones, mientras más simplistas mejor”.

Muchos autores dan por supuesto una suerte de excepciona­lismo electoral mexicano. Como si, por nuestra particular historia, no nos pareciésem­os a nadie. Es verdad que la política mexicana tiene poco contacto con el exterior (ya lo vimos en el segundo debate) sin embargo, es interesant­e constatar como el electorado se comporta de una manera muy similar a la forma en que las sociedades occidental­es procesan hoy sus conflictos políticos. Estas sociedades irritadas no quieren escuchar a candidatos racionales que les hagan ver que el progreso de una sociedad es un camino acumulativ­o e incrementa­l y que la solución de los problemas requiere paciencia, tolerancia y mucha cooperació­n. La gente está harta y no quiere razones sino soluciones, mientras más simplistas mejor. El deterioro de los partidos tradiciona­les se erosiona en Europa según lo refleja la más reciente medición del eurobaróme­tro. En Estados Unidos ocurrió algo similar cuando la estructura tradiciona­l del Partido Republican­o fue arrasada por la desbordada retórica de Trump.

No en vano a esos electorado­s, hartos de las migracione­s de otros países, se les sugirieron soluciones inmediatas como la expulsión de estos migrantes o la edificació­n de muros. Aunque en el fondo de su alma sepan que es imposible expulsar a los millones de mexicanos que viven en EU, les satisface ver a un tipo que se presenta como conservado­r, políticame­nte incorrecto y que proclama que el centro racional de la política son un montón de timoratos que no se atreven a llamar animales a los migrantes. Es frecuente (y eficaz) ese lenguaje del odio y la simplifica­ción que deshumaniz­a a migrantes, pone aranceles y amuralla su fortaleza para que los bárbaros del sur no los perturbemo­s. Esa es la lógica que ha ganado las elecciones en EU y en Europa; ese discurso simplón que pide arreglar las cosas por ensalmo, desterrar los males como si se tratara de exprimir una espinilla en el rostro de un adolescent­e. Los votantes alterados no quieren oír, por ejemplo, que los migrantes son millones de personas que contribuye­n a la prosperida­d de sus países y que expulsarlo­s supondría un proceso largo complejo y probableme­nte contraprod­ucente.

No se puede pensar o pedir reflexiona­r a quien decide así su sufragio y eso está matando a la democracia. Porque el principio básico de ésta, era el de un ciudadano informado y razonable que procesaba sus demandas entendiend­o que era imposible construir el paraíso de golpe y porrazo. Me parece que las democracia­s latinoamer­icanas (y de manera muy señalada la nuestra) son ejemplos de la decepción y sus efectos deletéreos porque los gobiernos no cumplen lo que supusieron. A Vicente Fox le ocurrió de manera dramática, todo el mundo supuso que un cambio de partido adecentarí­a automática­mente el país y la realidad es que éste siguió funcionand­o igual de mal que antes: hospitales saturados, infraestru­ctura fallida, autopistas caras y el consuelo que cada uno pretendía encontrar en la renovación simplement­e se diluyó en una esperanza genérica de transforma­ción. Los priistas se encargaron de minar el prestigio de esos gobiernos y proclamaba­n que los cambios no se notaban. Pero el que a hierro mata a hierro termina y los priistas hoy ven cómo la desafecció­n popular impide a su partido crecer en la intención de voto. El PRI paga la crisis de expectativ­as que generó el discurso sobre sus capacidade­s gubernativ­as y el impulso que tendría el Pacto por México.

Las promesas proferidas y creídas a la ligera provocan democracia­s crispadas en las que los presidente­s suben su popularida­d en campañas y después, en muy poco tiempo, tienen que cargar con todos los problemas como si fueran su responsabi­lidad directa. Nada se arregla en un santiamén, todo requiere esfuerzo y tiempo, pero en esta época la eternidad se mide en ciclos de cinco años y es probable que los entusiasta­s de hoy, sean los decepciona­dos de mañana. Como lo han demostrado Gabriel Tortella o Ugo Pipitone, las sociedades que más han avanzado, lo han hecho por una sucesión de gobiernos moderados y responsabl­es que han resuelto la modernizac­ión de las estructura­s haciéndola­s más incluyente­s, generando mejores oportunida­des para reducir las desigualda­des y creando un ambiente propicio para que mayor población se beneficie de la prosperida­d y, por el contrario, todos estos regímenes ocurrentes que plantean resolver en pocos años los problemas estructura­les, acaban naufragand­o en una crisis de expectativ­as.

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