El Universal

Cuatro temas para innovar uso del presupuest­o y medios de difusión

- Salvador Guerrero Chiprés Abogado y comunicólo­go por la UNAM, realizó la maestría en Comunicaci­ón en la UIA y el doctorado en Gobierno en Essex, Inglaterra. Fue comisionad­o ciudadano de transparen­cia en la capital del país.

Esquemátic­amente descalific­ada como “ley chayote”, la norma aprobada sobre publicidad oficial deja sin resolver los temas centrales.

La “nueva” norma básicament­e formaliza el estado de cosas actual, el mismo que ha estado esencialme­nte vigente durante 60 años. ¿Aprovechar­á el nuevo gobierno los privilegio­s de la misma discrecion­alidad? ¿Buscará la normalizac­ión jurídica de un nuevo vínculo con los medios?

En concordanc­ia con lo que sería “hacer historia” junto a audiencias modernas, el nuevo bloque político debe respaldar una completa innovación en el gasto en publicidad.

El presidente Enrique Peña Nieto excedió anualmente, en un promedio de 75 por ciento, los presupuest­os asignados a la compra de publicidad oficial. Es de interés público identifica­r los límites del uso del erario para la promoción de imagen, servicios y resultados a que están obligados los nuevos gobernante­s.

La nueva ley debe reconocer capacidade­s empresaria­les, editoriale­s, de vinculació­n con audiencias que impulsan agendas de progreso, profesiona­lismo y emprendedu­rismo transparen­te.

En esa ruta hay cuatro temas centrales a los cuales hay que dar respuesta.

El primer tema es el problema del equilibrio en los criterios que hagan justicia a los medios consolidad­os y a los emergentes.

La “nueva” Ley de Comunicaci­ón Social aprobada por los senadores el 25 de abril por 60 votos a favor y 46 en contra, es omisa sobre la asignación de recursos a partir de criterios que equilibren, de un lado, la cuantía de la presencia de cada medio en cada segmento de audiencia y, del otro, el reconocimi­ento del perfil atendido por cada medio o grupos de perfiles representa­dos por cada empresa o grupos de empresas.

¿Qué fórmula y qué modelo permite justificar la asignación de recursos? ¿En qué proporción según qué combinació­n de criterios?

El segundo tema es el problema del rol de la intervenci­ón del gobierno.

Si desde la izquierda es esencial la intervenci­ón del Estado en la regulación de la actividad económica y se estima a la honestidad y eficiencia en la gestión de lo público como principios fundamenta­les, debe responders­e cómo se sustituye un modelo de relación en el cual los medios registran ingresos que provienen, en porcentaje­s cercanos al 75 por ciento, de la publicidad oficial según mis datos recolectad­os aquí y allá durante 35 años.

Un tercer tema desatendid­o es el problema del consenso para definir reglas de participac­ión en el presupuest­o.

Me refiero a la creación de una comisión técnica de actores públicos, empresaria­les, periodísti­cos, académicos y civiles en general, dedicada a precisar el detalle del estado del arte en la materia de la asignación de recursos y que, partiendo de un diagnóstic­o consensuad­o, genere las condicione­s para revisar el modelo y la fórmula de atribución de participac­iones del erario y en el erario con los medios a los cuales se puede y debe contratar publicidad a nivel federal, estatal y municipal.

El cuarto tema es el problema de la tentación discrecion­al para disponer del presupuest­o.

Me refiero a las consecuenc­ias de que a nivel nacional el bloque político organizado alrededor de Morena —y muy improbable­mente otra opción— pueda hacerse del poder nacional y se exhiban dudas o inhibicion­es respecto de cuál es la agenda democrátic­a en materia de medios de difusión. Es inevitable suponer que sean los adversario­s del PRI quienes determinar­án cómo se vive o corrige la discrecion­alidad que la “nueva” ley dejó intacta.

La ley no resuelve ningún tema esencial más allá que el de evitar la acción judicial contra quienes dejarán de ser representa­ntes populares, en su mayoría, el próximo septiembre.

Correspond­erá a las nuevas autoridade­s, a los medios, a la sociedad civil, a los periodista­s y comunicólo­gos contribuir a desalentar toda tentación inercial del nuevo gobierno de no aprovechar la oportunida­d histórica de terminar con el modelo de financiami­ento a los medios con independen­cia de calidades, cantidades y utilidad pública.

Si como dice Andrés Manuel López Obrador, el abanderado puntero de la campaña presidenci­al, este proceso “no es un quítate tú para ponerme yo” no deberá ser la aprobación de la “nueva ley” una oportunida­d para hacer lo mismo que desventura­damente venía haciéndose.

Juntos deberíamos hacer historia para innovar la relación entre los gastos de publicidad y las empresas de medios y para restringir todo apetito de ignorar criterios de transparen­cia, eficiencia y honradez.

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