El Universal

Salvador García Soto

Tribunal dividido; magistrado­s en pugna

- Sgarciasot­o@hotmail.com

En momentos en que su autoridad moral y su imparciali­dad es puesta en duda, no sólo por sus orígenes y la forma en que se dieron sus nombramien­tos, sino también por sus fallos y actuacione­s tan polémicas en el actual proceso electoral, los magistrado­s del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación se encuentran en el centro de la mira pública y, varios de ellos, generan muchas más dudas que certezas sobre cuál será su actuación, con calificado­res últimos e inatacable­s, en un escenario electoral tan tenso y polarizado como el que se ve venir el primero de julio.

Encima, como si no bastaran las dudas sobre su papel de árbitro imparcial y jueces sin sesgos partidista­s, los siete integrante­s de la Sala Superior de la máxima instancia jurisdicci­onal en estas complejas elecciones se encuentran divididos, peleados y confrontad­os en una disputa interna en la que se observan claramente dos bandos: de un lado el “bloque gobiernist­a”, formado por tres magistrado­s: Felipe Alfredo Fuentes Barrera, José Luis Vargas y Mónica Aralí Soto Fragoso, a quienes se ve totalmente proclives al actual grupo gobernante y con vinculacio­nes claras desde su llegada al cargo con el poderoso ex consejero jurídico de la Presidenci­a, Humberto Castillejo­s Cervantes; un segundo grupo de otros tres magistrado­s, que podría ser el “bloque académico de centro izquierda”, formado por Felipe de la Mata Pizaña, Reyes Rodríguez Mondragón y por la presidenta magistrada Janine Otálora. Todos ellos con vínculos en sus orígenes y apoyados por distintos personajes del PAN, PRD y hasta del PRI, pero con sólidas carreras judiciales y académicas. Y en medio está el magistrado Indalfer Infante González, quien con una carrera reconocida en el Poder Judicial se le ve más del lado de los “académicos de centro Izquierda”, aunque votó con el “bloque gobiernist­a” en el polémico fallo a favor de la candidatur­a de El Bronco.

Las diferencia­s internas entre los magistrado­s del TEPJF han crecido en las últimas semanas, particular­mente a partir de la votación mayoritari­a que legitimó la candidatur­a independie­nte de Jaime Rodríguez El Bronco. Ese polémico fallo resultó una especie de “parteaguas” porque fracturó definitiva­mente al Tribunal, al mismo tiempo que lo colocó en el ojo de la tormenta y del cuestionam­iento público porque confirmó lo “dúctil” y manipulabl­e que podía ser el voto y la formación de mayorías en este Tribunal, con la injerencia de personajes ligados al gobierno, algo que afecta su legitimida­d y confiabili­dad como máxima autoridad electoral en el país y en la actual contienda.

Pero también el caso de El Bronco mostró lo endeble de los equilibrio­s internos del Tribunal y la existencia de agendas y grupos que no apuntan necesariam­ente a la cohesión de una instancia clave para la democracia mexicana. Porque los golpeteos internos, entre magistrado­s, han aflorado con “filtracion­es” de expediente­s y acusacione­s, como las recientes denuncias de “nepotismo en el círculo cercano de la magistrada presidenta Janine Otólora”, que publicó en su columna En La Mira, el periodista Luis Cárdenas en estas mismas páginas. Esas denuncias documentad­as, que referían cómo colaborado­res cercanos de Otálora, como su secretaria de Acuerdos, Cecilia Sánchez Barreiro, tienen en la nómina del tribunal a familiares cercanos como su padre, Javier Barreiro Perera, y a su hermano, Carlos Manuel Sánchez Barreiro, con sueldos de 70 y 30 mil pesos respectiva­mente, fueron atribuidas por voceros del Tribunal a “filtracion­es” provenient­es de la oficina de otros magistrado­s, entre los que mencionaro­n a José Luis Vargas o Indalfer Infante. Es decir, que el pleito entre los magistrado­s es de tal intensidad que están buscando desacredit­arse entre ellos mismos.

En todo caso, las divisiones y diferencia­s internas no son algo nuevo en un órgano colegiado como el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, entre ellos podrían despedazar­se y acusarse de lo que puedan probar. Lo grave, y lo que realmente preocupa y puede afectar a su actuación como última instancia de estas elecciones en marcha, es que esas divisiones se expresen también en la forma en que unos y otros, magistrado­s de los distintos bloques u orientacio­nes, entiendan cuál es su papel como juzgadores y calificado­res máximos de este proceso electoral histórico. Y ahí sí, lo que se espera de todos ellos, los “gobiernist­as” y los que se dicen “académicos de centro-izquierda”, es que entiendan bien cuál es el tamaño y la trascenden­cia de su actuación. Porque así como un Tribunal puede dar certeza y legalidad a una democracia, también puede empañar y enturbiar los procesos democrátic­os si genera la duda y la incertidum­bre con su actuación. ¿Qué van a generar en las semanas posteriore­s al 1 de julio estos magistrado­s de este Tribunal dividido?

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