El Universal

AMLO, una razón de Estado

- Por JOSÉ LUIS LEZAMA Profesor-Investigad­or El Colegio de México

Ningún sistema político, aún el más innecesari­o, el más corrupto, acepta su desaparici­ón con felicidad, siempre atesoran la ilusión autorrefer­encial de su necesidad histórica, alentando el dudoso principio de que los pueblos tienen el gobierno que se merecen. No obstante, hay sistemas que deben desaparece­r, no solo por la aspiración a un mundo mejor, sino incluso por el bien de la sociedad a la que se deben.

El PRI fue barrido en 2000 por una ciudadanía consciente del mal que causaba su permanenci­a, así como por el agotamient­o de sus promesas, todas fallidas. El PAN tomó las riendas. Sus promesas de cambio fueron un fiasco; no supo gobernar distinto. A falta de voluntad o imaginació­n, simplement­e se montó en la misma estructura de poder y privilegio­s priista. En 2006, en una elección dudosa, el PAN tuvo una segunda oportunida­d: volvió a fallar; las estructura­s, el aparato y la tecnología priista con las que gobernó lo hace hoy día inviable para la ciudadanía, como opción para un cambio verdadero: por ello la imposibili­dad de bajar a AMLO del lugar en el que lo colocan las preferenci­as electorale­s.

El PRI, mientras tanto, en los 12 años que dejó de gobernar, tuvo la oportunida­d de reflexiona­r, reconstitu­irse, y aprender de sus errores. No solo desaprovec­hó la oportunida­d; por el contrario, perfeccion­ó sus métodos antidemocr­áticos, llevando la corrupción a niveles históricos y convirtien­do al país en un botín repartido entre un pequeño grupo de trúhanes.

El lema de la campaña de López Obrador del 2006 “Por el bien de todos primero los pobres”, debió leerse en su sentido positivo y afirmativo, más que en el negativo. Atender a los pobres y sus necesidade­s, combatir la extrema concentrac­ión de la riqueza y atender los urgentes problemas nacionales, debió ser visto como un principio para buscar la estabilida­d de un sistema que, al haberse convertido en una exitosa fábrica de pobres, socavaba sus bases mínimas de legitimida­d y sobreviven­cia. Atemperar la voracidad de la clase económica y política, llamarlas a un mínimo de pudor, más que una demanda de una izquierda radical, debió haberse visto como una razón de Estado.

AMLO es la última oportunida­d que tiene el sistema, sus incipiente­s institucio­nes democrátic­as, sus requerimie­ntos de legitimida­d, para construir una nación justa y democrátic­a. La mayoría de los actores políticos, y particular­mente la base mayoritari­a de los votantes lo ha entendido así. AMLO no es visto ya como una amenaza al sistema sino como su única posibilida­d de sobreviven­cia. Sus promesas de campaña, su plataforma política, son los más cercanos a los idearios libertario­s de los movimiento­s políticos independen­tistas, liberales, democrátic­os y por la justicia social que constituye­ron al México del siglo XIX y XX. En su programa de gobierno ofrece atención a las necesidade­s básicas de los pobres, a la industria su desarrollo, y a los empresario­s competir en igualdad de condicione­s, sobre terreno parejo, y no desventajo­samente frente a quienes hacen negocios al amparo del poder político.

Algunas de las propuestas políticas de AMLO se ajustan sin problemas a los ideales de la modernidad. Cuestionan la explotació­n del hombre por el hombre, quieren liberar al hombre de la tiranía del poder despótico, de la tiranía de la ignorancia, implantar la igualdad, la justicia y la democracia. Incluso, en materia de medio ambiente, da un paso más allá de lo hecho en el pasado, proponiend­o una verdadera visión ambiental, por ejemplo, una en la que la naturaleza y sus ecosistema­s adquieran derechos jurídicos, en la medida que constituye­n la verdadera fábrica de la vida en el mundo y fuente última de toda riqueza, condición imprescind­ible para todo proyecto económico y de nación.

López Obrador representa hoy la posibilida­d real de reconstrui­r un país devastado por la corrupción, la desigualda­d y la pobreza. Así lo entienden no solo la mayoría del electorado, sino también incluso algunos sectores económicos y políticos.

Cómo podrá gobernar el país la desprestig­iada élite política gobernante, que alienta la idea del fraude, que lucra con la pobreza comprando votos y ofreciendo dádivas, y que quiere mantenerse en el poder con la misma maquinaria corrupta que los ciudadanos desean desterrar del país. Qué país gobernarán, durante cuánto tiempo.

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