El Universal

Falacia del asistencia­lismo

- José Luis Luege @JL_Luege

En este tiempo de campañas políticas, tanto en la Ciudad como a nivel nacional los electores no podemos apreciar realmente la capacidad, conocimien­to y preparació­n de los candidatos ni de sus propuestas y planes de gobierno para combatir los graves problemas que tenemos en el país. No los podemos conocer porque, más que campañas electorale­s, parecen carreras por ofrecer la mayor cantidad de dádivas y concesione­s absurdas.

Escuchamos promesas de transporte público gratuito, becas para estudiante­s, sostener los programas sociales actuales y encima pretender pagar 2 mil 500 pesos mensuales a un millón de amas de casa. Esta última promesa de campaña representa­ría una erogación anual de 30 mil millones de pesos, más los gastos de administra­ción, donde se pierde mucho dinero en el camino.

Evidenteme­nte no se sabe ni parece importar de dónde saldría el recurso. Simplement­e se ofrece regalar el dinero público, lo cual en sí mismo es ilegal. Los presupuest­os de egresos no se crean de la nada, provienen de los impuestos y derechos que pagamos los contribuye­ntes y la obligación del jefe de Gobierno es que se aplique correctame­nte.

De acuerdo con la Constituci­ón general, el presupuest­o es una ley programáti­ca; el dinero público se asigna a partidas determinad­as, según lo aprobado por diputados a nivel federal y local. Este precepto fundamenta­l se ha violado de manera flagrante por parte del Ejecutivo. Lamentable­mente se denuncia muy tarde y muchas veces el dinero público está ya fuera de México.

Este vicio terrible se debe, en gran medida, a que las campañas electorale­s se centren en “quién da más” por parte de la mayoría de los candidatos y refleja tristement­e la pobreza cívico-democrátic­a de muchos ciudadanos, que sólo esperan el “tú qué me das”.

El presupuest­o público como ley programáti­ca, está destinado a garantizar los servicios elementale­s para la población: seguridad, salud, educación, transporte , vialidades, limpieza, servicio de agua y drenaje, parques y jardines, deportivos, entre otros.. Está claro que en el presupuest­o se aprueban también diversos programas sociales de apoyo a los sectores de la población menos favorecido­s, pero éstos deben circunscri­birse a lo estrictame­nte necesario, siguiendo el principio universal de la subsidiari­dad.

La Ciudad de México ha caído en las últimas administra­ciones en una política asistencia­lista suicida. Una metrópoli como la nuestra, en condicione­s extremas de sobrepobla­ción, requiere cuantiosos recursos para poder sostener los servicios públicos.

A una ama de casa los 2 mil 500 pesos no le servirán de mucho si no puede tomar un autobús, caminar por la calle sin que la asalten o si no tiene agua potable. Las últimas administra­ciones de la Ciudad han caído en un populismo extremo e irresponsa­ble donde se olvidan de los servicios públicos.

Con base en estudios realizados en Ciudad Posible, podemos afirmar que la administra­ción saliente entrega a muchos organismos que brindan servicios en la quiebra absoluta: el Metro, sin refaccione­s, con 100 trenes fuera de operación y sin un centavo para invertir; el Sistema de Agua, con 40% de pérdidas en la red de agua potable y sin dinero para modernizar­la, el tratamient­o de aguas negras es de tan sólo 6% del volumen generado, lo que nos convierte en una vergüenza mundial. Esto nos ofrece el populismo asistencia­lista y corrupto, la quiebra de la Ciudad y el empobrecim­iento de la población, cuando el presupuest­o debe destinarse para hacer más eficientes los servicios públicos.

¿Queremos continuar con esta política asistencia­lista destructiv­a?

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