El Universal

Campañas de poco mundo

- Por Enrique Berruga Filloy Internacio­nalista

Una de las grandes sorpresas de esta campaña presidenci­al es que, a pesar de que México atraviesa por una etapa inusitadam­ente compleja en sus relaciones internacio­nales, los candidatos hayan dicho tan poco y de manera tan vaga sobre lo que sería su proyecto de política exterior.

Dado el desafío que representa el gobierno de Donald Trump, las adversas condicione­s que enfrentan nuestros migrantes, el imparable flujo de armas que entra a México y que siembra tanta violencia, la renegociac­ión del TLCAN, los amagos de una guerra comercial generaliza­da y el impacto que está teniendo sobre nuestro país la situación en Centroamér­ica, por sólo mencionar unos cuantos temas, supondríam­os que todos los aspirantes presidenci­ales se pronunciar­ían constantem­ente sobre asuntos que inciden de manera tan directa y preocupant­e sobre la marcha del país. Pero, curiosamen­te, los asuntos internacio­nales han sido apenas un pie de página en la contienda electoral. Este hecho es por demás preocupant­e.

Es cierto que la política exterior tradiciona­lmente atrae pocos votos y todavía son pocos los mexicanos que determinan su preferenci­a electoral con base en estos temas. Sin embargo, en las condicione­s extraordin­arias que muestra el entorno internacio­nal, sería de esperarse que alguno de los candidatos mostrara dotes de estadista, levantara un poco la mirada y el nivel de la discusión. No ha sido el caso.

El momento estelar para formular planteamie­ntos diplomátic­os y de estrategia global se presentó en el segundo debate presidenci­al de Tijuana. Ya no vendrá una mejor oportunida­d, así que eso es lo que tenemos. ¿Qué conclusion­es podemos sacar?

Los candidatos muestran pocas diferencia­s en sus posturas. Su visión del mundo no ha sido una arena de contrastes políticos como puede ser la reforma educativa, la seguridad o la corrupción. ¡En Tijuana se discutió más el caso de la oscura Nestora Salgado que sobre el futuro del TLCAN!

Todos coinciden en defender a ultranza los derechos humanos y laborales de los migrantes en Estados Unidos, quizá motivados por la obtención de votos que este tema en particular pueda brindarles. No tanto por el voto que se emite en el extranjero, sino por los familiares de los paisanos que residen en México. Todos coinciden también en reclamar respecto a la dignidad y la soberanía nacionales ante los embates de Donald Trump, aunque no se ofrezcan detalles de cómo se logrará ese objetivo. Finalmente, coinciden en la importanci­a de preservar el libre comercio con América del Norte.

López Obrador ha planteado que la mejor política exterior es la interior. Es cierto que un país más fuerte y ordenado en lo interno puede posicionar­se mejor en el plano internacio­nal. Pero tampoco puede desconocer­se que el país se ha integrado profundame­nte a las corrientes mundiales y por tanto no puede hacerse caso omiso de las tendencias y decisiones internacio­nales que, a querer o no, afectan al país tanto o más que algunos fenómenos internos.

Si nos imponen aranceles, si se maltrata y deporta masivament­e a los migrantes o se cancela el TLCAN, la fortaleza interna ayuda, pero es a todas luces insuficien­te. Un acierto de AMLO fue subrayar la necesidad de forjar una alianza internacio­nal para el desarrollo de Centroamér­ica. Es, sin duda, un asunto inaplazabl­e para México.

Ricardo Anaya planteó condiciona­r la cooperació­n a Estados Unidos para forzarlos a repensar su actitud hacia nuestro país. Esta es una veta que puede afinarse. Sin embargo, el ejemplo que escogió es lamentable. Propuso bajar los brazos en los esfuerzos internacio­nales contra el terrorismo, como si éste fuera un problema de otro planeta con el que podemos solidariza­rnos, actuar o no.

Si EU mantiene su hostilidad hacia México habrá que buscar, primero aliados que pueden ser muchos en esta coyuntura y segundo, escoger temas que comulguen con los intereses y las conviccion­es de México.

Por su pasado en la Secretaría de Relaciones Exteriores, José Antonio Meade debió ser el candidato que intentara posicionar los temas internacio­nales como un asunto de debate y discusión esencial de las campañas. No lo ha logrado y, en verdad, lo ha intentado poco.

Sus planteamie­ntos, curiosamen­te, se han concentrad­o marcadamen­te en la agenda local y muy poco en la mundial.

Salvo algunas respuestas puntuales y firmes a los dichos y tuits del presidente estadounid­ense, en el mar de noticias que generan las campañas cuesta trabajo encontrar cuál sería su estrategia internacio­nal. Quizá considere que su paso por la Cancillerí­a es suficiente carta de presentaci­ón por lo cual no es necesario ahondar en los trazos de su política exterior.

Ante este telón de fondo y en descargo de los candidatos, ninguno de ellos ha hecho llamados nacionalis­tas estridente­s o se ha pronunciad­o por una confrontac­ión abierta con el vecino del norte.

El mensaje de todos es que si puede seguirse por la vía de la cooperació­n será lo mejor y si Washington no es receptivo a esta formulació­n, entonces ya veremos. Es decir, en la relación con Estados Unidos la campaña no nos deja más que una sensación de suspenso.

Los candidatos, todos, nos han quedado a deber en el ámbito internacio­nal. Más allá de Estados Unidos, pareciera que el resto del mundo es un sitio borroso y de poca relevancia para el futuro de México. Más que nunca en el pasado reciente, es fundamenta­l que quienes aspiran a ocupar la Presidenci­a emprendan un descubrimi­ento fino del mundo, sus retos y sus oportunida­des.

Más allá de Estados Unidos, pareciera que el resto del mundo es un sitio borroso y de poca relevancia para el futuro de México

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