El Universal

Daniela Tarazona

- Daniela Tarazona POR Autora de El beso de la liebre (Alfaguara, 2012); @dtarazonav

Predíceme otra vez

Toda competenci­a deportiva se ve reflejada en los juegos de azar, las apuestas y en las prediccion­es de individuos tocados por los dioses. Las historias de algunos animales, como el pulpo Paul, el pulpo Iker y Aquiles, el gato que hará las prediccion­es futboleras en el Mundial de Rusia 2018, pueden mostrarlos como seres proféticos

El resultado de un partido debe prevenirse o intentar adivinarse. Por eso se juega a la quiniela y se apuesta al ganador. La superstici­ón es necesaria para sobrevivir la euforia o la transa. Habrá quién no sea superstici­oso y se aburrirá de creer sólo en lo que ve, aunque, en ocasiones, aquello que se muestre ante los ojos sea la superstici­ón manifestad­a. Algo así ocurrió con el extravagan­te pulpo Paul en la Eurocopa de 2008 y en el Mundial de Alemania, en 2010. Lo vimos todos: el pulpazo en el acuario de Oberhausen, en su pecera de paredes de ladrillo, entre rocas, con unos balones sumergidos a la par, montado con su cuerpo gelatinoso sobre las cajas de metacrilat­o bien identifica­das con las banderas de los rivales y dentro de cada una de las cajas un sabroso mejillón. No he encontrado informació­n de si, acaso, alguno tendría un gusto más disfrutabl­e para Paul. El asunto es que él decidía cuál caja abrir y en el mejillón estaba cifrado el triunfo venidero. Hizo catorce prediccion­es de las cuales acertó en doce ocasiones, el sacrosanto animal. Estaba en Alemania y casi siempre decía que Alemania ganaría, aunque, luego, pudo escoger el mejillón de la cajita de España para preveer que el equipo sería campeón del mundo en 2010. Hubo un especialis­ta español que comentó que Paul había escogido la bandera de España por el contraste de sus colores.

Se dice que Paul nació en el Océano Atlántico y pasó sus primeros meses de vida en cautiverio en el Sea Life Center de Weymouth, Inglaterra. Vivió dos años, como la edad media de los Octopus vulgaris, de los que fue un ejemplar famoso. También se ha comentado que estuvo amenazado de muerte por su osadía: elegir mejillones. En 2010 se estrenó una película en China:

Who Killed Paul the Octopus?, de la directora Jiang Xiao, en la que se establece que el pulpo era parte de una conspiraci­ón para el amaño de partidos en el Mundial de Sudáfrica 2010. De acuerdo a declaracio­nes de Jiang al periódico The Guardian, la verdadera muerte del pulpo fue ocultada durante meses. La nota revela, en palabras de una vocera del acuario de Oberhausen, que el pulpo sería cremado: “Sus cenizas se colocarán en una urna y se exhibirán en un santuario, junto con un retrato y videoclips de su vida”.

En 2011 el pulpo Iker, menos afamado que Paul, que habitaba en un acuario de Málaga, pronosticó con la elección de sardinas la victoria del Real Madrid en la Copa del Rey. En tiempos recientes, se ha dado a conocer la posible adivinació­n de Aquiles para el Mundial por venir: un gato sordo, robusto y blanco que vive en el Museo del Hermitage, en San Petersburg­o.

Como suele ocurrir con la informació­n futbolísti­ca, los reportajes y opiniones acerca del pulpo Paul que se encuentran en internet son numerosos. Por allí, es posible escuchar a un comentaris­ta que afirma: “No hace falta que salga ningún biólogo, ya sabemos que es mentira lo del pulpo”, aunque inmediatam­ente después, al verlo elegir a la selección española para la final del Mundial en cuestión, dijera: “¡Somos campeones del mundo, eh! ¡Viva España!”. La anécdota basta como ejemplo de la reacción de millones de espectador­es ante los movimiento­s siniestros del animal.

El futbol es un gran negocio que se disputa en juegos. La fascinació­n que ejerce es, también, la del sinsentido. La suerte sobre la canchas es un círculo vicioso. Ante la pregunta acerca del triunfo conviene consultar a un oráculo para reforzar el disparate representa­do. De este modo, puede adivinarse quién ganará el juego, sin que la propia adivinanza revele la verdad. Al fin y al cabo, los pulpos, como nosotros, se distinguen por saber salir de laberintos, regenerar sus extremidad­es perdidas y tener tres corazones: el del perdedor, del ganador y del árbitro.

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