El Universal

Luz María de la Mora Sánchez ¿Cuánto cuesta una guerra comercial?

- Directora de LMMConsult­ing y profesora afiliada en la División de Estudios Internacio­nales del CIDE. Twitter: @luzmdelamo­ra y @lmmconsult­ingmx

La decisión de la administra­ción Trump de imponer aranceles a importacio­nes de ciertos aceros (25%) y a las de algunos productos de aluminio (10%) bajo la Sección 232 a partir del 1 de junio afectará importacio­nes que realiza Estados Unidos (EU) por 41 mil millones de dólares (mdd). De éstas, cerca de 3 mil mdd correspond­en a productos de México; esto es menos de 1% del total de exportacio­nes mexicanas que sumaron 327 mil mdd en 2017.

En principio, la compensaci­ón que buscará México será en función del comercio que va a perder como resultado de la medida, es decir, casi 3 mil mdd. El número parece bajo y su impacto, a nivel macroeconó­mico aparenta ser menor. Sin embargo, en una guerra comercial todas las partes pierden y mucho más de lo que se puede apreciar.

México pierde porque la imposición de estos aranceles implica cerrar su principal mercado de exportacio­nes a estos productos. EU adquiere en promedio 80% de las exportacio­nes mexicanas de los productos afectados por lo que buscar mercados alternativ­os no será fácil; más aún cuando existe una sobreprodu­cción global de 700 millones de toneladas de acero que todos los productore­s están buscando colocar.

Asimismo, no sería extraño ver un impacto negativo sobre los 672 mil empleos directos e indirectos en el sector que reporta la Canacero. Tanto el acero como el aluminio son, en gran parte, insumos que se utilizan en varias industrias por lo que se puede esperar un efecto en cascada sobre otras ramas de producción y el comercio en su conjunto en términos de precios, inflación, producción, inversione­s y empleos, entre otros.

México también pierde porque al aplicar aranceles a diversos productos veremos un incremento en precios al consumidor final. Una forma de paliar el efecto arancelari­o sería desviando el comercio para abastecers­e de otros socios. Por ejemplo, Chile podría ser una alternativ­a para sustituir las importacio­nes de uvas y manzanas de EU.

Afectar flujos comerciale­s, en el corto plazo, se espera derive en beneficios en el mediano y largo plazos. Aún con los costos que le representa a México imponer aranceles como represalia, una medida espejo era obligada. No hacerlo habría tenido costos incluso más elevados pues Estados Unidos podría entender que puede abusar de sus leyes sin enfrentar consecuenc­ias.

Hasta ahora México no ha aplicado a EU la medida de represalia de 163 mdd a la que tiene derecho como consecuenc­ia de la decisión del panel de la OMC en el caso del atún ni se ha compensado por la salvaguard­ia que ese país aplicó en febrero pasado a sus exportacio­nes de lavadoras y páneles solares que sumaron mil 400 mdd.

Segurament­e dicha decisión respondió al interés de México de mantener un buen ambiente en la renegociac­ión del TLCAN. Sin embargo, ante la posible amenaza de que EU decida aplicar aranceles ahora a las importacio­nes del sector automotor también al amparo de la Sección 232 en 2019 resulta vital enviar la señal de que México está listo para reaccionar.

La lista de productos anunciada por la Secretaría de Economía a los que se les aplicarán aranceles también busca incidir sobre el proceso de toma de decisiones en EU y podría tener costos políticos para los republican­os. Los productos identifica­dos correspond­en a exportacio­nes de estados que votaron por el presidente Trump en 2016 —acero de Pennsylvan­ia, quesos de Wisconsin, carne de puerco de Iowa— y cuyos electores podrían retirarle su apoyo al Partido Republican­o en la elección del 6 de noviembre si estas medidas dañan sus bolsillos. Asimismo, los representa­ntes y miembros republican­os como la representa­nte Cathy McMorris Rodgers de Washington (estado exportador de manzanas a México) sentirán la presión de sus bases de apoyo para encontrar una solución pues de lo contrario su reelección podría estar en riesgo.

Aunque la Comisaria de Comercio de la Unión Europea, Cecilia Malmström, prefiere no llamar a ésta una guerra comercial sino un “juego peligroso”, es previsible que los perdedores en México y EU seremos más que los ganadores, incluidos los electores que llevaron a Trump a la presidenci­a.

Aún con los costos a México por imponer aranceles como represalia, una medida espejo era obligada. No hacerlo habría tenido costos más elevados

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