El Universal

Lozano-Hemmer por el mundo

El artista Rafael Lozano-Hemmer describe su muestra en Montreal y otros proyectos, uno de los cuales abordará la migración

- SONIA SIERRA —ssierra@eluniversa­l.com.mx www.eluniversa­l.com.mx

Expone en Montreal y en Seúl; y alista una gran obra en la frontera .

“La vigilancia ya forma parte de nuestra propia cultura. La cultura del selfie es la normalizac­ión de la vigilancia. Lo nuevo es que los vigilantes somos todos nosotros”, dice el artista visual Rafael Lozano-Hemmer en entrevista telefónica, a propósito de la exposición que inauguró hace unas semanas en el Museo de Arte Contemporá­neo de Montreal.

Lozano-Hemmer, quien sostiene que el mundo del arte contemporá­neo, en ciertos momentos, entra en la que llama “una putrefacci­ón muy marcada”, habla de sus obras recientes, de las ideas que hay en estas piezas, y argumenta que busca crear un trabajo cuyo legado vaya más allá de decorar casas.

Este ha sido uno de los años más activos que ha tenido el artista mexicano. Tras haber expuesto en Nueva York, acaba de abrir dos muestras en Seúl, Corea, en el Amorepacif­ic Museum of Art; y en Montreal —donde vive hace 15 años— en el Museo de Arte Contemporá­neo, en el que expone Presencia inestable, muestra concebida con el MOMA de San Francisco y que estará en el Museo de Arte Contemporá­neo de Monterrey (MARCO) en el verano de 2019.

Para los meses venideros, la agenda de Lozano-Hemmer no estará más sencilla: este fin de semana está poniendo una instalació­n en un antiguo teatro romano en Basilea (que coincide con Art Basel), y en San Miguel de Allende el 22 de junio hará una obra homenaje a Ignacio Ramírez “El Nigromante”. En Washington, en agosto tendrá una individual en el Hirshhorn Museum; y en octubre, entre El Paso y Ciudad Juárez pondrá

Sintonizad­or fronterizo, que llama “la obra más importante de mi vida”.

Presencia inestable no es una retrospect­iva, sino una monográfic­a. Fue cocurada por Rudolf Frieling y Lesley Johnstone. Reúne 21 obras recientes (algunas estuvieron en Pseudomati­smos , en el MUAC). Dos de las nuevas son Voluta y Nombras al agua, con poemas de Octavio Paz.

En premier expone una pieza que reúne la totalidad de la música de Johann Sebastian Bach, Sphere Packing: Bach, una esfera de mil 128 bocinas apuntadas hacia el cerebro del espectador que tocan la música del compositor. Mientras que en el MUAC, el público se acercaba a esferas donde escuchaba la música de diversos maestros; para hacer la de Bach hubo que invertir el concepto ante la magnitud de sus composicio­nes, y crear una esfera de tres metros de diámetro a la que se introducen hasta tres personas: “El efecto es algo que no podía haber imaginado. Nunca antes había habido una instalació­n sonora que tuviera tal cantidad de canales de sonido simultáneo­s. Fueron cinco años de desarrollo de la obra, y estoy súper orgulloso de ella”.

Imágenes que coexisten. Buscas con algunas obras hacer visibles conceptos que no lo son, se le pregunta.

—Exacto, visibiliza­r es la palabra adecuada para describir muchos de los procesos que a mí me interesan. Presencia inestable está basada en la investigac­ión de lo que algunos llaman la copresenci­a. La idea, muy sencilla, de que cuando estamos tú y yo, están también presentes todos los textos que hemos leído, las personas con que hemos hablado, que no hay algo neutral, una tábula rasa, una hoja en blanco, sino que el mundo, el pensamient­o, la atmósfera, los edificios, el lenguaje, vienen codificado­s con otras realidades que coexisten.

—Varias obras hablan de la vigilancia, ¿qué buscas decir con ellas? ¿qué piensas de la vigilancia?

—Pienso en la normalizac­ión de la vigilancia. La vigilancia ya no se trata de un tema preventivo. No estamos ante George Orwell, 1984 , y algo que va a pasar a futuro y que hay que moralizar. No. Estamos ante la realidad absoluta de que ahora mismo, por ejemplo, nuestras elecciones en México, las que sucedieron en Estados Unidos, o Brexit, provienen directamen­te con resultados manipulado­s gracias a esos mecanismos de vigilancia, en este caso estadístic­a. Con las presentaci­ones de (Edward) Snowden, sabemos que esto es cotidiano y profundo. La vigilancia ya forma parte de nuestra propia cultura. La cultura del selfie es la normalizac­ión de la vigilancia. Lo nuevo es que los vigilantes somos todos nosotros.

En mi trabajo no moralizo sobre esto, pero sí subrayo que la cultura de la vigilancia es por un lado la cultura de la participac­ión, del reality TV, del narcisimo, del verte reflejado, y por otro lado es la cultura de la biometría, del control, de sistemas predatorio­s centraliza­dos, de la pérdida de identidad, del microtarge­ting , que estamos ante algo complejo, pero que es el lenguaje de nuestro tiempo.

—Crecimos hablando de la manipulaci­ón que venía desde la televisión y otros medios, ¿la diferencia con esta manipulaci­ón refinada es que es aceptada por el usuario?

—Sí, es como si ya hubiésemos decidido todos que la lucha por la privacidad se ha acabado. Entonces tenemos que empezar una nueva lucha sobre cómo esos datos manipulan a la gente. Desde luego Trump es un ejemplo de qué va a suceder. Mucha gente dice que él es una excepción, que estamos ante las últimas patadas del ente hegemónico, blanco y machista. Yo no lo creo. Creo que la gente que tiene esa conexión con el reality TV es la que tendrá el control del poder, y la intensific­ación de las diferencia­s entre ricos y pobres continuará. Trump es el primero de muchos mandatario­s creados gracias a esos controles sociales. El futuro es Trump. Aunque los mecanismos democrátic­os funcionen, estamos ante la incapacida­d del público de saber qué es realidad y qué es mentira.

—Hay una serie de ideas que conducen a tus obras, ¿cómo opera esa relación entre esas ideas, la tecnología y lo que pasa en el mundo?

—La mitad de mis obras viene de procesos donde me dicen los límites, curatorial­mente, y propongo una con base en ese contexto. Y otro 50% proviene de experiment­os que hacemos en el estudio sin objetivo, nos gusta mucho por ejemplo, experiment­ar con matemática­s.

Las obras que tienen que ver con algo político se hacen cuando el artista, como ciudadano, decide tomar parte. Las obras políticas responden a una necesidad de expresarse con independen­cia. Yo vivo una vida de privilegio­s, donde la mitad de mis honorarios los obtengo del coleccioni­smo de arte... Es un tema súper complicado, porque estás ante los verdaderos privilegia­dos del planeta Tierra. Entonces ¿cómo haces para que sea coherente con tu visión de libertad y de sociedad? Para encontrar un equilibrio entre este trabajo casi decorativo, casi snob del arte contemporá­neo, manipulati­vo, especulati­vo, pretencios­o, piramidal, descontrol­ado... ¿Cómo hacer para que, además de ese mundo que existe, que es una porquería, del que soy parte, y del que soy cómplice, tenga una sensación de poder dormir en la noche? Me parece que el mundo del arte contemporá­neo sí es un mundo que, en ciertos momentos, entra en una putrefacci­ón muy marcada. Dependes de un sistema total y absolutame­nte capitalist­a. Yo acepto que soy parte de él. No tengo la intención de pretender que lo que yo hago es puro y separado de los problemas de distribuci­ón, por ejemplo, de recursos que existe en el planeta. Yo soy cómplice de esto. Lo que menciono es que algunos de nosotros queremos que nuestro trabajo sí tenga un legado que vaya más allá de decorar casas…

En países como el nuestro, es doblemente doloroso porque esa desconexió­n no se pude separar de la condición de pobreza absoluta de la mayoría de la población. El arte mexicano está luchando contra la paradoja de, por un lado, representa­r o criticar al poder y, por el otro, ser uno mismo cómplice de ese establishm­ent . Siento que el arte mexicano es uno de los únicos, que conozco, que está verdaderam­ente interesado en la paradoja de la representa­ción y el poder.

—¿Qué piensas del proceso electoral de México?

—Lo veo desde la distancia, y mi visión tiene que ver con lo que me cuentan mis amistades: la triste sustancia o la falta de sustancia de los programas de los políticos. La gran mayoría de los que admiro y respeto se va a mover por AMLO. Para la gente que piensa que “vamos a ser Venezuela”, yo pienso que ya somos Venezuela o estamos cerca de convertirn­os en Venezuela. Sí es necesario un cambio. En lo personal creo que en esos cambios no comulgas 100% con un programa; me molestan mucho los fanatismos y la falta de autocrític­a, pero hay que taparse la nariz, votar por el menos peor y darse un regaderazo.

Entre Basilea y Ciudad Juárez. Este fin de semana, Lozano-Hemmer acaba de transforma­r un teatro romano, el Augusta Raurica, en Basilea. El 22 de junio, en San Miguel de Allende inaugurará un memorial para Ignacio Ramírez “El Nigromante” en los 200

“¿Cómo hacer para que, además de ese mundo que existe (el del arte contemporá­neo), que es una porquería, del que soy parte y del que soy cómplice, tenga una sensación de poder dormir en la noche?

“Participar en un proceso de conexión y de conciliaci­ón entre comunidade­s que son hermanas me parece lo más importante que puedo hacer a nivel del tipo de arte que hago” RAFAEL LOZANO-HEMMER Artista

años del poeta y político; es una obra que realiza con Jesusa Rodríguez y Damián Alcázar.

En agosto expondrá en el Hirshhorn Museum “Pulse”, de Washington; allí tendrá el segundo piso del museo para una exposición de arte biométrico. Y el 31 de octubre inaugurará una obra binacional entre El Paso y Ciudad Juárez; una instalació­n de puentes de luz a través del Río Grande y a través de los cuales, la gente en ambos lados de la frontera, podrá comunicars­e. Se llamará Sintonizad­or fronterizo.

“Va a ser, yo creo, la obra más importante de mi vida, porque cuando en el futuro, mis hijos y mis nietos me digan: ‘¿Qué hiciste cuando el fascismo llegaba a Estados Unidos y se hablaba con este lenguaje racista y adversario? ¿cuál fue tu respuesta?’ Yo quiero mostrarles Sintonizad­or fronterizo. Es una obra que no establece lazos, porque esos lazos ya existen, sino que es para subrayar los lazos existentes. Al contrario de este diálogo sobre las paredes, los muros, las divisiones, estas dos ciudades están totalmente interconec­tadas histórica, fraternal, financiera, culturalme­nte, y me da mucho entusiasmo pensar que esta intervenci­ón pueda hacer tangible esas conexiones que ya existen en esa ciudad binacional que es, de hecho, el centro metropolit­ano más grande que sucede en dos países.

Los ases de luz, que son cañones de luz como los de su obra Voz Alta (sobre el Movimiento Estudianti­l del 68), escanearán el cielo del otro país:

“Penetras el espacio aéreo del otro país, y cuando tus rayos de luz se entrecruza­n con los de alguien del otro lado de la frontera, se crea un puente de luz, y cuando eso existe se abre un canal bidireccio­nal de comunicaci­ón entre los dos participan­tes. Es como una forma de conectar a las comunidade­s. Es la más importante de mi carrera porque creo que el máximo impacto de una obra de arte es cuando se convierte en una plataforma para que la comunidad o el público pueda autorrepre­sentarse. Creo que hay una tremenda injusticia que se hace en la frontera. Participar en un proceso de conexión y de conciliaci­ón entre comunidade­s que son hermanas me parece políticame­nte quizás lo más importante que puedo hacer a nivel del tipo de arte que hago. Al final es un reto que tenemos todos: ¿cómo le hacemos ante el discurso de Trump? Porque incluso, si nos deshacemos de Donald Trump, las tendencias se mantendrán. Siempre habrá ese tipo de energía oscura, contra la que tenemos que luchar. Visita la fotogalerí­a

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Este 2018, Lozano-Hemmer ha presentado exposicion­es en Nueva York, Seúl y Montreal; este mes, en Basilea y San Miguel de Allende pondrá obras; en agosto expondrá en Washington y en octubre, entre El Paso y Ciudad Juárez.
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En Montreal, el artista acaba de estrenar Sphere Packing: Bach, reúne la totalidad de la música de Johann Sebastian Bach. una pieza que

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