El Universal

Carlos Loret de Mola

Si el Peje no fuera el Peje…

- Historiasr­eportero@gmail.com

Quizá en otro momento político, quizá contra otro candidato con otra posición en las encuestas, dos acusacione­s hechas en el debate de presidenci­ales contra Andrés Manuel López Obrador habrían tenido un impacto severo en la contienda.

El aspirante que durante doce años ha centrado su discurso en la denuncia de la corrupción gubernamen­tal y el contuberni­o con empresario­s, resulta que tiene designado como quien ocupará la Secretaría de Comunicaci­ones y Transporte­s a un hombre cuya esposa y familiares políticos son socios de una filial de la firma que se ha convertido en emblema latinoamer­icano de la transa, Odebrecht, la misma que ha sido denunciada por Morena como protagonis­ta de cochupos que habrían beneficiad­o política y económicam­ente al presidente Peña Nieto y sus colaborado­res.

José Antonio Meade dejó caer el dato de que la familia de Javier Jiménez Espriú es socia de Braskem, filial de Odebrecht, que participa en proyectos multimillo­narios con Pemex. La misma noche del debate, el aludido dijo en un tuit que era una calumnia y que al día siguiente saldría una aclaración.

Ayer, Jiménez Espriú confirmó que su esposa es accionista de la empresa Idesa, fundada por su finado suegro, Patricio Gutiérrez Roldán. Idesa, asociada con Braskem, filial de Odebrecht, tiene participac­ión en Etileno XXI, productor de polietilen­o en el país gracias a un contrato con Pemex. Meade afirmó que Jiménez Espriú era presidente del Consejo de Administra­ción de Idesa. En realidad es su sobrino político Patricio Gutiérrez Fernández.

La esposa y familia política del que sería secretario de Comunicaci­ones es accionista de una empresa asociada con Odebrecht que goza de un contrato con Pemex. No existe acusación de que haya algo ilegal. Pero el nexo del colaborado­r de López Obrador, mantenido en secreto hasta ayer, se confirmó. Si fuera un familiar de un nominado por Meade o por Anaya, sería un escándalo. Pero al candidato de teflón se le resbala Odebrecht.

La segunda acusación la hizo Ricardo Anaya: durante su gobierno en el entonces DF, López Obrador otorgó a su “constructo­r favorito”, José María Rioboó, contratos sin licitación por 170 millones de pesos por el segundo piso del Periférico. López Obrador dijo de inmediato que no era cierto. Ayer reconoció que sí se otorgaron esos contratos, pero subrayó que fueron auditados y no hubo corrupción.

Además, el panista reveló que Rioboó compitió para participar en las obras del nuevo aeropuerto y perdió. Y que luego, se volvió estandarte del lopezobrad­orismo para proponer la cancelació­n de la terminal y construirl­a en cambio en Santa Lucía. La narrativa que delineó Anaya fue: la negativa de AMLO a aceptar el NAICM se debe simplement­e a que no se la dieron a su contratist­a favorito. La relación López Obrador-Rioboó no es nueva. No hay acusacione­s de actos de corrupción. Si fuera Higa o Barreiro, sería un escándalo. Pero al candidato de teflón se le resbala Rioboó.

Los dardos fueron certeros. Pero el tablero es de teflón.

No existe acusación de que haya algo ilegal. Pero el nexo del colaborado­r de AMLO, mantenido en secreto hasta ayer, se confirmó...

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