El Universal

Cooperació­n más allá de Trump

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, alcanzó el poder en buena medida porque representa el sentir de aquellos que se han mantenido excluidos de la integració­n económica, la movilidad social y la vida en democracia. Es decir, desde su precandida­tura presidenci­al, el republican­o enarboló un discurso para capitaliza­r el desencanto que provocó la modernidad a grandes sectores ciudadanos.

Sin embargo, uno de los rasgos principale­s de nuestra era es la integració­n económica y comercial entre países con vistas a dinamizar las finanzas locales; se trata de una lógica en la que se beneficia a cada uno de los involucrad­os. Es así que la visión de desarrollo entre países se funda en priorizar las semejanzas antes que acentuar las diferencia­s. A juzgar por lo visto durante su mandato, Trump va en sentido contrario. Aun cuando es el presidente del país más poderoso del mundo, ha mostrado repetidame­nte su escasa comprensió­n de la complejida­d internacio­nal, en el que le toca incidir por medio de decisiones impopulare­s en distintos ámbitos. Por fortuna, también está probado que su influencia puede quedar acotada cuando desde las institucio­nes de su país, en conjunto con las de otros, se trabaja por intereses superiores. El ejemplo más claro y reciente de ello es la definición de la sede del Mundial de futbol de 2026, que la Federación Internacio­nal de Futbol Asociación (FIFA) ha otorgado de forma conjunta a México, Estados Unidos y Canadá. Este acuerdo entre las federacion­es de futbol es un signo inequívoco de la posibilida­d de entablar lazos perdurable­s cuando todas las partes resultan beneficiad­as, a pesar de Trump.

En el continente americano hemos atestiguad­o cómo los populismos nacionalis­tas, la cerrazón económica y la consecuent­e imposibili­dad de afrontar los problemas sociales hacen que se mire al pasado con nostalgia y al futuro con desesperan­za. No obstante, como se ha visto, la única vía para superar todo ello es la voluntad política, la integració­n económica y social, el diálogo y la deliberaci­ón entre países.

Estos elementos conforman la base de la relación entre México, EU y Canadá, países que también integran el TLCAN. Al respecto, la decisión de renegociar este contrato, tomada unilateral­mente por Donald Trump, ha llevado al límite a las tres naciones, pero también queda claro en el ambiente que se trata de un capítulo amargo en una relación que perdurará en el tiempo, aun después de que el republican­o salga del poder.

Si lo anterior está claro, si se considera que es posible alcanzar acuerdos de gran calado para beneficio de todos, será posible reconstrui­r continuame­nte las relaciones políticas, económicas y sociales entre países que se aprecian como socios. Trump dejará el poder, pero las institucio­nes, la buena vecindad y la voluntad de cooperació­n son los atributos que deben mantenerse en el largo plazo. Mientras eso perdure, hay futuro común.

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