Los hombres del dinero en la sucesión
Ni siquiera en los años dorados del presidencialismo, cuando el Señor Presidente (así, con mayúsculas) parecía ejercer un poder incontrastable, pudo desestimar a los poderes fácticos al momento de escoger a su sucesor.
En los primeros tiempos de la post revolución, Venustiano Carranza pretendió imponer al ingeniero Ignacio Bonillas en la Presidencia, ignorando que el poder militar, entonces el verdadero poder, estaba mayoritariamente con Álvaro Obregón. Carranza fue asesinado en Tlaxcalaltongo y el Caudillo se sentó en la Silla del Águila.
Cuando el general Cárdenas se sacudió la tutela del Jefe Máximo, parecía que Francisco J. Múgica, su paisano y amigo, sería su heredero, pero otra vez, los poderes fácticos se le atravesaron, le hicieron ver que se opondrían con todo al radicalismo de Múgica y ante el riesgo de desatar su furia, Cárdenas optó por Manuel Ávila Camacho, apodado El soldado desconocido porque, según Cosío Villegas, se desconocía en qué hechos de armas había participado.
El presidente podía elegir a su sucesor, pero no podía ignorar los contrapesos reales. Durante una etapa, debía consultar al Ejército (a los jefes de operaciones militares); más adelante, a los líderes de las grandes centrales obreras y campesinas, pero a partir de la década de los sesenta, a los hombres del dinero nucleados en el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN).
“Los señores del Consejo son los que mandan”, me reveló hace muchos años el presidente de un organismo empresarial. Fue en el CMHN donde se decidió la creación del Consejo Coordinador Empresarial como supuesta cúpula de cúpulas, pero de entre todos sus organismos, algunos con miles y miles de afiliados, solo uno de ellos, el más discreto, el que solo agrupaba a una treintena de empresarios, representaba el verdadero poder.
Cada seis años, los señores del Consejo sometían, con la anuencia del presidente, a un verdadero examen a título de suficiencia a los precandidatos del PRI. Pero era un ejercicio reservado, oculto a la opinión pública. Sin embargo, el viernes 14 de agosto de 1987, EL UNIVERSAL destacó en su principal titular, una entrevista con Porfirio Muñoz Ledo, el forjador de la Corriente Democrática —el grupo simiente del Frente Democrático Nacional (FDN) que postuló al ingeniero Cárdenas como su candidato a la Presidencia—.
En aquella conversación, Muñoz Ledo desnudaba el papel que jugaba en la sucesión presidencial esa treintena de empresarios y reclamaba: “No es en foros millonarios con las cúpulas, en los que se entra en contubernio con ellas, en donde debe decidirse el futuro del país”.
Un mes atrás, los miembros del Consejo le habían solicitado al presidente su anuencia para conversar con cuatro secretarios de Estado: Manuel Bartlett Díaz, Alfredo del Mazo González, Miguel González Avelar y Carlos Salinas de Gortari.
Hoy, en pleno siglo XXI, el Consejo Mexicano de Negocios sigue jugando un papel clave en la sucesión, pero ya no de manera subrepticia (o no siempre). Ningún político y menos quienes aspiran a gobernar al país, pueden ignorar su capacidad de hacer sentir su peso decidiendo el destino de sus inversiones. En el sexenio de Luis Echeverría, la fuga de capitales le jugó las contras y profundizó la crisis. El propio Echeverría explicó los propósitos subyacentes en la fuga de capitales que se dio en las postrimerías de su administración: “...debilitar al presidente de la República”.
A más de medio siglo de su fundación, los dueños del dinero siguen imponiendo sus pasarelas, pero esta vez en condiciones distintas. Desde el sexenio del doctor Ernesto Zedillo, el presidente dejó de ser el Gran Elector y pasó a ser, meramente, el Gran Selector, y el CMN hoy se reúne no solo con los priístas, sino con todos los candidatos presidenciales de los distintos partidos.
Más allá de las filias y fobias de sus miembros —no todos apuestan por el PRI, menos ahora—, los dueños del dinero saben que tienen el poder para torcerle la mano al titular del Ejecutivo, pero saben también que ese presidente tiene atribuciones constitucionales que le permitirían afectar severamente sus intereses, como lo hizo López Portillo con la expropiación bancaria. Ni contigo ni sin ti. Por eso ni el puntero puede ignorar la pertinencia de sentarse a la mesa de los miembros del CMN. Quizás esto explique el tránsito de la belicosidad a la prudencia de un lado y del otro, nadie come lumbre.