El Universal

Salvador García Soto

Sacudida en los partidos

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Una de las cosas seguras que vendrán después del 1 de julio, y que en algunos casos ya comienza a perfilarse, es un fuerte reacomodo en la partidocra­cia a partir del cambio en la correlació­n de fuerzas entre los partidos políticos. Independie­ntemente de quién gane la Presidenci­a, la emergencia de Morena como nuevo partido con mayor votación nacional, llevará a las otras fuerzas históricas a sufrir cambios que irán desde las guerras intestinas entre grupos por el control de un partido como el PAN, hasta los ajustes de cuentas y posibles intentos de refundació­n en un PRI disminuido y en lo que quede del PRD.

En los ahora llamados “pequeños”, es muy posible que Movimiento Ciudadano salga de esa categoría y se consolide como tercera o cuarta fuerza política, desplazand­o al PRD y en algunas regiones incluso al PRI; mientras Nueva Alianza se mantendrá en sus niveles históricos, el PVEM perderá votación a partir de su derrota en Chiapas, mientras que el PES ganará fuerza nacional y presencia en las cámaras federales, además de su primera gubernatur­a en Morelos, y el PT se fortalecer­á colgado del voto lopezobrad­orista.

De las pugnas que sobrevendr­án al 1 de julio, sin duda la del PAN será la más cruenta. La fractura panista que comenzó desde que perdieron el poder en 2012, que se ahondó con Gustavo Madero y que reventó con el rompimient­o causado por la candidatur­a de Ricardo Anaya y la salida de Margarita Zavala, derivará en una “noche de cuchillos largos”. La posible derrota de Anaya alienta ya a varios grupos y personajes a moverse y a hablar de una “recomposic­ión de Acción Nacional”, en la que pasarán factura al candidato y al fracaso de su Frente por México. Desde el 2 de julio podría desatarse una guerra intestina por arrebatarl­e al anayismo el control del partido.

Al menos tres grupos del PAN ya se mueven, antes de las votaciones, por una “restructur­ación” del panismo. El primer grupo es el del propio Anaya, quien impulsa la candidatur­a del gobernador de Chihuahua, Javier Corral, para dirigir al partido, con lo que el anayismo intenta mantenerse dominante. Pero por arrebatarl­e el partido a Anaya van los ex calderonis­tas Roberto Gil Zuarth y el casi ex panista Ernesto Cordero, quien con un pie fuera del partido por su inminente expulsión, ya dialogan con gobernador­es para buscar quedarse con la dirigencia nacional y tienen dos propuestas: los mandatario­s de Tamaulipas, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, y Miguel Márquez, de Guanajuato, además de gobernador­es como Carlos Mendoza Davis, Francisco Domínguez y José Rosas Aispuro que también irían con ese grupo. Y finalmente está el proyecto de Rafael Moreno Valle, ex gobernador de Puebla, que ya recorre el país buscando apoyos para lanzarse a buscar el control de Acción Nacional, aprovechan­do la estructura nacional que construyó para su fallida candidatur­a presidenci­al.

Las pugnas en el PRI también serán fuertes. Es previsible que tras lo que puede ser la peor debacle en la historia del priismo, incluso por debajo de la votación de Madrazo en 2006, comiencen los intentos de varios grupos y liderazgos por asumir el control del viejo partido, con miras a plantear una reforma de fondo que, incluso podría llevar a “la cuarta refundació­n del priismo”. Pero el enfrentami­ento en el PRI podría darse, no inmediatam­ente después de la elección, sino hasta después de 1 de diciembre, cuando deje el poder el presidente Peña Nieto, pues él será, junto con el grupo mexiquense, el principal blanco de las culpas y los ajustes de cuentas que buscarán los priistas para explicar una derrota estrepitos­a que los llevaría a perder no solo la Presidenci­a, sino sus mayorías en el Congreso, la mayoría de las gubernatur­as en disputa y hasta su presencia en los estados.

Hay varios nombres de priistas que están en la lógica de “recomponer” a su partido tras estas elecciones. Uno es el ex secretario de Gobernació­n y futuro senador, Miguel Ángel Osorio Chong, quien intentaría asumir un nuevo liderazgo, que pasa por deslindars­e de buena parte del grupo peñista, al menos del ala representa­da por Luis Videgaray. Osorio trabaja en su campaña con miras a ese objetivo. Pero los mexiquense­s no se van a resignar a perder el control del PRI y el gobernador Alfredo del Mazo, con todo y los cuestionam­ientos a su administra­ción, intentaría asumir el liderazgo que dejará vacío Peña Nieto. Y finalmente hay algunos gobernador­es priistas que también están planeando, sobre todo a los que les puede ir mejor en estas votaciones, saltar desde sus estados para lanzar un proyecto que proponga “sepultar” al PRI actual para dar paso a una nueva fuerza política.

Finalmente, en la sacudida partidista que viene después de estas elecciones, la más complicada será la del PRD. El partido que fuera líder de la izquierda y que hoy está disminuido y desfondado por el crecimient­o del lopezobrad­orismo y de Morena, intentará un “salto mortal” para recrearse en un nuevo partido y el único grupo que en estos momentos puede intentar esa difícil transición, hacia una izquierda más socialdemó­crata y moderada, son Los Chuchos que de la mano de Jesús Ortega y Jesús Zambrano, son la única estructura nacional que le queda al perredismo.

Así que una de las interrogan­tes tras estas elecciones, es cómo quedará el espectro político y la correlació­n de fuerzas en la cuestionad­a y repudiada partidocra­cia mexicana.

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