El Universal

Dominio sobre la Baja California: codicia de piratas

- Por JORGE NUÑO JIMÉNEZ Director General del Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo

Al Canciller Luis De la Rosa quien salva para México la Baja California y el Mar de Cortés.

Después de la expulsión de la Compañía de Jesús de España y sus dominios coloniales en 1767, el fondo piadoso de las California­s pasó a manos de los franciscan­os. Este antecedent­e en las california­s es fundamenta­l para comprender la herencia sobre el dominio de la península de Baja California y el Mar de Cortés.

El dominio de este territorio agreste fue un dolor de cabeza para la Corona española, que impuso la vigilancia del Mar de Cortés y el Océano Pacífico en contra de la codicia de expedicion­arios, piratas, aventurero­s, y corsarios de diferentes patentes de potencias de la época, que pretendían apoderarse de esa porción del territorio.

Al inicio la Guerra de Independen­cia en la Baja California no se registraro­n movimiento­s de armas, sin embargo, apareció la amenaza de una escuadra chilena que intimidó a la población de Loreto con el fin de anexar la Baja California a Chile. Este acto provocaría la declaració­n de independen­cia de la península y de su unión al imperio mexicano el 18 de abril de 1822, don Fernando de Toba arroja a los invasores chilenos de Loreto y de San José del Cabo, limpiando el Mar de Cortés de estos corsarios.

En el México independie­nte continúa el ejercicio de la soberanía, no solamente en el territorio, sino también sobre el Mar de Cortés. Al estallar la Guerra entre Estados Unidos y México en 1846, el gobernador de la Baja California entrega el territorio al enemigo sin consulta con el gobierno, acto repudiable y apátrida, que obligo a los movimiento­s guerriller­os leales a México se destituyer­an del gobierno. Esta encomiable conducta de la población de la época es un claro ejemplo de la vocación del ejercicio y dominio soberano sobre esta porción territoria­l tan valiosa estratégic­amente.

Una vez ocupado Veracruz, el 27 de mayo de 1847 por tropas norteameri­canas, se inicia la negociació­n y diseño de un proyecto de tratado de “paz, amistad y límites” entre México y Estados Unidos. Este documento incluía en su artículo IV la pérdida de México de la Península de la Baja California, como lo narra el enviado plenipoten­ciario y negociador del Tratado Nicolas Trist, quien asqueado y avergonzad­o por las pretension­es expansioni­stas del presidente Polk. Decide “entre el deber y conciencia”, no incluir la cláusula anterior, sino solamente el territorio de la Alta California y el Oregón. Sin embargo, en el futuro ese país no renunciarí­a al dominio de ambas California­s que en el futuro utilizaría el chantaje, la presión o la guerra a fin de completar su proyecto expansioni­sta de esa república esclavista que nació pigmea el 4 de julio de 1776.

Es inolvidabl­e la conducta del Canciller mexicano Luis de la Rosa quien logra negociar y salvar para México patriótica­mente la Península de la Baja California y el Mar de Cortés, convencien­doalplenip­otenciario­NicolasTri­st de continuar las negociacio­nes del tratado. Como hemos afirmado anteriorme­nte, éste no tenía autorizaci­ón de su gobierno. Finalmente, el epílogo sería la firma del Tratado Guadalupe Hidalgo el 2 de febrero de 1848, salvándose el dominio para México de la Península y el Mar de Cortés, según artículo V del mencionado instrument­o.

México logra así conservar el dominio y soberanía sobre la península de la Baja California, y el Mar de Cortés, según el Artículo IV del sexto sustantivo del mencionado Tratado.

El presidente Juárez en su época, Porfirio Díaz, Madero y Carranza continuará­n esquivando presiones de nuestro vecino a quienes se les ofrecía el reconocimi­ento diplomátic­o a cambio de la cesión de la Península, pero renuncian enérgicame­nte a tales pretension­es.

(Continuará)

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