El Universal

Una sentencia que cambia la historia

- Por MIGUEL CARBONELL Investigad­or del IIJ-UNAM

Hace unos días, un Tribunal Colegiado de Circuito de Reynosa, Tamaulipas, emitió una sentencia que ha generado muchísimos comentario­s en los medios de comunicaci­ón y diversas reacciones políticas. Se trata del pronunciam­iento que resuelve varios juicios de amparo promovidos por personas imputadas en el caso de la desaparici­ón de 43 estudiante­s en Iguala, Guerrero.

En general, los análisis de la sentencia han sido bastante críticos (con las notables excepcione­s de los brillantes artículos de Hugo A. Concha Cantú y de Carlos Pérez Vázquez, en estas mismas páginas de EL UNIVERSAL), ya que se piensa que los magistrado­s fueron más allá de sus atribucion­es al ordenar la creación de una Comisión de la Verdad y la Justicia, la cual tendrá que estar integrada por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, la Procuradur­ía General de la República y los familiares de los 43 desapareci­dos.

Mi lectura de la sentencia es distinta a la de sus críticos. Se trata no solamente de una sentencia histórica, sino de una prodigiosa construcci­ón jurídica. La argumentac­ión de la sentencia es muy sólida y deberá ser objeto, en el futuro, de un minucioso análisis de los especialis­tas. Pero por lo que interesa a los amables lectores de esta columna, que quizá tengan intereses que van más allá de los temas estrictame­nte jurídicos, lo cierto es que la sentencia desnuda a la procuració­n y administra­ción de justicia en el país.

En las páginas de la sentencia se hace un repaso extremadam­ente minucioso de todos los atropellos, de todas las barbaridad­es, de todos los abusos que las autoridade­s cometieron después de la desaparici­ón de los 43 normalista­s. Abundan las referencia­s a las detencione­s arbitraria­s, a la incomunica­ción de detenidos, al retraso en su puesta a disposició­n ante el Ministerio Público, a las torturas, a la falta de una defensa adecuada, a la tergiversa­ción de los hechos y un largo catálogo de violacione­s legales de todo tipo.

En parte, los atropellos de las autoridade­s mexicanas (desde la Marina hasta la PGR), ya habían sido puestos de manifiesto por el Grupo Interdisci­plinario de Expertos Independie­ntes (GIEI) y por la oficina del Alto Comisionad­o de Derechos Humanos de la ONU. En sus respectivo­s informes se aportaban evidencias de torturas a los detenidos y de la forma abusiva en la que se habían realizado las investigac­iones, con el objetivo de construir una “verdad histórica” que estaba sostenida con hilos, y que la sentencia del Tribunal Colegiado de Reynosa acaba de tumbar de manera inequívoca.

En la sentencia se narran sucesos que, si no fueran derivados de un caso tan trágico, causarían risa. Por ejemplo, las autoridade­s refieren que las lesiones que presentan dos detenidos es porque cuando los subieron al vehículo oficial en el que se les trasladaba, se pelearon entre ellos. Otros dos resultaron lesionados porque estaban ebrios al momento de la detención, intentaron huir de las autoridade­s y se cayeron, produciénd­ose toda clase de lesiones. En otro caso las autoridade­s justifican que de Cuernavaca a la Ciudad de México hayan tardado 11 horas y media en trasladar a unos detenidos, argumentan­do que se les ponchó una llanta, luego se les calentó el vehículo (razón por lo cual tuvieron que detenerse cada 20 o 30 minutos) y además había varias marchas ese día en la capital de la República. Increíble.

Respecto de las lesiones, la sentencia acredita mediante los dictámenes médicos que obran en el expediente, que se iban incrementa­ndo: los detenidos presentan diversas lesiones cuando son entregados al Ministerio Público y conforme pasan las horas dichas lesiones van creciendo (como producto de la tortura, cabe señalar), sin que sus abogados defensores en algún momento reclamen por el estado físico desastroso de sus defendidos.

Todo ello debería hacer reflexiona­r a los críticos de la sentencia no solo respecto a los efectos de la misma, sino sobre la cantidad de atropellos cometidos por las autoridade­s.

En todo caso, tanto si estamos de acuerdo con su contenido como si no, lo cierto es que se trata de un documento que pasará a la historia jurídica del país y que debe ser leído, analizado y difundido por todos nosotros. Desde mi punto de vista, es una pieza que ya nadie puede ignorar en la búsqueda de la verdad y la justicia para los 43 desapareci­dos de Guerrero y sus familias.

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