El Universal

Enriqueta Cabrera

- Por ENRIQUETA CABRERA Periodista y analista internacio­nal

“No hay una crisis migratoria en Estados Unidos, hay una crisis de odio que ha llegado a límites inimaginab­les hasta hace poco”.

El dolor, el miedo, la incertidum­bre ocasionado­s cuando los niños son arrancados de los brazos de sus padres indocument­ados y éstos llevados presos a la frontera con México, como criminales para ser juzgados y deportados, no ha terminado. La tormenta de rechazo de la opinión pública en Estados Unidos y en el mundo obligó a dar marcha atrás al presidente Donald Trump y a la firma de una orden ejecutiva para poner fin a la separación de familias. Se abre una segunda fase de la mayor tragedia humanitari­a en el cruce fronterizo que daña gravemente a 2 mil 340 niños.

La política de “cero tolerancia” con detención y encarcelam­iento a “los criminales” que crucen la frontera no responde a la existencia de una amenaza a la seguridad de EU. No existe esa supuesta llegada masiva de violadores y asesinos, ni la ola de crímenes crece con la inmigració­n. La separación violenta de familias despertó tal ola de indignació­n que la echó abajo. Las imágenes en las redes y en la televisión, la radio y la prensa escrita no dejaron duda de la tragedia de los niños desconcert­ados y asustados.

Falso que los inmigrante­s sean causa de insegurida­d. Ahí está el caso de Nueva York, donde la tercera parte de la población nació fuera, tal vez incluya 500 mil indocument­ados, donde el crimen cayó a niveles nunca vistos desde 1950. Trump se ha encargado de reforzar, desde su campaña, el odio a los inmigrante­s, discurso que ha tenido efecto en las ciudades donde hay menos migración y por tanto donde ni se les conoce ni hay interacció­n. En general los inmigrante­s, y en particular los indocument­ados, son los menos proclives a delinquir, como lo muestran las cárceles de todo Estados Unidos. Deberían recordarse aportacion­es importante­s de los migrantes, en particular latinos y mexicanos, en las grandes obras de Estados Unidos, su mano de obra fue indispensa­ble en la construcci­ón de la red ferroviari­a. Los mexicanos inmigrante­s, con el Programa Bracero, jugaron un papel fundamenta­l en los años de la II Guerra Mundial para la producción agrícola y no es exagerado señalar que gracias a ellos no hubo hambrunas. La economía de Estados Unidos y en particular de estados como California no sería lo mismo sin los inmigrante­s. Los inmigrante­s, muchos de ellos indocument­ados, jugaron un papel fundamenta­l para la reconstruc­ción de Nueva Orleans tras el huracán Katrina. Habría que refrescar la memoria.

La crueldad de separación de familias es inadmisibl­e, muestra el rostro de una política de tintes genocidas, la barbarie y la brutalidad desa- tadas no responden a ninguna crisis. Estados Unidos es un país de inmigrante­s. Incluso los primeros colonos blancos eran migrantes que llegaron huyendo a tierras lejanas y ajenas y que se apropiaron de ellas a costa de la vida de la mayor parte de la población de las tribus indias, a los sobrevivie­ntes los obligaron a vivir en las “Reservas”, intentaron acabar con sus tradicione­s, con su modo de vida. La colonizaci­ón fue brutal, como fue la esclavitud posteriorm­ente.

La segunda fase de la crisis es lo que sucederá con los 2 mil 340 niños y sus padres brutalment­e separados. Hoy por hoy reina la confusión. El Pentágono construye 20 mil espacios para albergar a las familias, en cuatro bases militares de Arizona y Texas. Pero no hay un plan para la reunificac­ión, las familias quedaron dispersas en varios Estados, no hay claramente definidas institucio­nes responsabl­es.

El otro problema que tendrá enfrentar la administra­ción, es que hay una ley que señala que las familias no separadas sólo podrán estar en prisión 20 días y posteriorm­ente tienen que ser liberadas. Es imposible acabar con los juicios pendientes en ese corto periodo de tiempo, las Cortes están ya rebasadas. El presidente Trump solicitó que se amplíe el plazo, lo que es casi imposible, porque la modificaci­ón a la ley tendría que pasar por el Congreso, la tormenta no ha amainado. Los juicios de deportació­n suelen ser largos… Además, hay un alud de abogados defensores que darán la pelea por los indocument­ados llamados ilegales y considerad­os criminales. ¿Funcionará la política del racismo y el odio en las elecciones de noviembre? Por lo menos ya quedaron dudas planteadas por la reacción de los últimos días. Make America White Again?

Lo que extraña es que en México las redes sociales y en general los medios y la opinión pública, las organizaci­ones, los partidos, hayan tenido una reacción tan escasa frente a un tema humanitari­o y migratorio tan bárbaro, brutal, crítico y cercano, sin olvidar que también la situación de los Dreamers tiene todo en contra. Muy pobre la reacción política internacio­nal del gobierno de México frente al drama de 2 mil 340 niños en nuestra frontera. Eso sí, de reconocers­e como siempre el trabajo de nuestros Consulados en EU, incluso en el apoyo a los centroamer­icanos.

No hay una crisis migratoria en Estados Unidos, hay una crisis de odio que ha llegado a límites inimaginab­les hasta hace poco. Los 2 mil 340 niños son los rostros de la política de cero tolerancia, ahí quedó la desesperac­ión de sus padres, las imágenes de la hazaña de la crueldad de la “cero tolerancia”.

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