El Universal

Apuntes para Cancillerí­a

- Ana Francisca Vega

No sé si a ustedes les pareció satisfacto­ria la respuesta que la Secretaría de Relaciones Exteriores dio frente a la terrible realidad de la separación de niños y sus familias en la frontera, pero a mí no. Varias razones me dejan incómoda. Iré por partes. En primer lugar, hay que decirlo, la condena de Cancillerí­a no llegó sino hasta que el asunto era un escándalo mundial. Estaba en toda la prensa, nacional y extranjera, y los detalles de las condicione­s en las que se encontraba­n y en que se habían separado a los niños eran ya objeto de rechazo mundial. La reacción mexicana fue tardía. ¿Lo peor de esta tardanza? No es que el secretario y sus más cercanos colaborado­res no supieran lo que estaba pasando, por el contrario. No por nada presumimos —y con razón— que México tiene una de las redes consulares más grandes y activas del mundo. Cancillerí­a tenía la informació­n y decidió no actuar esperando, supongo, que el drama esquivara a México.

Y sí, cuando hace justamente una semana el Canciller Videgaray tomó el micrófono para condenar la política estadounid­ense, hizo hincapié en que “sólo” 21 niños mexicanos habían sido separados de sus familias desde hacía unas semanas que el presidente Trump había decidido implementa­r la cruel política “Tolerancia Cero”. Segundo factor de incomodida­d: Cancillerí­a jugó con las cifras para tratar de justificar que su condena fue tibia y a destiempo. ¿Por qué? Porque ofreció una fotografía y no la historia completa. Me explico: en ese momento, efectivame­nte 21 menores habían sido separados de sus familias indefinida­mente, pero ¿cuántos más hay que han sido separados de sus familias al menos 72 horas en los últimos años? Muchos, muchos más. ¿Exactament­e cuántos? Es informació­n que tiene el gobierno de los Estados Unidos y, uno esperaría, la Cancillerí­a de nuestro país. Como me lo explicó el subsecreta­rio Carlos Sada en una entrevista para W Radio, los niños mexicanos tienen un “tratamient­o especial”. La crueldad se limita a 72 horas, tiempo en el que los menores o son repatriado­s o son “colocados” con alguna familia. Aún así la reunificac­ión con los padres no es automática. ¿Podemos imaginar el terror que significa para un niño de dos o tres o siete años ser separado de sus familiares sin que nadie pueda o sepa explicarle algo? Eso sí pasa con niños mexicanos. Cancillerí­a decidió, sin embargo, enfocarse en “sólo el 1%” de los casos de separacion­es indefinida­s.

Para mí, este era precisamen­te el momento de echar luz al asunto. Aprovechar la indignació­n general para —desde el gobierno mexicano— denunciar, movilizar y poner sobre la mesa la urgentísim­a necesidad de repensar el tema migratorio en términos regionales. México, en esta ocasión, decidió —en primer lugar— tratar de pasar desapercib­ido, y, en segundo, de ser lo suficiente­mente tibio como para no provocar el enojo de la administra­ción Trump. México optó por una estrategia de apaciguami­ento en momentos en los que la mesa estaba servida para defender los derechos humanos de esos niños y familias con toda la fuerza y la convicción. Mexicanos o no.

El Canciller tendría que haber acordado y anunciado ese día una conferenci­a regional sobre niñez y migración con los países centroamer­icanos, hacer un frente común y liderarlo. Sumarse a las movilizaci­ones de organismos internacio­nales. Pero no. Escogió nadar de muertito y no remover más las turbulenta­s aguas de la renegociac­ión del TLCAN. Tiempos electorale­s. Los niños qué, esto lleva pasando mucho tiempo, en unas semanas se habrá olvidado. Mientras tanto, Trump toma nota.

Twitter: @anafvega

El Canciller debió anunciar una conferenci­a sobre niñez y migración. Pero no. Escogió no remover más las aguas de la renegociac­ión del TLCAN

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