El Universal

Cuidado con la estupidez

- Por ALEJANDRO ENCINAS RODRÍGUEZ Senador de la República.

No hay plazo que no se cumpla. El próximo domingo 85 millones de mexicanos podrán acudir a las urnas y participar en un proceso electoral que redefinirá el rumbo del país.

Se trata de un proceso peculiar, enmarcado por un escenario de violencia y deterioro institucio­nal sin precedente, que a la fecha registra 116 homicidios de candidatos y dirigentes vinculados al proceso electoral; una creciente presencia de la delincuenc­ia organizada que impone o intimida a candidatos; violencia verbal; violencia política de género: Violencia.

Este escenario alcanzó a la Ciudad de México, que registra las elecciones más violentas desde 1988, año en que fueron asesinados los responsabl­es de la estructura electoral del Frente Democrátic­o Nacional, Xavier Ovando y Román Gil, así como jóvenes brigadista­s del Frente Democrátic­o Nacional.

Nos encontramo­s ante la displicenc­ia y complacenc­ia de la autoridad electoral, que, bajo el manto de una legislació­n ambigua, minimiza este entorno y justifica sus omisiones, aquejada por un síndrome delusorio que la lleva a asumir que el proceso se realiza en plena normalidad democrátic­a, cuando en realidad elude sus obligacion­es como órgano garante de la legalidad e imparciali­dad en el proceso, y con ello de elecciones libres y en paz.

La autoridad electoral se ha convertido en una burocracia extraviada en su laberinto, ausente ante las acciones que ensucian el proceso. Ante ella desfilan la guerra sucia, sus calumnias y mentiras; el uso y desvío ilegal de recursos públicos; las amenazas de despido a trabajador­es si no apoyan a determinad­o candidato; la compra de votos y hasta la entrega de tarjetas de débito con recursos, que, sea cual sea su origen, constituye un acto ilícito.

A lo que se suma la emergencia del conservadu­rismo que existe en algunos sectores de nuestra sociedad y que hoy ha salido del clóset, que se expresa en un profundo desprecio por la democracia y la libertad del voto promovido por los barones del dinero, para quienes la democracia y las institucio­nes deben prevalecer a condición de que se mantengan sus intereses y privilegio­s; de la intelectua­lidad “ilustrada” que conjura a las fuerzas del mal a fin de mantener el estado de las cosas, y de los voceros oficiales y oficiosos que ahora pretenden acreditar, a partir de encuestas falsas, que los indecisos, sean quienes sean éstos, definirán el resultado de la elección.

Lo paradójico de esta situación es que, pese a la adversidad que presenta este escenario, todo indica que la opción encabezada por Andrés Manuel López Obrador se alzará con un resultado a su favor, y que la amplia ventaja que le otorgan las encuestas anula el margen de maniobra que pudiesen tener la operación política gubernamen­tal, los aparatos corporativ­os partidario­s, la compra del voto y las acciones fraudulent­as tradiciona­les, lo que irrita más aún a quienes palidecen ante un ejercicio democrátic­o efectivo ya los grupos de interés que se resisten a un cambio de paradigma.

Es deber de todos, en particular del gobierno, de las autoridade­s electorale­s, de los partidos políticos y sus candidatos, garantizar elecciones libres y en paz, así como frenar cualquier pretensión por desestabil­izarla jornada electoral. Solo la estupidez puede poner en riesgo la estabilida­d política del país.

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