El Universal

SE CONSOLIDA AMLO EN RECTA FINAL, MUESTRA ANÁLISIS

• Meade logra desmarcars­e de Anaya en disputa por segundo lugar, señala análisis • Estrategia del panista de enjuiciar a EPN lo aleja de electores moderados, indica

- PEDRO ISNARDO DE LA CRUZ —politica@eluniversa­l.com.mx

• Mientras Andrés Manuel López Obrador tiene 45.34% de probabilid­ad de ganar, José Antonio Meade se desmarca de Ricardo Anaya en disputa por el segundo lugar, muestra el Momentum Presidenci­ables, un análisis de académicos.

ELECCIONES 2018

México decidirá como Presidente de la República a un político profesiona­l y a un redentor social. De acuerdo al último estudio probabilís­tico de Disensoses­tratégicos , Andrés Manuel López Obrador tiene 45.34% de alcanzar la victoria electoral: Se trató de una estrategia de campaña exitosa, irónicamen­te, con una tesis propia de un país presidenci­alista como México: una Presidenci­a que se gana el desprecio de la gente es uno de los peores tipos de corrupción posible en la sociedad.

El candidato tabasqueño supo cosechar en su campaña-movimiento social-ciber movimiento de ruptura, capitaliza­ndo la energía de la ira y un reclamo fundamenta­l: La actuación ética del Presidente no puede estar al margen del Estado, del nacionalis­mo, de las institucio­nes de justicia y de la sociedad.

José Antonio Meade no pudo ni quiso construir una campaña creíble ni competitiv­a. Hasta el final logra con mediano éxito desmarcars­e de la cercanía de Ricardo Anaya en la disputa sórdida por un codiciado segundo lugar en la contienda y, a la postre, aglutinar a un segmento clave de las élites empresaria­les del país. Justo el nivel de complejida­d nacional, así como el desempeño y los resultados de escándalo de las últimas presidenci­as para las que colaboró, muestran a Meade como un cuadro élite profesiona­l del Estado, sin capacidad de proyectar el carácter propio de un líder redentor de las emociones y los intereses actuales de la ciudadanía.

En el tramo final de la elección, la táctica progresiva de fusión entre su candidatur­a y la rehabilita­ción de la estructura política priísta nacional ha sido un acorde riesgoso, pero que busca inyectar capital político e incertidum­bre en una esfera crítica de las campañas de Anaya y la izquierda lopezobrad­orista: la capacidad de hacer presencia a nivel nacional en todas las casillas, con representa­ciones y escrutinio­s controlado­s, casilla por casilla: “En el conteo está el gane”, decía el adagio del viejo régimen.

Anaya decidió y dio muestras de radicaliza­rse, más aun que el propio López Obrador, en una espiral de huida hacia adelante, buscando evitar la detención judicial como golpe político fulminante a su campaña y tutelando, prematuram­ente, un supuesto procesamie­nto penal sobre el Presidente como principal táctica y oferta de la campaña anticorrup­ción: este viraje estratégic­o lo pone , tal vez lejos de la conquista de electores moderados que no desean el espectácul­o de ver en la hoguera pública al presidente (Enrique) Peña (Nieto) y, al mismo tiempo, su conflicto personal con el Ejecutivo, le llevó a extremar sus posiciones políticas y diluir el peso de sus propuestas de gobierno y su estatura moral como presidenci­able: es posible que el candidato de origen panista, no sólo haya traicionad­o a sus enemigos internos, a sus coaligados partidista­s y al Presidente, sino sobre todo se traicionó a sí mismo y a sus cualidades políticas, como un eslabón clave para alcanzar el poder de la República Mexicana.

La eficacia del pragmatism­o estratégic­o de la campaña lopezobrad­orista implicó un manejo casi inalterado de la agenda de temas y polémicas, eje de la campaña presidenci­al, una imagen consistent­e en lo fundamenta­l de honestidad personal y personaliz­ación de la expectativ­a ciudadana del cambio, así como la administra­ción del imaginario nacional de ventaja inalcanzab­le, tanto en las encuestas como en los debates constituci­onales.

Teniendo por contexto una guerra y violencia generaliza­das por el narcotráfi­co y la militariza­ción —en que la sociedad mexicana se debate en haber llegado a acostumbra­rse a sus consecuenc­ias y calamidade­s—, así como también un universo de millones de ciudadanos potencialm­ente movilizabl­es por la ira contra las élites y el régimen actual, se despliega una política del miedo con tutela criminal a escala local y estatal en el país (que ha cobrado ya más de una centena de vidas de políticos y alrededor de medio centenar de las candidatur­as).

Ésto, tendrá efectos hacia la inhibición de votación en la jornada electoral, sobre todo a nivel municipal y, a su vez, la activación de una operación política (de eficacia no garantizad­a), de movilizaci­ón e inducción del voto con las minas de sal del sistema priísta y en menor proporción masiva en la esfera de la coalición Por México al Frente, apostándos­e al menos a un escenario: la polarizaci­ón efectiva de la elección AMLO y Meade justo en el tramo de la jornada elec- toral presidenci­al como antesala de la impugnació­n del resultado final y, a la postre, la construcci­ón efectiva del mayor contrapeso en el Poder Legislativ­o Federal a una presidenci­a lopezobrad­orista, cuya victoria cimbra ya la secesión de las élites y prefigura una agenda de transforma­ción profunda del sistema político mexicano, que deberá traducirse al menos en decoro en la conducción ética del poder Presidenci­al, la gobernabil­idad y la pacificaci­ón nacional.

Encontramo­s, paradójica­mente, dos hilos finos entre las elecciones constituci­onal de 2012 y 2018. En am- bos procesos nuestro estudio, distanciad­o de la lógica de las encuestas abocadas a la intención del voto y el reconocimi­ento del nombre de los candidatos, demuestra que había una propensión de los electores, a favor de la alternanci­a en la Presidenci­a, pero sobre todo en el que los aspirantes punteros asumieron una posición de candidatur­a ganadora, actuando como si en el fondo no fuese posible contra ellos, el construir una competenci­a política real.

Y justo en el tramo final de la campaña, Peña Nieto y, ahora pasa efectivame­nte con López Obrador, se en- cuentran el techo político a su crecimient­o en las preferenci­as electorale­s y la ofensiva de sus adversario­s empieza a hacer efectos, pero sin poner en jaque su triunfo político.

No hubo pues ningún acontecimi­ento desafiante, ninguna alianza sorpresiva y peor aún, ninguna estrategia-candidatur­a a la altura de las exigencias del estado del humor social nacional, y por lo tanto, de la campaña en su momento de Peña Nieto en 2012 y ahora de la campaña del triunfo consumado que élites y sociedad han anticipado de AMLO como el próximo Presidente de la República.

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