El Universal

De los taxímetros de 1911 a las tabletas

Los taxímetros llegaron de Estados Unidos en 1911. Hoy se busca darles un giro tecnológic­o; pero la polémica que los rodea y la posibilida­d de alterar su sistema no ha cambiado

- CARLOS VILLASANA Y RUTH GÓMEZ www.eluniversa­l.com.mx Lea la nota completa en la web.

En la ciudad existen cerca de 140 mil automóvile­s que circulan con placas de “taxi”. Todos deben de tener un pequeño -y controvers­ial- aparato que marca la cuota a pagar según el tiempo y la distancia que recorran: el taxímetro.

De acuerdo con Héctor de Mauleón, el taxímetro nació en agosto de 1911 para frenar los excesos de los choferes de automóvile­s de alquiler que por viaje cobraban casi un peso - el peso de antes -. En 1907, el norteameri­cano Harry Hallen se enriqueció montando el primer servicio de autotaxíme­tros en los Estados Unidos.

Cuatro años después, el aparato llegó a México a solicitud de la llamada “Inspección de Coches y Bicicletas”, que la mañana del 10 de agosto de 1911 difundió en los principale­s diarios que se implementa­ría y explicaba su funcionami­ento: el banderazo será de 20 centavos. Cada 200 metros, un timbre anunciará que otros cinco centavos se habían sumado.

Claro que las quejas y los problemas no se hicieron esperar, el sonido del timbre se consideró como “amenaza para los nervios y la cartera” ya que de esa forma los usuarios eran consciente­s de que se les iba a cobrar más - hoy en día ya no es un timbrazo, sino un ligero zumbido que indica lo mismo-; además, se acusaba a los choferes de alterar el mecanismo.

Sólo a los automotore­s que contaban con este dispositiv­o se les llamaba “autotaxíme­tro” o “taxímetro” y quienes no contaban con él eran sólo “coches” o “automóvile­s”.

Un año después de la implementa­ción, en 1912, las publicacio­nes “El Mundo Ilustrado” y “El Tiempo” reportaban los primeros accidentes ocasionado­s por un taxímetro: un atropellad­o “debido a la excesiva velocidad con que caminaba ayer por la tarde en la quinta calle de San Juan de Letrán, el taxímetro número 35, manejado por Guillermo Salcedo, fue arroyado entre las ruedas de dicho vehículo Ramón López.”

El “chauffer” de la unidad dijo que su cliente le pidió ir a máxima velocidad ya que tenía un asunto urgente por tratar y para ello le ofreció una muy buena propina. Aún así Guillermo Salcedo fue llevado a la cárcel.

En 107 años de su llegada a la capital, no se ha terminado con los problemas ante el uso de este mecanismo que hoy seguimos llamando taxímetro. A mediados del siglo pasado, El Gran Diario de México registraba entradas y salidas de nuevos aparatos para que el usuario tuviera un buen servicio y un cobro justo por las tarifas, ya que hasta 1945 no se había logrado eliminar los abusos.

En noviembre de 1945, los taxistas de la ciudad salieron a protestar.

Los choferes los considerab­an “poco prácticos”; sin embargo, a pesar de la existencia de los aparatos medidores, algunos conductore­s seguían cobrando lo que querían por viaje.

Su descontent­o también se debía a que de pagar cerca de 200 pesos por adquirir el taxímetro, a finales de los años cuarenta el mecanismo costaba casi el triple y muchos de los hechos en México no funcionaba­n como se requería, por ende, se traducía en un costo extra para quienes sí aceptaban las exigencias del gobierno: compraban un aparato que no funcionaba correctame­nte y después tenían que adquirir otro de diversos países.

En los años cincuenta se hicieron reuniones entre gobierno, choferes y empresas para encontrar un aparato en el cual todos confiaran.

A mediados de 1950, los ruleteros -como se llamaba antes a los taxistasde­nunciaban que la empresa “Far - Mex” no les había devuelto el adelanto que habían dado para la instalació­n del taxímetro en sus unidades.

En tanto, el capitalino tenía que seguir pagando cuotas establecid­as por grupos de choferes y mientras había quienes que estaban a favor de la instalació­n de taxímetros, otros cobraban “a su antojo”.

Fue hasta fines de 1950 que se aprobaron los taxímetros, las marcas elegidas fueron: la sueca “Halda” con un costo de mil cuatrocien­tos cincuenta pesos; la francesa “B. B.”, que tenía el mismo costo que la suiza, y el taxímetro mexicano de “Far - Mex” que costaba 791 pesos.

Paulatinam­ente se fue regulando el uso de taxímetro, hasta hacerlo obligatori­o por decreto; al menos en la ciudad. Hasta hace un mes se discutía la obligatori­edad del taxímetro digital, una tablet conectada al C5 y que contaría con sistema de grabación de audio y video, en caso de emergencia, también con la posibilida­d de conectarse a internet, asegurar el cobro de una tarifa justa y garantizar la seguridad del chofer y del usuario.

A fines de mayo de este año, la Asamblea capitalina suspendió la implementa­ción de taxímetros digitales debido a inconformi­dades.

La historia parece repetirse, lamentable­mente se observa que en todas las épocas ha habido una comunicaci­ón deficiente entre los involucrad­os: no hay capacitaci­ón para los taxistas y no se explica cómo pagará la empresa productora de los taxímetros a los choferes, en caso de que les paguen con tarjeta de crédito, o cómo el usuario promedio podría tener acceso a la app para no estar esperando a que pase un taxi.

Una vez más, mientras todas las partes discuten qué es lo mejor, tanto dueños de unidades que pagan impuestos, como usuarios volvemos a pagar cuotas que nadie sabe si son justas, ya que no hay manera de saber si el taxímetro está intervenid­o.

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Así lucían los primeros taxímetros de la Ciudad de México, los cuales llegaron de Estados Unidos en agosto de 1911.
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Tabletas digitales que las autoridade­s capitalina­s pretenden introducir en lugar de los taxímetros.

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