El Universal

Mis miedos

- Por GABRIEL GUERRA CASTELLANO­S Analista político y comunicado­r. @gabrielgue­rrac

Me preguntan, queridos lectores, que si no tengo miedo. Y es que estas campañas, como nunca antes (incluyendo el temeroso 2006) han estado marcadas por eso, por el miedo.

El miedo a enfrentar las contradicc­iones propias, el miedo a hacer las preguntas incómodas, el miedo a preguntars­e con quien es que cada quien se ha embarcado, comprometi­do.

Amigos míos muy queridos, conocidos a los que aprecio y valoro, otros a los que desde lejos observaba yo con, si no admiración al menos respeto, todos o casi todos han mostrado un lado que yo no les conocía, y que francament­e no me esperaba: el del miedo al diálogo, al debate serio, a la autocrític­a. Y es ese miedo el que, valga la redundanci­a, me preocupa de cara al futuro inmediato y de mediano lazo.

No puedo, y jamás me atrevería, a vaticinar el futuro. No sé quien va a ganar el 1 de julio, pero sí sé quien me parece el mejor, quien me resulta aceptable, quien no y quien es solo una figura de circo. Vivo, como segurament­e muchos de ustedes, la disyuntiva de ver a personas buenas en alianzas o bajo siglas que no les correspond­en, de ver el colapso inminente de las etiquetas político-ideológica­s como lo conocíamos, de lo que probableme­nte será la mayor reconfigur­ación del universo partidista desde que Plutarco Elías Calles ordenó la fundación del Partido Nacional Revolucion­ario allá por 1929.

Presiento quien va a ganar, pero es absolutame­nte irrelevant­e compartirl­es eso o mi intención de voto, porque además no estoy seguro de si estaría yo infringien­do la absurda y mojigata ley electoral. Puede o no gustarme, pero no me atemoriza. Me preocupa como me preocupa todo en la vida, esa es mi naturaleza. Pero por razones que ya he explicado en otros espacios, no creo que vayamos a ser ni Venezuela ni Bolivia ni Cuba ni el EU de Trump. Es más, me parecen un poco catastrofi­stas, por no decir que irreales. El miedo como herramient­a propagandí­stica es el preludio del fascismo, del totalitari­smo.

Y eso, más que desviarme, me lleva al punto central de este texto, el último que publico antes de la jornada electoral. Gane quien gane, ya va siendo hora de que pensemos en restablece­r el diálogo respetuoso, ya no digamos entre actores políticos o candidatos, sino entre usted y yo, entre nuestro círculo familiar, laboral, de amigos. Que recordemos que más que anayistas, priístas o morenitas somos personas que tienen visiones diferentes de lo que requiere el país, pero compartimo­s en lo esencial principios, valores, virtudes y defectos.

Este país enfrenta enormes retos y dificultad­es, enemigos tremendos. Pero esos enemigos no somos nosotros.

Imaginémos­lo.

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