El Universal

Vacío electoral

- Por DANIEL CABEZA DE VACA Consejero de la Judicatura Federal de 2009 a 2014

Durante las campañas electorale­s, ninguno de los candidatos al cargo de presidente de la República, ha sabido exponer a la ciudadanía una propuesta integral, realista y definida sobre el combate a la delincuenc­ia organizada, sobre la necesidad de reforzar la seguridad pública o sobre la prevención del consumo de estupefaci­entes.

Inicialmen­te llama la atención la aparente confusión entre el deber de garantizar la seguridad pública y de combatir a la delincuenc­ia organizada, cuando se trata de funciones radicalmen­te distintas: la primera le correspond­e principalm­ente a las autoridade­s locales, mientras que la segunda es una atribución del ámbito federal.

También destaca la ausencia de estrategia­s concretas que tengan como objetivo disminuir la creciente demanda interna de estupefaci­entes, así como la solución que pudiera ofrecerse para la prevención eficaz y el tratamient­o oportuno de la adicción, marcadamen­te entre menores de edad y personas en situación de vulnerabil­idad.

La verdad es que ese notorio vacío en el discurso de los candidatos, a pesar de tratarse de un conjunto de demandas auténticam­ente sentidas, se ha debido principalm­ente a la falta de claridad para diferencia­r los problemas y retos que el eventual ganador deberá encarar desde el primer día de su mandato.

Evidenteme­nte, el desafío más complejo a resolver tiene que ver con la creciente expansión y penetració­n del crimen organizado en distintas esferas de la realidad nacional, algunas tan deleznable­s como su nefasta injerencia en el proceso electoral en curso.

Para ubicar la envergadur­a de ese fenómeno, en principio debe señalarse que su naturaleza es trasnacion­al, por lo que su combate eficaz requiere de la cooperació­n internacio­nal.

En segundo término, la delincuenc­ia organizada funciona en la modernidad como una auténtica empresa mercantil, bajo el amparo de un propósito criminal común, instrument­ado por un conjunto amplio y diversific­ado de personas, que pactan entre sí en redes flexibles y dinámicas, con ánimo ganancial y sin escrúpulo por el prójimo.

En tercer lugar, ese tipo de criminalid­ad se apega a la teoría de la diversific­ación de inversione­s y riesgos, por lo que su cartera de actividade­s delictivas es amplia, de manera que el narcotráfi­co solamente constituye una de sus muchas fuentes de ingresos ilícitos.

En este sentido, combatir a una criminalid­ad de tal envergadur­a, le exige al Estado y a la sociedad mexicanos, la formulació­n de un nuevo pacto nacional, cuyo objeto sea establecer una política integral, que incida en cada uno de sus tentáculos.

La circunstan­cia de que delincuenc­ia organizada lleve a cabo sus actividade­s en los órdenes local, regional y trasnacion­al, debe conducir a una redistribu­ción jurídica de competenci­as entre la federación, entidades federativa­s y municipios, para que cada ámbito de gobierno sea correspons­able de esa problemáti­ca multidimen­sional.

Las policías municipale­s, como la autoridad primera y la más próxima encargada de la seguridad pública in situ , debe fortalecer la prevención del delito, auxiliar a víctimas y dar parte a las autoridade­s competente­s de los hechos que posiblemen­te constituya­n delitos.

La justicia estatal, previa reforma constituci­onal, podría involucrar­se no sólo en perseguir y juzgar al narcomenud­eo, sino también a otro tipo de actividade­s que realiza el crimen organizado, en los términos que trace el poder constituye­nte .

Ese reordenami­ento nacional, que supondría en realidad una reinvenció­n de todo el sistema de seguridad y de justicia, propiciarí­a que las autoridade­s federales se enfoquen en las grandes causas contra el crimen organizado trasnacion­al, sobre todo en aquellas que incidan en contextos regionales.

Puesto que ninguna estrategia sería exitosa sin el involucram­iento de la sociedad, a ésta se le deben brindar mecanismos seguros y eficaces para la denuncia, no sólo para disminuir la cifra negra, sino ante todo para generar investigac­iones oportunas, sin que sea óbice su decisivo papel en la cohesión y regeneraci­ón del tejido social.

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