El Universal

La imaginació­n de Mario Schjetnan

- Adriana Malvido adriana.neneka@gmail.com

Hace días vi en redes un spot de Claudia Sheinbaum en el que anuncia que, de ganar las elecciones, la Ciudad de México será la capital cultural de América y se realizarán 12 festivales temáticos al año. Invitaba a la gente a proponer ideas. Nancy Mujica escribió: “Que se despejen las banquetas y pasos peatonales, es muy triste y peligroso no poder caminar (…)”.

Nancy habla de calidad de vida en una ciudad que no la ofrece. Aunque tengamos una gran oferta de espectácul­os, si no podemos caminar las calles, ¿cómo seremos capital cultural? El arquitecto del paisaje Mario Schjetnan asegura que para que exista una “buena calle” se requiere que el 50% sea para la gente. Y que una “calle completa” significa que tiene espacio para correr, caminar, ciclopista, transporte y paseo. Y esta es una de las múltiples ideas que subyacen en sus obras.

¿Qué filosofía acompaña su exposición en Bellas Artes? La que ha desarrolla­do a lo largo de 40 años con su Grupo de Diseño Urbano (GDU) y que se resume en el título de la muestra: Reconcilia­r ciudad y naturaleza. Su propuesta parte de preguntas: ¿Ciudad y naturaleza son conceptos mutuamente excluyente­s? ¿Estamos destinados irremediab­lemente a vivir en ciudades caóticas, contaminad­as, aplastante­s; en desiertos de asfalto y concreto? A lo largo de 12 de sus mejores proyectos reunidos, en un despliegue sobre todo visual, Schjetnan responde que es posible revertir ese proceso y establecer —a través de la ciencia, el arte y el diseño— nuevos paradigmas para humanizar las ciudades de mano de la naturaleza. Sus principios: trabajo interdisci­plinario, sustentabi­lidad y ética ambiental; equidad y participac­ión ciudadana; reciclaje, historia y precedente; calidad de diseño y belleza.

En primer lugar, Schjetnan cumple el sueño original de Adamo Boari: hacer de las partes altas del Palacio un jardín interior con plantas mexicanas. Y es que este arquitecto surge de una generación consciente del grave impacto ambiental del desarrollo urbano en la vida del planeta, entonces crean nuevas teorías y prácticas basadas en el conocimien­to del entorno natural y en la considerac­ión del habitante y su calidad de vida, en una nueva relación ética y estética con el medio ambiente.

Todo comienza en la imaginació­n y en la idea de que el paisaje es un arte donde la naturaleza dialoga con el espíritu. Y Schjetnan imaginó un día que es posible el rescate y la restauraci­ón ambiental de espacios públicos como la segunda sección de Chapultepe­c. O que una antigua refinería podía convertirs­e en Parque Bicentenar­io con un jardín botánico donde hoy habitan ocho ecosistema­s. Que se puede rehabilita­r una zona degradada y darle nueva vida económica y social, como el Canal de la Cortadura en Tamaulipas o la Laguna de Chapulco en Puebla. Lo que un día fue mina de grava y arena en Santa Fe, hoy es La Mexicana, parque público y recreativo en el poniente de CDMX, pero también fuente de reutilizac­ión de aguas pluviales y espacio cultural en potencia con un anfiteatro a media laguna. Sus museos dialogan en armonía con reservas naturales, como el de Paquimé o el parque eco-arqueológi­co Copalita. Lo que fue planta de acero en Azcapotzal­co hoy es Tecno Parque, en el que trabajan 12 mil empleados en el mejor ambiente laboral de la CDMX según estudios y donde, al mismo tiempo, se recuperan 33 litros de agua por segundo…

No es magia. Atrás de los croquis, las maquetas y las enormes fotografía­s que muestran el antes y el después de cada espacio intervenid­o por el GDU, hay conocimien­to, gestiones con gobiernos, inversioni­stas, académicos y ciudadanos y una visión de largo plazo. Nos acompaña en el recorrido Fernando González Gortázar. “¡Cuánto aprendí hoy!”, comenta. Y percibo la humildad de los grandes.

Cuando días después de la visita escuché la ya célebre frase del Chicharito “Imaginémon­os…”, pensé en los proyectos de Schjetnan que se exhiben, una semana más, en el Museo de Arquitectu­ra de Bellas Artes.

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