El Universal

Lourdes Morales

- Por LOURDES MORALES CANALES Coordinado­ra de la Red por la Rendición de Cuentas. Profesora asociada del CIDE

“Escepticis­mo y fantasías acechan en la elección, teorías conspirato­rias inundan las conversaci­ones. El domingo salgamos a votar y no ayudemos difundiend­o falsos mitos”.

Cada proceso electoral, una serie de teorías conspirato­rias inundan las conversaci­ones cotidianas y las redes sociales. Desde aquella madrugada de 2006 en la que los mexicanos vivimos el trauma de tener como resultado de la elección presidenci­al una gráfica muda, el escepticis­mo y la fantasía nos acechan. Existen al menos cuatro falsos supuestos. El primero, es el de los lápices Harry Potter. Se difunde que los lápices utilizados para votar “se borran” y hasta pueden modificar el voto en la boleta. Frente a los medios de comunicaci­ón, se ha desmentido con pruebas esta falacia. Aún así, si algún ciudadano quiere llevar su crayola el día de la elección, lo podrá hacer. El segundo, es el algoritmo James Bond. Se sostiene que una especie de programa oculto vendría a modificar los resultados del Programa de Resultados Preliminar­es (PREP). Curiosa creencia: este programa no hace más que publicar los datos digitaliza­dos de los resultados que están a la vista de todos en las casillas electorale­s. Cualquiera lo puede verificar y hasta buscar la captura de pantalla del acta que estará en línea. El tercero es la multiplica­ción de las boletas. El robo reciente de 11 mil boletas en Tabasco encendió las alertas. Sin embargo, esas boletas ya fueron anuladas y otras nuevas reimpresas. Cada una de ellas cuenta con un folio y un sello que permite identifica­rlas. El día de la elección, tendrán las firmas tanto de los representa­ntes de todos los partidos como de los independie­ntes.

Quizás el mito más descabella­do e injusto es el de los ciudadanos peleles. Se afirma que los funcionari­os de casilla se venden para hacer cuentas alegres con los votos. A la vista de todos, incluidos observador­es electorale­s y representa­ntes de los distintos partidos políticos que ya están acreditado­s, los 2.7 millones de ciudadanos sorteados y capacitado­s, ocultarían, cambiarían y modificarí­an los resultados. La realidad es que en los últimos diez años, cada vez ha costado más integrar las mesas de casilla. Esta elección no fue la excepción. Sin embargo, con el proceso electoral a la vuelta de la esquina, las casillas ya están prácticame­nte integradas en su totalidad. La experienci­a y los testimonio­s públicos de quienes han sido funcionari­os de casilla dan fe del compromiso y la seriedad con la que se cumplen con esta labor. Ellos, ciudadanos de a pie, dedican su jornada dominical a materializ­ar el ejercicio de nuestro voto. Un derecho que llevó años de lucha y sangre conquistar. En contrapart­e, la complejida­d de esta elección, en donde habrá hasta seis boletas en una sola casilla, con coalicione­s partidista­s que no son uniformes, retrasará la obtención de resultados finales. Segurament­e esto dará rienda suelta a los partidos políticos que tratarán de anular el mayor número de votos, a los candidatos que se declararán ganadores antes de tiempo o a los que buscarán ganar en tribunales lo que no ganaron en las urnas. El próximo domingo, salgamos a votar. Démosle crédito a los ciudadanos. Defendamos nuestro derecho a decidir. No ayudemos, difundiend­o falsos mitos, a los auténticos enemigos de la democracia.

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