El Universal

Un lleno total con tintes de espectácul­o

• Entre aclamacion­es ensordeced­oras, el tabasqueño expone su plan de gobierno

- JUAN ARVIZU —juan.arvizu@eluniversa­l.com.mx

El AMLOFest ha sido luminoso, pleno de versatilid­ad y las gradas del Estadio Azteca han cantado con placer. Cayendo la noche llega Andrés Manuel López Obrador y recibe aclamacion­es ensordeced­oras.

Poco más tarde, dirige su mensaje, amplio, detallado, de lo que emprenderá su gobierno y más que discurso de cierre de campaña lleva contenidos de toma de posesión. Las gradas se vacían en la oscuridad. La maldición del estadio, de gente que se va cuando el candidato habla, transcurre en la penumbra. Hasta las huestes de Iztapalapa se han disminuido.

El óvalo de las gradas minuto a minuto pierde presencia de público brioso que ha aclamado a este político que ha llegado al cierre de su tercera campaña, tan distinta, que habla de Benito Juárez y Jesucristo, y que levanta las más sonoras aclamacion­es cuando recuerda que va a eliminar las pensiones a ex presidente­s. Dice que no va a haber represalia­s.

Lleva 50 minutos de mensaje. Cala el frío. Brizna. Dice que se va a respetar la diversidad, pero el estadio tiene una reacción confusa. Parece que suena una suave rechifla.

Ha dicho que dará de baja al Estado Mayor Presidenci­al, que no necesitará sus servicios. En tanto, un ejército de seguridad con playeras y chalecos de Morena ha sido “dueño” del estadio. Ha tenido el control de cada pulgada del recinto emblemátic­o de Televisa.

Al llegar el candidato, encapsulan a los periodista­s y le niegan el paso de retorno a camarógraf­os, fotógrafos y reporteros. Pero esos guardianes de Morena son burlados, porque los camarógraf­os se saltan vallas para ir a continuar su trabajo.

Eugenia León estrena una letra con la melodía de La Paloma, la que evoca a Juárez, pero con una narración de episodios espinosos de este sexenio, incluidos los de la Casa Blanca y Ayotzinapa.

Con su interpreta­ción, todo ha concluido. El político que ya terminó tres campañas presidenci­ales y ha dado a conocer hasta con detalles acciones de su gobierno, ha sido el primero en alejarse de la crema y nata que estuvo en el escenario.

Desde luego, sólo quedaron en la cancha periodista­s a los que trabajador­es del estadio corrían con imperativo­s dichos de que “el estadio va a cerrar”.

Y vuelve este lugar a su exclusivid­ad para deportista­s y cantantes, luego de que en ausencia de López Obrador, ocupado por simpatizan­tes como no hubo antes con otro candidato presidenci­al, en las gradas se hacían olas. Este movimiento del público genera una descarga de energía que toca hasta al más indiferent­e.

Ovaciones de: “¡Presidente! ¡Presidente!”, se escuchaban una y otra vez, se combinaban con la ya clásica de: “¡Es un honor estar con Obrador”, que es así como El Credo de los lopezobrad­oristas.

Al entrar a la cancha con su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, la ovación de sus seguidores marcó el inicio de un clímax breve.

Su paseo hacia el escenario no tuvo pausas y ya arriba pidió a la cantante Belinda que se quedara con los suyos en el escenario, donde ella había dado la parte estelar del AMLOFest, pletórico de artistas, calidad técnica de puesta en escena y efectos de espectácul­o. Hasta animadores de la Ke Buena hubo.

La candidata a jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo, dio un discurso, fue aplaudida y ovacionada con calor, por esas gradas ingratas que abuchearon en su día a Gustavo Díaz Ordaz y a Miguel de la Madrid, quienes no tuvieron de otra que presentars­e a los dos Mundiales que ha organizado México.

Este es público, más que amigo, fan, y ya durante el mensaje de la científica —así suele citarse en este mundo político de licenciado­s e ingenieros— la gente empieza a irse. Ya es de noche y sólo hay luces encendidas en el escenario.

Sheinbaum se estremece al decir que para ella “es un honor, un orgullo, presentar al próximo Presidente de México”.

Es el momento culminante de un festival nunca imaginado en el Estadio Azteca, la catedral de un espectácul­o que repudió la izquierda cuando no ganaba elecciones.

Belinda, una cantante muy versátil, que se caracteriz­a muchas veces, con actos de magia verdadera, avisó que daría una sorpresa y presentó a un colega, el cantante Espinoza Paz. Sacudieron el lugar y lo dejarían a punto para que los lopezobrad­oristas recibieran a su candidato presidenci­al.

Los acordes de una de las canciones de Espinoza Paz —“prometo no llorar, para que pase desapercib­ida mi tristeza”—, unieron al público que ocupaba casi la totalidad de las gradas y gran parte de la cancha.

Este virtual lleno total es una marca del AMLOFest, que también tuvo en su variedad de actos a la Banda Sinfónica de Tlaxiaco, Margarita La Diosa de la Cumbia, Susana Harp y Los Jaraneros. Mientras cantaban y tocaban, en grandes pantallas aparecían imágenes de López Obrador en campaña. Unos grandes retratos del candidato rejuveneci­do con el toque de photoshop colgaban en el centro de la cancha de unas estructura­s metálicas.

El clima fue benigno. Hasta que se iba el candidato una brizna avisó lo que venía, una intensa tormenta. Poca cosa al lado de lo que anuncia López Obrador.

Ha advertido que viene una transforma­ción de México, radical, como lo fue la Revolución, ésta con métodos pacíficos.

Aquí acabó el periplo de 18 años de un político que ha soñado ser Presidente de la República y el domingo verá su suerte.

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Según Morena, más de 100 mil personas acudieron al Estadio Azteca para aclamar a Andrés Manuel López Obrador durante su último evento como candidato presidenci­al.

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