Historias brutales de crimen y pasión
Sicario 2 y Desobediencia son brillantes, Crímenes oscuros no logra sorprender
Sicario 2: el día del soldado (2018), tercer largometraje del italiano Stefano Sollima, con gran experiencia en tv-series de tema criminal —especialmente
Gomorra basada en el polémico y popular libro de Roberto Saviano—, es una visión sobre cómo el narcotráfico es una faceta del terrorismo, acorde a la siguiente definición: “Todo grupo o individuo que usa la violencia con un objetivo político”.
La misión que el medio tenebroso agente de la CIA sin escrúpulos Graver (Josh Brolin) encarga al frío ejecutor Alejandro (Benicio del Toro), entra en esa zona gris donde la solución al problema podría no ser ética. De nuevo escrita por Taylor Sheridan, la cinta no es secuela de Sicario (2015, Denis Villeneuve); presenta un novedoso fresco sobre el narcoterror.
La historia planteada es brutal, con personajes al borde de una situación político-social casi fuera de control, preludio a la guerra soldados-vaqueros versus todos los demás en la frontera. El perfectamente logrado tono policial, y la calidad fotográfica (a cargo del virtuoso Dariusz Wolski), permite a Sollima manejar dos panoramas: uno suntuoso y espectacular que retoma al narcotráfico donde el cine mexicano lo dejó en su etapa hiperviolenta de los 1980-1990, y otro intimista que explora los conflictos de una microsociedad en la que todo es fluido, empezando por la despiadada corrupción que genera. Digna secuela que confirma la habilidad de Sollima como narrador visual.
Desobediencia (2017), sexto largometraje —y primero producido en inglés— del chileno ganador del Oscar por Una mujer
fantástica (2017), Sebastián Lelio, aborda una relación prohibida al interior de la cerrada comunidad ortodoxa judía de Londres, llena de rituales ancestrales; de tradiciones que se presentan como inviolables.
La elegante historia romántica de pasión y deseo entre dos mujeres, Ronit (Rachel Weisz) y Esti (Rachel McAdams), la primera regresando al funeral del rabino que era su padre, y la segunda reencontrándose con quien fuera su amiga juvenil casi olvidada o dada por muerta, confirman que la desobediencia del título es algo más profundo que una simple transgresión sexual. Asimismo, es una representación exquisita y actual de la esencia del Otelo de Shakespeare, considerando que hay un tercero en discordia, el pupilo favorito del rabino muerto, Dovid (Alessandro Nivola), esposo de Esti, con el que se representa lo trágico contemporáneo sobre el amor, el deseo y el dolor.
La dirección de Lelio brilla en este filme sobresaliente por sus espléndidas actuaciones. Una sutil joya emocional.
Crímenes oscuros (2016), tercer cinta del griego Alexandros Arvanas, con guión de Jeremy Brock inspirado en un artículo del periodista David Grann publicado en 2008, plantea una historia supuestamente apegada a algo que sucedió: Koslov (Marton Csokas) es un escritor que conoce demasiados detalles y que podría involucrar a su novia Kasia (Charlotte Gainsbourg) en crimen no resuelto que investiga Tadek (Jim Carrey). El tema es que Koslov, presentado como el sociópata ideal, tal vez publicaría su confesión en forma de novela.
Arvanas con tan interesante premisa apenas consigue hacer un policial convencional; un juego de gato persiguiendo al ratón. La única sorpresa es Carrey interpretando, con cara de palo, inexpresivamente, un policía polaco. Este filme desperdició de principio a fin su propuesta, reparto y la desconcertante atmósfera francamente perversa de su temática. Una lástima.