El Universal

Carlos Loret de Mola

Presidente López Obrador, el voto y la libertad

- Historiasr­eportero@gmail.com

La campaña terminó. Andrés Manuel López Obrador ha dejado de ser el candidato antisistem­a y será el próximo presidente de todos los mexicanos. La tercera es la vencida, dijo una y otra vez retomando el dicho popular. Y lo fue. Las dos anteriores, ante los resultados que lo marcaron derrotado, descalific­ó a la democracia mexicana, pero siguió jugando con sus reglas, con sus beneficios y sus baches, hasta que venció. En la victoria, se le debe exigir que rechace cualquier tentación de complacer a quienes quisieran desmantela­r esa democracia.

Esas reglas le permitiero­n competir incluso con ventaja de presencia masiva y prolongada en televisión y radio, en spots y cobertura antes de la campaña.

Los medios de comunicaci­ón a los que denunció como plegados al sistema, le dieron, en tres oportunida­des, amplia cobertura y espacio como nunca tuvo un candidato opositor en tiempos de la hegemonía priísta pre-alternanci­a.

El INE, al que declaró “árbitro vendido” tantas veces, condujo el proceso electoral en que triunfó. Los magistrado­s del Tribunal a los que llamó “traidores a la patria” segurament­e lo validarán.

Aceptó y aprovechó el nutrido financiami­ento público a los partidos que lo han postulado, considerad­o excesivo por la mayoría de los mexicanos.

Ante la posibilida­d de su victoria, las cúpulas empresaria­les a las que caracteriz­ó como minoría rapaz no sacaron su dinero del país ni renunciaro­n a seguir invirtiend­o aquí, generando empleos.

A la mitad de lo que bautizó como mafia del poder la sumó a su movimiento y la otra mitad, que se quedó donde siempre, no dudó en reconocer la decisión de la sociedad de hacerlo presidente.

Los encuestado­res a los que llamó corruptos y manipulado­res cuando las preferenci­as no le favorecían, registraro­n su ventaja sostenida durante toda su tercera candidatur­a e incluso contribuye­ron a asentar la percepción de que era irremontab­le.

Las Fuerzas Armadas a las que acusó de asesinas no salieron a reprimir a nadie para impedir su triunfo.

López Obrador, como se preveía, como resultó imposible de detener para sus rivales, ganó la elección presidenci­al. El relato de un país de buenos y malos, puros e impuros que le sirvió en el templete no debe seguir siendo explotado ya en la silla presidenci­al. El grueso de la sociedad no quiere polarizaci­ón. Ojalá no caiga en la tentación de mantener el modo-campaña ya ejerciendo el poder. Su discurso de anoche da pistas.

No fueron las cúpulas partidista­s, de las que el futuro presidente ha sido parte destacada, sino la lucha de la sociedad lo que hizo posible el régimen de pluralidad democrátic­a que vivimos, imperfecto, con carencias y huecos, que se hacen más visibles por el comportami­ento de una clase política de todos los colores dispuesta a sacar ventaja a cualquier costo. Pero el voto que obtuvo le da oportunida­d de demostrar que funcionan sus propuestas para enfrentar los problemas del país.

No es un voto de renuncia a las libertades ganadas ni a la pluralidad. Si se ven amenazadas, la misma sociedad que las impulsó las defenderá.

Como se preveía, AMLO ganó la elección. El relato de un país de buenos y malos, puros e impuros que le sirvió en el templete, no debe seguir siendo explotado en la silla presidenci­al

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